¿Qué son exactamente los preliminares? La razón por la que el concepto está obsoleto
En las últimas décadas, la sexología ha venido revisando muchos de sus paradigmas, en gran parte de la mano de movimientos sociales como el feminismo o la comunidad LGTBI+ que han propiciado toda una revolución social en la vivencia y el entendimiento de la sexualidad humana. Esta reconceptualización afecta, incluso, a la propia definición de las relaciones sexuales y de sus diferentes fases y elementos.
La difusa frontera de los juegos preliminares
Tradicionalmente, se ha entendido que el centro de las relaciones sexuales ‘completas’ (como a menudo se han calificado) era la penetración heterosexual con el fin de alcanzar el orgasmo (y, específicamente, el masculino). Bajo esta concepción, que emana directamente de una lógica reproductora, es fácil entender el concepto de juego preliminar: toda práctica de índole explícitamente sexual destinada a ‘preparar’ esa culminación de la relación. Así, podría incluir cualquier forma de estimulación manual, oral, visual… y su función sería en este contexto generar y aumentar la excitación en ambas partes y asegurar los cambios procesos fisiológicos (erección, lubricación) que permiten que la penetración sea placentera.
Hay que reconocer, de hecho, que esta conceptualización de las relaciones sexuales aún persiste en gran medida, y que por tanto es muy común que el término se siga usando de esta manera en la actualidad (sobre todo fuera de contextos académicos o técnicos).
No obstante, poco a poco se va abriendo camino otra forma de conceptualizar las relaciones sexuales (gracias, en buena parte, a la visibilización de supuestos que no encajan en la lógica reproductora, como son las relaciones homosexuales, las grupales o en las que intervienen personas transgénero). Cuando no hay penetración en la relación o esta pierde su papel central, o cuando la búsqueda del orgasmo (o de un único orgasmo) no es el objetivo último, es más difícil distinguir una práctica principal y una preparación para ella.
Por eso, cada vez parece más apropiado pasar a entender las relaciones sexuales como un juego erótico continuo que tiene como fin último el disfrute de los participantes a lo largo de toda la duración del encuentro y por cualquier medio escogido, sin que ninguna parte del proceso sea más importante que otra.