Stefko, David, Javier, Rubén… las cuatro historias detrás de los cuatro fallecidos en la explosión de la calle Toledo
Una fuerte explosión de gas provocó este pasado miércoles el derrumbe de parte de un edificio en la calle Toledo de Madrid y dejó cuatro fallecidos y diez heridos. Estas son las cuatro historias detrás de la tragedia acaecida en pleno centro de la capital de España.
Un inmigrante búlgaro que se encontraba en la oficina de Cáritas
Fallecido en la explosión de gas que destrozó ayer parte de un edificio en la calle Toledo de Madrid, el ciudadano búlgaro Stefko Ivanov, de 46 años, en el momento de la explosión se encontraba en el despacho de Cáritas de la planta baja de ese inmueble, según confirmaron fuentes policiales.
Según un amigo de la víctima, entrevistado por El Mundo, llevaba 15 años en España y había trabajado como albañil.
Este hombre, vecino de Fuenlabrada, que en un primer momento se informó de que era octogenario, no habría muerto en la calle como se pensaba, sino en esta oficina de Cáritas en la que estaba por motivos que de momento se desconocen. El despacho pertenece al complejo sacerdotal en el que había otras estancias y residencias del Arzobispado.
Un joven sacerdote que había sido ordenado hacía siete meses
Pérez Alaya fue ordenado sacerdote el pasado mes de junio, con 36 años, por el cardenal Carlos Osoro y aseguraba que “la felicidad no está en vivirlo todo para uno mismo, sino en donarse a los demás”.
El cardenal Osoro ha lemantado su fallecimiento por Twitter este jueves por la mañana, agradeciendo “su vida de entragada a Cristo y a su Iglesia”.
Había ingresado, en 2011, en el seminario Redemptoris Mater, perteneciente a la congregación Camino Neocatecumenal, conocida popularmente como Los Kikos. Allí se formó durante nueve años y la parroquia de la Virgen de la Paloma y San Pedro el Real, donde se produjo la explosión del miércoles, era su primer destino.
Tras su fallecimiento, el Arzobispado de Madrid emitió un mensaje de condolencia en el que citó sus palabras pronunciadas en su primera misa en la parroquia siniestrada. Entonces, invitó a los fieles “a mirar al Señor, a confiar en él” y pidió que “cuando vengan las dificultades, gritemos al Señor”.
Tras una avería en la calefacción, decidió acudir a un amigo, el también fallecido David Santos, un electricista que trabajaba como operario en Metro. A ambos les unía pertenecer a la congregación de Los Kikos.
Aunque logró sobrevivir inicialmente a la deflagración y fue trasladado al Hospital de la Paz con pronóstico grave por quemaduras, acabó falleciendo en la madrugada del miércoles al jueves a la 1:30 horas. Le dio la extrema unción su hermano Pablo, también sacerdote diocesano.
El electricista que fue a ayudar con una avería en la caldera
David Santos, de 35 años, operario del Metro de Madrid y con conocimientos de electricidad, acudió ayer miércoles a la parroquia Virgen de la Paloma a ayudar a su amigo Rubén Pérez de Ayala y a los demás curas del edificio a arreglar una avería de la caldera.
Era un asiduo visitante de la iglesia, situada en el número 98 de la calle Toledo, junto con su mujer y sus cuatro hijos, y su confianza con el sacerdote Pérez Alaya provenía de que ambos pertenecían a la congregación Camino Neocatecumenal.
En el momento de la explosión, poco antes de las tres de la tarde del miércoles, ambos se encontraban en el edificio junto con el párroco, Gabriel Benedicto, y el sacerdote Alejandro Aravena, que se encuentran en buen estado.
Las causas de la explosión siguen siendo investigadas, pero Santos falleció en el acto. En torno a las seis de la tarde del miércoles, tres horas después de la explosión, la unidad de guías caninos de la Policía Nacional encontró su cuerpo sin vida entre los restos del edificio.
La Archidiócesis de Madrid confirmó su fallecimiento hora y media después. La congregación de Los Kikos ha querido manifestar este jueves su “profunda tristeza” tras el fallecimiento de dos de sus fieles en la deflagración del miércoles al mediodía, aunque fuentes de la congregación señalaron a EFE que “por la tarde hubiera sido una desgracia aún mayor».
El horario de mayor afluencia de gente al edificio, empleado para actividades de la congregación y de la propia parroquia, es a primera hora de la mañana y a las ocho de la tarde.
Un albañil de Toledo al que la explosión le sorprendió andando por la calle
Casi todos los días, Javier hacía la misma ruta. Partía de su localidad, La Puebla de Almoradiel, en Toledo, con destino a Madrid, donde trabajaba como albañil.
Esta semana, estaba ocupado en una obra cercana a la parroquia donde se produjo la explosión, que le alcanzó cuando caminaba por la calle Toledo, probablemente de camino o de regreso de comer.
Tenía 45 años, estaba casado y tenía dos hijos. El alcalde de su pueblo, Alberto Tostado, manifestó ayer el abatimiento que había caído sobre todo el municipio tras conocer el fallecimiento de Gandía, en su caso, a través de una concejala del Ayuntamiento y prima de Gandía el miércoles por la tarde.
Su cuerpo se ha mantenido este miércoles en Madrid para la realización de la autopsia y se prevé que el jueves pueda ser enterrado en La Puebla de Almoradiel.