«Trabajas mucho, pero sin resultado»: así ataca el síndrome del pensamiento acelerado por culpa del estrés y el exceso de tareas
Levantarse, coger el transporte público, trabajar, regresar a casa, todo ello con la vibración casi constante del móvil en el bolsillo y el incesante bombardeo de distintas pantallas y voces robotizadas. El estilo de vida contemporáneo (al menos, el de la mayoría de la población que en los países más ricos se acumula en las metrópolis) es intenso y frenético. Y puede terminar por pasar factura.
No es de extrañar que cada vez los problemas de salud mental sean más comunes. Sí, es cierto que cada vez hay mayor concienciación, se habla más abiertamente de ello y se abordan con más seriedad en la clínica; como también es verdad que las últimas crisis económicas y acontecimientos mundiales han incrementado la inseguridad y competitividad de muchas personas, obligadas a mantener en todo momento la productividad para asegurar su propia subsistencia.
«No es de extrañar que pueda aparecer en cualquiera»
A semejanza del bombardeo sensorial que las personas experimentamos en el entorno que habitamos, muchas personas pueden notar que en ocasiones sus pensamientos se suceden con una velocidad y un ritmo imparables. Tal y como explica a 20Minutos Carlos Sánchez Polo, Psicólogo General Sanitario en la Universidad de Comillas y psicoterapeuta en el Instituto Psicológico Cláritas, este fenómeno es lo que damos a llamar síndrome del pensamiento acelerado.
«Es un patrón de pensamiento ineficaz, ya que se caracteriza por una producción intensa de contenidos que escapa a la comprensión. Una constante asociación de ideas que no desembocan en conclusiones», concreta. «El resultado es mucho trabajo y poco resultado».
Hay que destacar que no se trata de una ‘enfermedad mental’ en sí misma, sino más bien que es un signo de un malestar más profundo, sea de consideración clínica o no: «Se trata de un síntoma y no de un trastorno. Es la consecuencia de un problema», matiza Sánchez. «Puede aparecer en circunstancias no clínicas: si estamos expuestos a muchísimo estrés (por ejemplo, si estamos a cargo de una empresa, tenemos problemas familiares y el país está sumergido en una profunda crisis que afecta a la calidad de vida), no sería de extrañar que esta sintomatología pueda aparecer en cualquier persona, aunque quizás no de forma evidente».
Aún así la taquipsiquia, como se conoce técnicamente a este síndrome, sí puede aparecer ligada a ciertos trastornos: «Muchas veces», dice el experto, «es un síntoma característico de trastornos bipolares y de tipo psicótico. En estos casos, se hace esta distinción clínica porque no siempre responde a estresores objetivos, de forma que la persona expresa este síntoma de manera frecuente, duradera y excesivamente intensa».
«Tiene un impacto negativo en nuestra autoestima»
«Es importante no confundirlo con los pensamientos intrusivos y recurrentes propios de los trastornos de ansiedad», especifica Sánchez, «en los que nos anclamos a contenidos y preocupaciones. Aquí eso da igual, aquí el problema es la manera en que se expresa el pensamiento: esa aceleración que deriva en ideas inconexas y que no tiene ninguna funcionalidad».
De hecho, en este sentido, es distinto a «sumergirnos en una preocupación limitante»: la consecuencia, más bien, es un discurso desorganizado, que no nos permita acceder a ideas coherentes o que nos dificulte expresar lo que necesitamos en ese momento».
Lógicamente, a la larga vivir pensando de esta manera puede tener un efecto importante en el día a día. Como apunta el psicólogo, «Afecta en la resolución de problemas rutinarios, en el acceso y en el correcto funcionamiento que nos exige un empleo, en nuestras relaciones familiares, personales, de pareja… Y todo ello con un impacto negativo sobre nuestra autoestima»
«Es una estrategia de nuestra psique»
La taquipsiquia no es quizás exclusiva del mundo actual, pero ciertamente se relaciona con la forma que ha venido tomando (al menos, en la esfera occidental): «Estamos inmersos en un estilo de vida donde estamos mucho más bombardeados de estímulos que antes. Hace décadas, había un tiempo y espacio del día para leer el periódico, para contestar al correo; ahora la exposición a estímulos es constante. Como estrategia de adaptación al ambiente, los seres humanos nos hemos vuelto mucho más acelerados», argumenta Sánchez.
Esto no quiere decir que, necesariamente, vaya a aparecer en todo el mundo que vive en estas condiciones: «Como en la mayoría de cuestiones de salud mental, las problemáticas suelen ser el resultado de una interacción entre el individuo y el ambiente. Cuando el entorno interacciona con predisposiciones de ciertos individuos, el resultado puede ser una intensificación de este síntoma».
«Es un patrón de gestión vital que tiene hasta un punto adictivo»
«Podría incluso verse como una estrategia de nuestra psique para lidiar con el malestar. Es un patrón de gestión vital que tiene hasta un punto adictivo. Nos volvemos dependientes de ese estilo de vida acelerada, puesto que cuando paramos nos invade el malestar», dice el experto, si bien clarifica que esto último es tan sólo una hipótesis personal.
«A veces, ciertos cambios vitales pueden ser suficientes»
Sea como sea, el abordaje va a depender necesariamente de cual sea el problema de fondo que lo está originando. No es lo mismo cuando la taquipsiquia se da como respuesta a una situación de estrés que cuando forma parte del cuadro sintomático de una enfermedad psiquiátrica.
Al respecto, Sánchez comenta que «cuando estamos ante un trastorno bipolar o psicótico, el tipo de tratamiento será la farmacología acompañada de la psicoterapia. Desde ahí se darán con técnicas específicas que permitirán en trabajar toda la sintomatología asociada al problema, entre ella la taquipsiquia». No podemos esperar una remisión definitiva del signo si no hay una estrategia que se ocupe de la causa.
«En cuanto al síntoma en cuestión, el abordaje irá orientado a identificar y trabajar sobre los estresores que pueden estar motivando ese pensamiento acelerado. A veces, ciertos cambios vitales pueden ser suficientes para trabajar este síntoma». Según especifica, en los individuos sin ningún tipo de trastorno diagnosticado esta es la línea a seguir.
«Se trata de rebajar al máximo los elementos disruptivos a los que está expuesto la persona, de incorporar técnicas de relajación, actividades diarias de descanso, evitar la sobreestimulación promovida por el exceso de información, introducir el mindfulness para aprender a conectar con el aquí y ahora, entrenar desde la expresión verbal y emocional la forma en que el individuo narra los sucesos, entrenamiento en habilidades sociales…», resume Sánchez.