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«Yo la contemplaría como competencia desleal»: las salas de cine pequeñas reaccionan a la tarifa plana de Cinesa

Hace unos días, Cinesa hizo un movimiento de los que se recuerdan tras muchos años: lanzó una tarifa plana para sus salas por 15,90 euros al mes, o 18,90 euros al mes si se quiere incluir las salas LUXE. Apenas el coste de dos entradas sencillas a cambio de una barra libre de obras que se pueden amortizar especialmente bien en épocas de grandes estrenos.

En la cara B del disco, quienes están al frente de cines antagónicos a los de Cinesa: las salas pequeñas, independientes, sin un gran grupo empresarial detrás, quienes a priori más complicado lo tienen para replicar una oferta que va a compensar, de entrada, al público más fiel al cine.

¿Qué piensan ellos sobre esta oferta?

Entre la preocupación y la indiferencia

«Las empresas son libres de hacer lo que quieran», nos cuenta José Gago, director y creador del Pequeño Cine Estudio, una sala independiente situada junto al metro de Quevedo, en Madrid. «Dicho eso, veo complicado que por ese dinero se pueda dar un pase para ver cualquier película en cualquier local. Una entrada se reparte en el 10% de IVA, un 2% de derechos de autor, y del restante, más o menos mitad y mitad para distribuidor y exhibidor».

Echas las cuentas, difiere del modelo de negocio: «Me imagino que su alternativa es que como irá más gente, venderán más palomitas, porque su negocio está más basado en eso«. Y añade orgulloso: «En nuestro cine, en 46 años nunca se han vendido palomitas».

Para José, esta oferta no es replicable. «Nosotros, aunque quisiéramos, no podríamos hacerlo. El beneficio que puede quedar es muy poco. Entiendo que es una oferta, pero yo la contemplaría como una competencia desleal. Los pequeños, sin esas defensas, no podemos competir contra algo así. Hay que hacer frente al recibo de la luz y el resto de gastos. Para una empresa pequeña, es imposible. Ojalá les salga bien, no deseo mal a nadie, pero es muy difícil».

Miguel Ángel Pérez, director del Cine Embajadores en Madrid, lo ve de forma diferente, y más vinculada al timing del anuncio. «El alcance de esta medida va a ser limitado. Cuando llega el calor, la taquilla baja, creo que la han hecho más por publicidad que por el éxito que vaya a tener. Puede que la usen varios miles de personas, pero su repercusión será limitada».

Y no piensa dar una réplica comercial de ningún tipo. «No vamos a hacer absolutamente nada. Nuestra entrada es mucho más barata que la suya, en cualquier cine grande te cobran 9,90 euros. Las nuestras están entre 6 y 8,50 euros. Y nosotros solo vendemos palomitas a los niños. Esta medida no me preocupa».

También considera que si esto es una medida para que haya más espectadores en las salas de cine, no está bien enfocada. «Lo que tienen que hacer para que la gente vaya al cine, sobre todo el que ha dejado de ir, es bajarle la entrada. No bajársela al que sí va al cine a menudo».

Matiza también que su propuesta comercial no es la habitual de este tipo de cines. «Nosotros hacemos ciclos, ópera, ballet, otro tipo de eventos… Hasta cine mudo con piano en directo. No son todo estrenos y guerra de precios. Si entras en esa guerra, Netflix es imbatible».

Y añade: «La fiesta del cine va a ser ahora en mayo por 2,90 euros la entrada… ¿Quién ve tanto cine como para que le compense el bono mensual? Muy poca gente. Y habrá que ver la letra pequeña».

Para un cine que no proyecta cine comercial, la nueva tarjeta de Cinesa puede ser una incógnita: ¿será ignorada por su clientela habitual, o provocará un cierto trasvase de estos hacia las salas comerciales, cambiando el tipo de película que consume? Xavier Escrivà, encargado del Cinema Maldà, el único de Ciutat Vella, se mantiene optimista: «A nosotros esta propuesta nos pareció bien, es bueno que se haga que vaya más gente al cine». Especialmente tras una pandemia que ha dejado muy tocado un sector que todavía no se ha recuperado.

Xavier no tiene muchas preocupaciones sobre el impacto que esta pueda tener sobre su negocio. «No hacemos cine comercial, sino independiente. Yo ni siquiera vendo palomitas, y ya tenemos el día del espectador con la entrada a 5,50 euros. Una sola sala, unas veinte películas semanales. La gente viene por la película en sí, no por el evento que haya a su alrededor, como las de Marvel, Star Wars, etc. Ahora estamos proyectando una película tailandesa, otra pakistaní, otra francesa… Tenemos un público muy diferente».

Sí admite que puede que algún que otro cliente caiga rendido a los encantos del cine comercial por tarifa plana, pero sin que le quite el sueño. «Puede, pero no me preocupa; me preocupa el cine y la gente que viene a mi cine. No voy a cambiar mi oferta aunque pierda a algún cliente suelto», remata.

La ausencia de palomitas no es una cuestión menor. No es solo una decisión comercial, de producto o de higiene: prácticamente es ideología. «El cine es cine. Y las palomitas son parte de lo que ha hecho que el cine pueda ganar más dinero, pero siempre hemos sido enemigos de ello», dice José, del Pequeño Cine Estudio. «En mi forma de pensar, ver una película es un ritual, un acto de fe. Se debería mantener una disciplina, no estar comiendo nachos».

«Suscribo cada una de esas palabras», dice Xavier en relación a lo dicho por José. Resulta difícil pensar que quien ni siquiera ha sucumbido a los muy generosos márgenes de un palomitero en la taquilla del cine vaya a sucumbir a la reducción de valor que va implícita en una tarifa plana, donde cada película deja de tener su coste concreto y pasa a ser una parte más de una suscripción general.

Imagen destacada | Javier Lacort con Midjourney

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Javier Lacort

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