Qué es el gain of function, la polémica técnica de investigación que permite crear virus más peligrosos en el laboratorio
Si los humanos hemos sobrevivido a través de los milenios y hemos proliferado como lo hemos hecho en la tierra, es por nuestra capacidad de adaptación como especie. Al menos hasta ahora, hemos sabido encontrar soluciones para casi cada amenaza existencial que se nos ha puesto en el camino. Pero… ¿Qué pasaría si pudiéramos adelantarnos a tribulaciones que ni siquiera conocemos aún? ¿Y si la tecnología para hacer eso representara un peligro en sí misma?
Estas son algunas de las luces y las sombras de una joven, polémica y misteriosa técnica de investigación en biología. Es lo que conocemos como gain of function.
«Puede dar pistas a un bioterrorista»
Para entender en qué consiste exactamente el gain of function, 20minutos se ha puesto en contacto con Sonia Zúñiga, investigadora del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
Lo primero que aclara esta experta es que el gain of function se emplea a menudo sin que ello haga saltar ninguna alarma. «En biología es bastante común», dice. «Consiste en cambiar las propiedades de un organismo, modificando una proteína o un gen, y conferirle una ventaja. Esto nos permite, por ejemplo, hacer que un determinado cultivo sea resistente a plagas sin necesitar pesticidas químicos».
El potencial que tiene esta tecnología es obvio, pero también lo son algunas implicaciones ciertamente inquietantes: «En el caso que hemos dicho, el gain of function no preocupa tanto. Todos vemos a priori la ventaja que eso puede tener. Pero la cosa cambia cuando se aplica a lo que llamamos ‘tres P’: patógenos con potencial pandémico«.
En este contexto, comenta Zúñiga, el gain of function resulta preocupante para ciertos sectores de la comunidad científica porque «dispara potencialmente el riesgo del ‘uso dual’ de la investigación (en inglés, dual-use research of concern). Al hacer esto, podrías estar dando pistas a un posible bioterrorista sobre cómo crear un patógeno más peligroso».
«Son preguntas científicas legítimas»
Según narra la experta, la conciencia de este peligro se remonta al año 2012, con un caso paradigmático que ilustra el dilema que el gain of function presenta. «En ese año», dice, «dos laboratorios muy buenos y de mucho prestigio en el campo publican unos resultados sobre una investigación con un virus de la gripe».
«Había datos de que una cepa determinada de gripe aviar podía infectar a humanos, y que cuando lo hacía (directamente desde las aves alcanzaba una mortalidad cercana al 60%. Así que la pregunta científica que estos científicos se hacen es si este virus podría de alguna manera transmitirse entre humanos (que se supiera, sólo lo hacía de aves a humanos), y experimentaron para adaptar el virus de manera que pudiera hacerlo».
«Lograron adaptarlo a hurones y que se transmitiese entre ellos, e identificaron las mutaciones que lo hacían posible. Esto permitía saber qué cambios genéticos había que monitorizar y vigilar para prevenir una posible pandemia: se trataba de una pregunta científica legítima», añade. «Pero muchas voces advirtieron de que la publicación de estos resultados podían dar ideas a un posible bioterrorista».
«Proporciona información muy valiosa»
A partir de este momento, las autoridades científicas comenzaron a regular seriamente esta técnica de investigación, y, según Zúñiga, «se consideraron como potencialmente pandémicas enfermedades como algunas cepas de la gripe y dos coronavirus, el SARS y el MERS. Desde entonces, los estudios con estos virus están siempre sometidos a una vigilancia extra, para evitar este tipo de cosas. Pero esto no es tan sencillo».
Para explicar la utilidad de este tipo de investigaciones, a priori peligrosas, la experta recurre al caso ubicuo por excelencia: «Cuando con el virus actual se quiere estudiar si es posible que aparezcan cepas resistentes por ejemplo a los antivirales disponibles, se está haciendo un gain of function. Se pasa el virus en presencia de este compuesto hasta tener una cepa resistente al mismo: luego se identifican los cambios genéticos y se alerta para que, si se encuentra un virus en la naturaleza que tenga dichos cambios, se sepa que ese medicamento no es efectivo contra él».
«Esto no es blanco ni negro, sino que es gris»
«De hecho esto se ha hecho toda la vida con otros virus como el de la Hepatitis B, y proporciona una información valiosísima, que ayuda a tratar mejor a los pacientes», apostilla. «Pero en el caso del SARS-CoV-2 preocupa por su potencial pandémico».
«Esto no es blanco ni negro: es gris. La comunidad científica, mayoritariamente, lo que dice es que hay que evitar hacer estos experimentos gratuitamente; que el beneficio debe ser siempre mayor que el posible perjuicio y que deben estar siempre muy vigilados. Hay que controlar que siempre se realicen en las condiciones de seguridad adecuadas y que sean totalmente transparentes», defiende.
«El riesgo se minimiza todo lo posible»
Para garantizar estas condiciones de seguridad, se requiere que los laboratorios en los que este tipo de investigación tiene lugar cumplan con una serie de características muy específicas.
«Hay una lista conocida como select agents«, cuenta Zúñiga, «que incluye algunos como el SARS-CoV-1, el ébola o el bacilo del ántrax. Los laboratorios que trabajan con estos virus están sometidos a unas inspecciones muy rigurosas por los Centros de Control de Enfermedades, y si no está muy claro que cumplen con todos los requisitos (no ya de bioseguridad para que no haya escapes, sino también biocustodia: cómo se protegen las muestras, quién tiene acceso a ellas, cómo se aseguran los antecedentes del personal, cómo se evita que entren personas ajenas…) no se da autorización».
«El riesgo cero no existe«, admite esta investigadora, «pero esta es la manera de asegurar que se minimiza todo lo posible el riesgo de que haya algún problema o algún escape fortuito».
«Que el coronavirus sea un gain of function es difícil»
Llegados a este punto, es hora de hablar del elefante en la habitación. Se ha teorizado mucho sobre los posibles orígenes del SARS-CoV-2, el patógeno causante de la pandemia que aún sigue activa en todo el mundo, y hay quienes han sugerido que el SARS-CoV-2 podría haber salido de un laboratorio. Incluso, que sería el resultado (accidental o intencionado) de una investigación gain of function.
Sin embargo, Zúñiga explica por qué esta hipótesis resulta poco verosímil. «Tiene más de teoría de la conspiración que de realidad», argumenta. «Pero cualquier científico te va a decir, y creo que toda la comunidad científica está de acuerdo en esto, que hay que conocer el origen del SARS-CoV-2 tanto si es animal (como los datos parecen apuntar) como si no. Hay que saberlo a ciencia cierta».
«Y eso implica investigar cualquier posibilidad. No seríamos científicos si nos cerráramos y no abriéramos la mente a cualquier opción. Ahora bien, que se haya creado en un laboratorio es muy difícil, y que se haya creado en un gain of function sabiendo lo que iba a hacer es aún más difícil«, concluye.