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Primer fin de semana de cierre en Madrid con dudas y un interrogante: «¿Hasta cuándo?»

Tras días de tira y afloja político marcados por la incertidumbre ciudadana, Madrid capital y otras nueve ciudades de la región viven su primer fin de semana confinadas perimetralmente para contener el avance del coronavirus. Despejada esa incógnita, los vecinos se preguntan ahora hasta cuándo durarán las nuevas medidas, y si serán eficaces.

El confinamiento urbano estaba asumido y las restricciones interiorizadas entre las personas consultadas este sábado en el poco concurrido Centro de la capital, donde a las 22:00 horas de este viernes entraron en vigor unas medidas que afectan también a los municipios madrileños de Alcalá de Henares, Alcobendas, Alcorcón, Fuenlabrada, Getafe, Leganés, Torrejón de Ardoz, Móstoles y Parla.

Un total de 4.786.948 ciudadanos residen en estas 10 ciudades en las que solo se puede entrar y salir bajo supuestos como ir a trabajar, a estudiar o asistir a mayores, menores y dependientes.

Pero la vida «sigue, de alguna forma», dice Lucía en la plaza del Callao. «Por lo menos se puede salir, podemos salir con el niño a los parques, podemos hacer más cosas, seguir yendo a trabajar. Ahora vamos a ir a un museo», comenta, junto a su familia, en contraste con el confinamiento del estado de alarma.

Sí, la vida sigue, aunque con cierta «pena», dice Lucía: «Teníamos previsto salir de Madrid para ver a nuestras familias, que no son de aquí, pero eso ya no se puede. Ojalá bajen los números, es eso, apoyar todos juntos para que los números bajen».

Con ese «espíritu», la pregunta ahora es «cuándo» acabarán las nuevas limitaciones. «Como en marzo, ¿no? Empezamos una semana, dos, cuatro, seis… Pues bueno, lo que tenga que ser», añade Lucía con resignación.

Las medidas, decretadas por el Ministerio de Sanidad y que el Gobierno de Madrid ha recurrido ante la Audiencia Nacional, se aplicarán durante 14 días naturales desde su entrada en vigor, aunque se podrán prorrogar por más tiempo si lo requiere la evolución de la situación epidemiológica.

Para Maricarmen y Sergio ese es «el gran interrogante». Son de Barcelona, de donde salieron «disparados» para llevar a Madrid ropa de abrigo a su hija, que se acaba de mudar a la capital.

«Supongo que nos dejarán salir para volver a casa, nos iremos mañana», dice Sergio. Hasta que no sean ratificadas por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, no se sancionará a los ciudadanos que incumplan las medidas.

Maricarmen «ve complicado« salir «adelante» a corto plazo. Aboga por «tener paciencia y hacer lo que nos dicen». Paciencia, también, ante la duda de cuándo podrán volver a ver a su hija.

«Eso sí» preocupa, reconoce Maricarmen. «Supongo que para Navidad, creo yo, que nos podremos volver a ver. Supongo que ella vendrá. Si puede, ¿eh? Si no, pues no sé. Ahí está el interrogante».

Para Montse, desde su bar en una de las vacías calles que confluyen en Callao, esto es la «puntilla». «Fatal, muy mal», valora las medidas que afectan a la hostelería y el comercio. «A partir de las 22:00 no podemos coger gente. Ahora ya tenemos un 75% menos de gente, y claro, de dinero, por supuesto. ¿Quién viene a cenar a las ocho de la tarde? Los extranjeros, y extranjeros no hay. Entonces a las seis de la tarde cerrar y marchar para casa, y ya a mediodía hay poca gente, a ver qué hacemos«.

A ello se suma que entre los parroquianos habituales «hay miedo», lo que ha llevado a anulación de reservas este fin de semana.

«Si seguimos así no sé si tendremos que cerrar», lamenta Montse en el distrito de Centro, plagado de carteles de «local disponible» y adonde ya podrán ir vecinos de las zonas básicas de salud de otros distritos de la capital que habían sido limitadas previamente por presentar los peores datos de incidencia.

Al sur de la región, en Móstoles, que hasta ahora no tenía ninguna de sus áreas sanitarias restringidas, han recibido las nuevas medidas con una mezcla de comprensión, porque «algo hay que hacer» para atajar los contagios, y de hastío, por la batalla política que han librado las administraciones regional y estatal los últimos días.

En el mercadillo ambulante que todos los sábados se instala, desde la pandemia, en el Parque Finca Liana, los controles de temperatura son los habituales, aunque los voluntarios de Protección Civil reconocen que este sábado «no hay tantas colas como otros días».

«Quizá sea el tiempo, que tampoco acompaña, lo que ha hecho que venga menos gente hoy. Pero estoy seguro que el miedo con las nuevas restricciones también ha influido», asegura nada más pasar el control de temperatura Juan Francisco.

Juan Antonio y Juliana, matrimonio de jubilados, coinciden con la percepción de menor afluencia, y lamentan que al final hayamos tenido que volver a las restricciones: «Muchos jóvenes no hacen caso de nada, llevan mal la mascarilla, se juntan sin cuidado».

«Al final, pagan justos por pecadores. Llevamos ya más de 14 días sin ver a nuestra hija, que es maestra, y a nuestros nietos, desde que empezaron el colegio, porque ella es muy prudente y sabe que está a lo largo del día con muchos niños», añade Juan Antonio, quien también se queja de la «vergüenza el politiqueo que se traen».

En Alcobendas, donde la mayoría de los vecinos se han enterado «por la tele» de que ya pueden circular por toda la localidad, dejando al margen las limitaciones por zonas sanitarias que los últimos 14 días afectaron a las áreas de La Chopera y Miraflores, también se afea el clima político.

Ana, vecina del municipio, duda sobre «si las medidas son buenas o malas», aunque cree que lo «prioritario» es reforzar el sistema sanitario y los controles en el transporte público, porque «estar en casa está muy bien, pero si te pones enfermo no puedes llamar a nadie ni tienes un médico que te atienda», asevera.

Mientras en el casco histórico Isabel y Matilde cuestionan la eficacia de que las restricciones sean en localidades concretas, Magali es más positiva y cree que «es necesario y vale la pena» implantar restricciones solo en las zonas más afectadas, porque «se va a proteger a las otras personas que están fuera».

Amador alza la voz en uno de los corrillos de jubilados que cada mañana se reúne en la plaza del pueblo -sin sobrepasar, estos días, las seis personas, denominador común para toda la región- para advertir airado que «por supuesto que todo esto es una cuestión política» y que esto acabará «hundiendo» al empleo.

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