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Un viaje a la esencia de los cinco monumentos del ciclismo

Las clásicas representan la tradición del ciclismo y, por encima del resto, hay cinco cuya fecha está marcada en rojo cada año en el calendario. Se trata de los monumentos, un total de cinco pruebas que en muchos casos conquistar una de ellas pueden llegar a justificar, o a engrandecer, el palmarés de un corredor para toda su vida. Los definidos clasicómanos preparan estas citas, tan diversas como duras, a conciencia, aunque en los últimos años estamos viendo como también numerosos vueltómanos formar parte de la lista de principales favoritos. Pese a la tendencia a reducir distancias, los monumentos son fieles a la historia y la tradición.

Con los calendarios cada vez más amplios, hay pruebas de un día desde principios de año, pero La Classicissima marca el inicio históricamente de las clásicas. Es una prueba de desgaste, por su largo kilometraje, y tiene en la Cipressa y el Poggio, las dos subidas finales, la mayor dureza. Una prueba tradicionalmente para velocistas… aunque cada vez más, especialmente en los últimos años, vemos como está subiendo el número de corredores que cruzan la meta como triunfadores en solitario. “Es de las carreras más difíciles de ganar”, dijo Tadej Pogacar, que tiene en esta cita italiana uno de sus grandes retos.

El Tour de Flandes se trata del monumento de los muros (alrededor de veinte en cada edición) y los adoquines. La tensión de estar bien situado en cada cota para evitar los cortes, tan difíciles de cerrar en un terreno así, hacen que desde la salida no haya ni un segundo de respiro. Oude Kwaremont y Koppenberg son dos de los muros más destacados. En 1969, Eddy Merckx atacó a 70 km de meta. “¿Estás loco? El viento de cara te matará. ¡Espera al grupo!”, le dijo su director en el equipo Faema. “Que te jodan”, respondió Merckx. Ganó esa edición.

Considerada para muchos la prueba de un día más difícil del calendario, su apodo de ‘Infierno del Norte’ ya dice mucho lo que supone dicha carrera para los corredores. Cada sector de pavés se convierte en una prueba exigente en el que entran en juego muchos factores: la destreza de los corredores, el peso, la soltura sobre la bicicleta… la distancia entre los predruscos impresiona. La llegada al velódromo, y su vuelta final, es uno de los momentos del año. “La París-Roubaix es una mierda”, dijo Bernard Hinault con sensación de liberación en 1981 tras conquistar por vez primera la prueba, un éxito que buscó durante gran parte de su trayectoria. Sus caídas en el pavés los años anteriores le sirvió de motivación para su reválida.

La Decana, el monumento más antiguo, es uno de los más abiertos, porque es de los más accesibles para corredores que brillan en carreras de tres semanas. Sus continuas ascensiones hacen que los ciclistas tengan que prestar atención en todo momento y estar bien protegido por sus compañeros de equipo. La lectura de la carrera es clave, buscar el momento exacto del ataque… siempre y cuando no se decida en un esprint entre un pequeño grupo. En 2009, Andy Schleck se llevó el triunfo: “Tras esto, tal vez ahora debería probar en el Tour de Flandes…”. Nunca fue.

La cita italiana, conocida como la clásica de las hojas muertas, es la única que se celebra en otoño. El paisaje de la región lombarda en dicha época del año es visualmente de los más espectaculares en toda la campaña. Para los escaladores es la mejor oportunidad para sumar un monumento, porque destaca su dureza, especialmente en el tramo final. Para muchos es una reválida tras las grandes vueltas, ya que un gran número de corredores cierra su año en esta cita. “Competir en Lombardía siempre es un inmenso placer. Ahora damos paso a los jóvenes, esperando que disfruten también haciendo grande a este deporte”, sentenció en AS Alejandro Valverde el pasado año tras el Giro de Lombardía, su última carrera como profesional tras dos décadas (acabó sexto)

Son los cinco monumentos, carreras únicas para el ciclista. Nadie mejor que ellos para consignar lo que se siente en cada uno de ellos y decidir cuál es más singular.

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