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Retrato de una crisis: la condena futbolística del Barça

Si el Madrid y el Barça son vasos comunicantes entre sí, pocas veces estuvieron tan lejos. El Clásico de Riad fue la constatación de la salud pletórica de los blancos y la decadencia de los blaugranas, desnortados por intentar jugar a una cosa que ahora mismo le queda muy grande. No se ve un convencimiento táctico en el plan de Xavi. Pretende ser un equipo que presiona arriba, en alusión al viejo Barça, sin de verdad creérselo. Quiere controlar el juego y tener al mismo tiempo amplitud y verticalidad sin ser capaz de cumplir en ninguno de estos aspectos. Su crisis de identidad alcanza a todos los planos y le expone ante casi cualquier rival, una tendencia que se ha agudizado en los últimos pasajes del curso sin que nada tenga que ver con una supuesta falta de compromiso general. Atendiendo a la estadística, ha encajado la misma cantidad de goles en sus últimos ocho partidos en todas las competiciones (17) que en sus 20 anteriores (otros 17). Con el Madrid y otros gallos enfrente, como se manifestó en la Supercopa, su vulnerabilidad se multiplica.

El Barcelona transmite una sensación de debilidad alarmante. Xavi invoca a Cruyff mientras el guion le coloca como el malo de la película. El técnico se ha entregado a un principio futbolístico que su equipo no tiene argumentos para defender en esta instancia. La insistencia de realizar una presión alta rompe al bloque porque no la orienta bien, los jugadores no aprietan lo suficiente y la distancia entre líneas se hace visible. En LaLiga ha sumado 160 recuperaciones en el último tercio del campo, las mismas que el Madrid, pero muy lejos de las 215 del Athletic y por detrás de las 182 del Sevilla, 169 de la Real y 168 de Osasuna. Son datos menores a los que debería tener un equipo que busca hacer de la presión alta una filosofía de vida. Al final, Xavi sitúa el bloque muy lejos de su portería dejando amplios espacios a la espalda de su línea defensiva. Una extravagancia que le penaliza merecidamente. En ese contexto, se convierte en una pieza de cazar muy fácil para los adversarios.

Si la presión es su mayor problema, tampoco habla muy bien de su rendimiento su propuesta con balón. Todo está vinculado entre sí. Como no pierde el balón de la mejor manera posible, queda fatalmente expuesto para presionar tras esa pérdida. A su posesión le falta orden y evitar los excesivos errores individuales. La pelota pasa más tiempo de lo que debería en los costados, con poco hilo interior entre líneas. Le han quitado hasta la bandera de la posesión. Que hasta seis equipos de las grandes ligas promedien más pases por secuencia es una señal de que algo no anda bien. Da igual que Xavi apueste por tres delanteros o cuatro centrocampistas; el resultado es el mismo. Ya no está Busquets, se ha lesionado Gavi y Pedri siempre anda renqueante. Al Barça le conviene acercar a Gündogan a la frontal del área rival y no verle tan atrás, pero Xavi le ha retrasado porque considera que no tiene otra. Asimismo, se supone que una medular con De Jong, el propio Gündogan y Pedri va sobrada de calidad y entendimiento del juego, pero hasta ahora su nivel en conjunto ha sido muy desigual. Es más, cuando los tres han partido como titulares (siete partidos), el Barça promedia un paupérrimo 43% de victorias, 1,3 goles a favor y 1,4 goles en contra; cuando los tres no actúan juntos, las cifras mejoran al 71,4% de triunfos, 2,1 goles a favor y 1,1 goles en contra.

Al testimonio preocupante que expresa su juego le acompaña un mal endémico en las áreas. Es esta la principal justificación de Xavi para explicar el deterioro del Barça este curso. En parte, la razón le asiste. Su déficit de jerarquía en la finalización en ataque y en la custodia de su portería queda refrendado en los números. Tendría que haber marcado ocho tantos más de los que lleva entre todas las competiciones según el parámetro de estadística avanzada de goles esperados — asigna una probabilidad de que una ocasión sea gol—. Lewandowski, por ejemplo, debía haber metido cuatro tantos más en LaLiga. Atrás, el Barça también tendría que haber recibido casi dos menos, pero esta cifra adquiere más sentido cuando se compara con el dato de que la campaña anterior tuvo que encajar prácticamente diez más de los que registró. Las áreas hacen más grande la herida del Barça, pero su condena es el juego.

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