Sólo la mitad de las mujeres que congelan sus óvulos acaban utilizándolos
A sus 35 años, con un trabajo estable y tras haber roto con su pareja tras 12 años, Esther Corral no tenía claro si quería ser madre, por lo que decidió congelar sus óvulos, una opción por la que se decantan cada vez más mujeres ante las presiones sociales de su entorno para que sean madres, pero sólo un 50% acaban utilizándolos.
«Era una apuesta para el futuro, para estar tranquila, por si el día de mañana decidía ser madre«, se sincera Corral en una entrevista a Efe, en la que reconoce que no sabe aún que hará con ellos.
En un momento en que cada vez nacen menos niños en España -en el primer semestre de 2022 nacieron 159.705 bebés, la cifra más baja desde que el Instituto Nacional de Estadística tiene registros- y las mujeres se quedan embarazadas más tarde -en una media de 31,5 años-, el número de mujeres que, como Corral, optan en España por congelar sus óvulos para preservar su fertilidad no para de crecer.
Según los últimos datos disponibles de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), 4.369 personas vitrificaron sus óvulos en 2019, diez veces más que en 2009, cuando se registraron 2.174 vitrificaciones.
Según ha explicado a Efe el ginecólogo del Servicio de Medicina de la Reproducción de Dexeus Mujer, Pedro Barri, «aunque la congelación de óvulos se planteó inicialmente como una solución para la infertilidad médica, la preservación de la fertilidad por razones sociales está aumentando cada vez en España».
En España, la congelación de óvulos está cubierta por la Seguridad Social en caso de pérdida de la capacidad fértil por enfermedad -cáncer o endometriosis, entre otras-, pero no cubre el tratamiento por motivos sociales, que en este caso debe hacerse en clínicas privadas y cuyo precio oscila entre los 2.000 y los 3.000 euros.
Entre estas razones sociales, el doctor Barri destaca «la exigencia de más estudios que retrasan la incorporación al trabajo, la penalización profesional, la precariedad laboral, la falta de políticas de conciliación o la poca estabilidad de las parejas y el número elevado de separaciones».
Así lo confirma a Efe el director de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), Juan José Espinós, quien asegura que «el perfil mayoritario es el de una mujer con una vida profesional en desarrollo, que es consciente de que su fertilidad se agota y que, aunque quiere ser madre, no considera que ese sea su momento«.
Corral se decantó por congelar óvulos tras ver que en aquel momento no tenía pareja estable, no sabía si en un futuro querría ser madre y tenía unos ciclos menstruales irregulares.
Sin embargo, reconoce que la presión del entorno y la educación de la sociedad le influyeron en la decisión: «Veía que todas mis amigas estaban casadas y embarazadas y también mis padres me preguntaban constantemente cuándo tendrían un nieto».
«La sociedad te inculca eso, que debes casarte, tener una hipoteca e hijos», lamenta Corral.
La preservación de la fertilidad está aumentando cada vez más en España por presiones sociales»
Actualmente, con 40 años, Corral no ha utilizado sus óvulos, aunque asegura que este año decidirá qué hacer con ellos porque dice ser consciente de «los riesgos de un embarazo tardío a partir de los 40″, entre los cuales se encuentran el aborto, la hipertensión, la eclampsia o la diabetes gestacional.
Según Barri, el porcentaje de mujeres que utiliza sus óvulos congelados no va más allá del 50% porque muchas encuentran otra pareja con la que tener hijos o finalmente deciden no tenerlos.
Por otro lado, «aunque lo ideal es que las mujeres tengan sus hijos antes de los 35, actualmente el perfil de edad de las mujeres que congelan sus óvulos suele ser diferente al ideal y muchas mujeres acuden a nuestros centros más allá de los 38, cuando la rentabilidad de los óvulos es claramente inferior», según el director de la SEF.
Mucha publicidad
Leila Mohammadi, autora de una tesis doctoral sobre las estrategias de comunicación persuasiva de las clínicas de fertilidad, denuncia que «éstas aprovechan para responsabilizar a las mujeres del retraso de la maternidad haciendo que se sientan culpables por no congelar óvulos».
«La sociedad no debería poner toda la responsabilidad en la mujer cuando se trata de una responsabilidad colectiva, de un problema social, no individual», explica Mohammadi a Efe.
Mohammadi señala asimismo la «falta de transparencia de algunas clínicas», que tienden a «vender la tasa de éxito de este tratamiento como si fuera del 80%, aunque está demostrado que esta técnica no garantiza siempre el embarazo y que por cada óvulo congelado existen un 8% de posibilidades de que la mujer quede embarazada».
Según Mohammadi, «este tipo de publicidad engañosa es más grave si se tiene en cuenta el elevado coste de este proceso».
«Cuando congelé mis óvulos tenía una muy buena situación económica», comenta Corral, que reconoce que «muchas mujeres jóvenes no tienen el dinero suficiente como para tener un hijo pero tampoco como para plantearse congelar sus óvulos».
«Sería una buena opción que se pudiera subvencionar este tratamiento«, opina Corral.
Sin embargo, Mohammadi considera que en vez de políticas para incentivar la preservación de la fertilidad, «faltan políticas públicas para resolver problemas de fondo y evitar que las mujeres recurran a esta opción».