Sandra Sánchez: «Sentí adrenalina hasta la última medalla»
Un antes y un después en la historia del kárate. A sus 41 años, este 2022, Sandra Sánchez ha dicho adiós a la competición como la mejor de siempre. El oro en Tokio, dos Mundiales, siete Europeos, etc. Un palmarés tan inabarcable como su energía. «¡Yo es que creo que siento mucho!», les decía a sus padres de pequeña. No formó parte del equipo nacional hasta los 32 años y se despide hasta con un Récord Guinness. «Un fuego interior» la llevó a Japón, donde se empapó de su cultura entre senséis. La talaverana, inquieta, en Madrid (Mundiales de 2019), se alzó por encima del Imperio del Sol Naciente. Le cayeron unas lágrimas que ahora transmite a través de un buen puñado de proyectos: seminarios alrededor del mundo, libros, un documental, clases online…
Bélgica, Estados Unidos, Japón… Cuando alguien se retira, suele buscar tranquilidad. No parece su caso.
Parece que no, pero la tranquilidad llega. Sobre todo, mentalmente. Ya no me levanto por las mañanas con la presión de tener que ganar el próximo campeonato. Para mí, eso es tranquilidad. Me embarco en mil proyectos y tiempo libre no tengo (risas), pero tranquilidad a nivel de presión mental, sí.
¿Es lo que buscaba?
Es una decisión que se tiene que pensar mucho. Busqué el mejor momento. No sé si sólo buscas la tranquilidad. Sentía mucha presión siendo número uno, porque te exiges estar siempre ahí, pero también quería vivir el kárate desde otra perspectiva. Poder transmitir, viajar, estar con la familia, la gente, etc. Quería dejar de sentir esa sensación de culpabilidad si algún día me apetece acostarme un poco más tarde, por ejemplo. Ahora puedo disfrutar del kárate, pero de otra forma.
No hay muchos deportistas que se retiren siendo los mejores del mundo…
No estoy en la cabeza de los demás, estoy en la mía y no es fácil. Es una decisión meditada, pero, como todo, supone una montaña rusa de sentimientos. Hay momentos en los que me digo: «¿Y si participo en el próximo campeonato?». Te da esa cosa… y aún tienen que llegar mis primeros Europeos o Mundiales desde la grada. A veces, cuando se está disputando un torneo, le pegunto a Jesús si cree que hubiera podido ganarlo. Soy consciente de que son sentimientos que tengo que pasar. No me pido a mí misma no sentir nada, sé que voy a tener que pasar por esos sentimientos, no sé si de tristeza, de nostalgia o de querer estar allí. Tengo que sentirlos, superarlos y, luego, vivir otras cosas.
Realmente, usted entrena como si siguiera en activo. ¿Eso le ayuda?
Sí. Me hace sentir bien. A mí lo que me gusta es entrenar, exigirme. Sé que tengo unas condiciones físicas y una energía dentro de mí que necesito utilizar. En los seminarios que ahora doy soy 100% activa, la gente me ve hacer los katas, todos los ejercicios que les enseñamos. Yo quiero que me vean bien, que cuando vean a Sandra no piensen que ya no estoy igual, quiero que piensen que Sandra mola. Me gusta estar en forma y quizá eso hace que eche un poquito menos de menos el competir.
Porque lo echa de menos…
Sí, claro que sí. Es verdad que la competición tiene ese punto de presión y nervios que no se echan de menos, pero también tiene esa parte de adrenalina que es difícil de conseguir de otra forma. Ese puntito de salir al tatami, de ganar, que también es una sensación que gusta. En los seminarios, hay esa cosa de salir delante de la gente. Me miran, quiero hacerlo bien y con ello mato un poquito el gusanillo.
Con tantas medallas seguidas, ¿sintió esa adrenalina hasta la última?
Sí. Cuando me decís que conseguí muchas medallas, a mí no me parecen tantas. Llegué al equipo nacional con 32 años y empecé en el kárate con cuatro. Eso significa que estuve muchos años perdiendo. De hecho, estuve muchos más años perdiendo que ganando, la balanza sigue de ese lado. Para mí, no son suficientes. A mí, la oportunidad me llegó cuando se supone que las oportunidades ya no llegan. Entonces, lo disfrutaba todo al máximo, como si estuviera en un sueño. Es como si te dan la pulsera VIP en un parque de atracciones y, de repente, todo es tuyo. Yo toda esta etapa la he vivido así, sacándole el máximo partido a cada campeonato.
¿Los sueños tienen fecha de caducidad? ¿El suyo la tenía?
Mi sueño no era entrar en el equipo nacional, no era un objetivo tan claro. Tenía la sensación de que podía sacar mucho más de mí misma, de que podía ser mejor karateca, independientemente de los resultados. Tenía una sensación en mi interior, no sé cómo explicarla, de que podía hacerlo muy bien. Y esa sensación no se apagaba nunca. Era consciente de mis cualidades y quería sacarlas, sacar partido de ese fuego interior. Entrar en el equipo nacional era la vía para poder hacerlo, pero no era el objetivo, el sueño en sí. Por eso, puede ser, no me cansé nunca.
Hablemos de sus nuevos proyectos. ¿Ya me puedo dirigir a usted como escritora?
No, no (risas). No quiero decir que soy escritora porque no sería real. Igual que te digo que soy consciente de que tengo unas cualidades físicas y una energía inagotable, soy consciente de mis limitaciones. Para escribir los libros, me apoyé en gente profesional que sabe de esto. Yo puedo aportar mi parte de kárate, de experiencia vital, de inspiración, pero el plasmarlo en un papel se lo dejo a los escritores de verdad.
Independientemente de ello, sí hay cierta catarsis en Kat (personaje principal), ¿no?
Sí. A veces no eres consciente de cuántas emociones y cosas guardamos en nuestro interior. Ahora, que también estamos preparando un documental, tengo que echar para atrás y mirar dentro para empezar a contar cosas. Revives muchos sentimientos que parece que no estaban y se quedan guardados en algún rinconcito. Es bonito y, a veces, también duro, porque ha habido momentos difíciles, pero me gusta ser consciente de todo lo que he tenido que vivir.
¿Un documental? Eso no lo tenía anotado…
¡Sorpresa! Pues sí, estamos trabajando en ello. La idea es que no sea un documental sólo sobre la vida de Sandra, queremos transmitir kárate, qué siento cuando hago un kata, qué es un kata, que la gente pueda entender más de este arte marcial y todo lo que transmite.
Chikara es su otra gran apuesta. Clases de kárate online, ¿cómo se le ocurrió?
Cuando aún estaba compitiendo, nos llamaban para muchos seminarios (a Sandra y a Jesús del Moral, pareja y entrenador). No podíamos acudir a todos por la exigencia de los entrenamientos. Ahora, sí que estoy yendo a muchos, pero soy consciente de que nos seguimos dejando fuera a mucha gente que quiere entrenar con nosotros, pero que no tiene acceso. Estamos viajando mucho y no podemos estar en todos los países del mundo. En su día, yo quise viajar a Japón para poder entrenar con diferentes senséis y, pese a conseguirlo, no fue fácil. Queremos facilitar ese proceso. Hoy, con las nuevas tecnologías, eso está a nuestro alcance. La gente podrá hacer los ejercicios con nosotros, pero también hablar, preguntar… quiero ser cercana, no quiero que la gente me vea como algo intocable. Jesús tiene una cabeza privilegiada, es un genio de este deporte, y creo que hacemos un tándem perfecto. Vamos a utilizar eso para algo positivo, pensamos. En enero será la primera clase y estoy con mucha ilusión, muchas ganas y mucho trabajo.
¿Qué es lo primero que les dirá a sus alumnos?
Gracias, seguramente. Gracias por estar ahí, por seguirnos, por apoyarnos… Espero que podamos sembrar una semillita en su interior y que su kárate siga creciendo y les haga crecer como personas. Y luego, ¡a entrenar!
En su caso, asistió a las primeras clases con cuatro años, pero pudo ser bailarina.
Mis padres buscaban tener una actividad extraescolar. Eran otros tiempos y mis padres pensaron que a mí me podía gustar el baile y a mi hermano, el kárate. Yo tampoco sabía muy bien qué era el kárate. Veía Bola de Dragón con mi hermano y me peleaba con él, pero no tenía un concepto muy claro. Era más que, si a mi hermano le dejaban hacer algo, pues a mí también. Era más la envidia de hermana menor. Así empecé y me enganché. Mis padres tampoco pusieron ninguna pega.
¿Cómo era la Sandra alumna?
Jesús siempre me dice que, si me hubiera tenido de alumna de pequeña, me hubiera echado de clase. Soy muy disciplinada para entrenar y me puedes mandar mil repeticiones de lo que sea, pero también soy muy contestona y lo pregunto todo. Y dentro del kárate hay ese respeto que la cultura trae desde Japón. Yo, en ese sentido, era un poco rebelde. Una cosa es el respeto y otra, la sumisión, pensaba.
Bueno, usted no le puede hacer más honor a la esencia del kárate (“el camino de la mano vacía”).
Siempre he sido consciente de que quería empaparme de la cultura japonesa. Creo que lo que se transmite en el kárate va 100% unido a su cultura. Su no te empapas de su día a día, nunca lo vas a poder entender, más allá de una defensa personal. Se debe entender como una filosofía de vida. Yo he querido entenderlo y ser parte. Eso cala en ti 24 horas al día y en cómo eres como persona.
“No vales, no es tu camino, ya no es tu momento”, tuvo que escuchar. Aquellos que se lo decían… ¿Le han pedido perdón?
La verdad es que no. Alguna vez he pensado que me hubiera gustado, porque, además, yo no guardo rencor a nadie. Mi kárate tampoco era igual hace 10 o 15 años, he evolucionado y he aprendido. Lo que sí me ha pasado muchas veces es que mucha de esa gente se me ha acercado para decirme «¡yo lo sabía!», y te quedas con una cara de circunstancias… pero bueno, ya está. Les dejas decir y listo. No voy a entrar. Me ha pasado más lo contrario. «Me alegro por ti porque en ese momento no lo supimos ver», esa frase no la he escuchado.
Los katas Kururunfa y Suparinpei son sus favoritos. ¿Por qué?
No es que sean mis favoritos. Dentro del kárate hay estilos y yo empecé Goju Ryu. Esos dos katas son de ese estilo y siempre los he sentido como parte de lo que he hecho desde niña. Pero con el resto de katas, como papuren, he ganado Europeos, Mundiales, Juegos… ahora ya no puedo elegir, es como elegir a uno de tus niños.
¿Qué siente al realizarlos?
Hay mucha gente que cree que no pensamos durante la ejecución, pero yo sí lo hago. Me meto mucho en lo que quiero transmitir, en lo que significa cada uno de los movimientos, en dejar que toda mi energía fluya y transmitir mi mundo interior. «¡Yo creo que siento mucho!», le decía a mi padre de pequeña.
Hablando de sus padres, el oro en Tokio estuvo muy bien, pero creo que nunca ha llorado tanto como en Madrid…
A ver, los Juegos son los Juegos y un oro olímpico es lo más, pero es que cuando gané en el WiZink era la primera vez que ganaba un Mundial. Era la primera vez que ganaba a Japón, en un pabellón lleno hasta arriba. Darte la vuelta y ver a mis padres llorando, a mi hermano… todos sabían la historia que hemos vivido. Explotan las emociones. Yo no lloré por ganar, lloré por verlos llorar a ellos. En los Juegos tenías el sentimiento de ganar, pero te dabas la vuelta y allí no había nadie (risas).
Y de las medallas a los reconocimientos, como este premio AS. ¿Qué supone para usted?
Los premios significan que he conseguido, con mi trabajo y mi esfuerzo, hacer algo que le ha llegado a la gente, que tiene un valor y que, a través de ese premio, lo valoran. Me siento orgullosa, es precioso que se te reconozca ese día a día. Y hago participe a Jesús y a la familia, porque sé que no llegarían estas recompensas sin toda la historia que hay detrás.