Por qué Pelé cambió la historia
Pelé es eterno. Pero antes de que la leyenda fuera creada, Pelé nació Edson Arantes do Nascimento. Y Edson, que durante toda la vida habló de Pelé en tercera persona, fue un ser humano. “Pelé es perfecto, Edson es una persona como otra cualquiera”, solía decir.
Pelé eraPelé. Después de una década luchando contra graves problemas físicos y de salud, acaba de fallecer, pero su mito está más vivo que nunca.
Embajador mundial del fútbol, Pelé estaba siempre presente en las principales citas del deporte internacional. Pero aquella figura que estaba siempre sonriente fue desapareciendo. Desde que, en noviembre de 2012, una cirugía para poner una prótesis en la cadera transformó su vida en un infierno. Desde entonces pasó por varias cirugías, fue ingresado varias veces, alguna en situación crítica.
Durante todos esos años, Edson siguió siendo lo que siempre fue, el fan número uno de Pelé. Y nunca cambió su forma de hablar de Pelé, como si fuera un ente distinto. Otro ser. “Nunca vi a nadie como Pelé”, acostumbraba a decir Edson.
Fue así durante sus 21 años de carrera y los más de 40 años después de su retirada, cuando de genio pasó a ser mito y Edson se dedicó a dar la vuelta al mundo recibiendo homenajes y hablando de Pelé. Edson siempre entendió que era necesario separar el hombre del futbolista. La leyenda del ser humano.
Pelé nació pobre, en la pequeña Três Corações, interior del Estado de Minas Gerais, a unos 300 kilómetros de São Paulo. Fue una infancia difícil. “Llegué a pasar hambre”, cuenta. Y nadie pasa hambre impunemente. Estas cicatrices de tiempos difíciles sirvieron para lapidar su carácter y personalidad dentro y fuera de la cancha. Un futbolista que no desistía nunca, que nunca estaba satisfecho, que luchaba por la pelota como el niño hambriento lucharía por el pan. Una estrella internacional que, a pesar de haber acumulado fortuna, siempre vivió una vida sencilla y discreta. Sin olvidarse de todo lo que pasó.
Su padre, Dondinho, dicen, era un gran futbolista. Pero sufrió una lesión en la rodilla que acabó con su carrera cuando Edson todavía estaba en la barriga de su madre, en abril de 1940. Unos años después, la familia se mudó a Bauru, interior de São Paulo, donde Edson pasó el resto de su infancia. Vendía cacahuetes y lustraba botas en la calle para ayudar a la familia. Su cajita de lustrabotas es uno de los artículos que él tenía más orgullo de haber guardado y está expuesta en su museo.
No se sabe muy bien cuando Edson comenzó a ser Pelé. El escritor carioca Ruy Castro, biógrafo de Garrincha, intenta desvelar este misterio en su libro “Os Garotos do Brasil”, donde analiza la relación que existe entre los dos. Edson y Pelé.
“Cuando uno se fija en los detalles de la biografía de Pelé concluye que, al menos al principio, no se trataba de una historia de selección múltiple. Las cosas tuvieron que haber sido exactamente como fueron para que él dejara de ser Edson y se convirtiera en Pelé”, escribe Ruy Castro. “En 1956, con 15 años, Edson salió de Bauru rumbo a la cantera del Santos. Tenía las piernas finas y llevaba siempre pantalones cortos. Pero al presentarse en el club, Pelé ya le tomó el sitio y le hizo vestir, por primera vez, pantalones largos. Algo que a Edson le pareció raro, quizá porque no se sintiera adulto para merecerlas. Le fue dada a Pelé la opción de vivir en la residencia del Santos, pero Edson no aceptó porque había prometido a sus padres que se quedaría en la pensión de una señora que era conocida de la familia… Dos años después, goleador del Santos, campeón del mundo con la selección brasileña, habiendo dejado Europa mesmerizada, Pelé podía haber comprado cuantos apartamentos y coches quisiera. Pero, por decisión de Edson, seguía viviendo en la misma pensión, yendo al club todos los días en tranvía”, cuenta el escritor.
Con 16 años, Pelé ya era un ídolo nacional. En 1957, el muchacho era titular del Santos y fue pichichi del Campeonato Paulista. Récord de precocidad que es suyo hasta hoy. En el Peixe jugó durante casi toda su carrera, hasta 1974, donde conquistó 20 títulos: diez estaduales, seis nacionales, dos continentales y dos mundiales.
Su debut con la camiseta alvinegra fue con 15 años, un mes después de llegar a la ciudad costera de São Paulo. Fue en el amistoso ante el Corinthians de Santo André que el Santos venció por 7-1. Pelé entró en la segunda parte y marcó el sexto gol.
Pero la leyenda no nació hasta el Mundial de 1958. Y estuvo a punto de no acontecer. Pocos días antes del embarque para Suecia, en un amistoso de preparación contra el Corinthians, Pelé sufrió una entrada dura del central Ari Clemente y se lesionó grave. Casi dio la baja. Pero, nadie sabe muy bien por qué, el legendario seleccionador, Vicente Feola, le llevó aunque lesionado. Pelé se recuperó, entró en el equipo en el tercer partido del Mundial, ante URSS, y todo lo demás ya es parte de la historia.
Con 17 años, el jugador más joven de los Mundiales marcó seis goles en cuatro partidos y dejó Suecia para convertirse en ‘O Rei do Futebol’.
El Mundial de Suecia en 1958 nos dejó una de las imágenes más emblemáticas de la historia del fútbol. Pelé domina la pelota con el pecho a la vez que se desenreda de un defensa. En seguida hace un sombrero a otro rival y remata de primeras para marcar uno gol épico. El de la remontada de Brasil en la final ante la selección anfitriona. El primero de los dos goles que aquel niño de tan sólo 17 años marcó aquella tarde en Estocolmo. Brasil ganaba su primer Mundial y Pelé salía levantado a hombros por sus compañeros. El planeta era presentado al ‘Rei do Futebol’.
Pero el camino hacia la gloria para Brasil y para Pelé en 1958 no fue sencillo. Él estuvo a punto de no ir a Suecia en dos momentos. Primero, por la edad. Y después, por una lesión que le impidió jugar los dos primeros partidos de la Canarinha en el Mundial. Detrás de la arriesgada apuesta por un adolescente de 16 para 17 años estaba un genio de los banquillos. Un visionario llamado Vicente Feola.
Feola había sido asistente técnico de Flávio Costa en el Mundial de 1950 y sufrió personalmente con el trauma del ‘Maracanazo’, cuando Brasil perdió la final ante Uruguay. Un palo que le hizo repensar la forma con la que el fútbol debería ser jugado. En un momento donde el mundo intentaba copiar la rigidez táctica de los equipos europeos, Feola implementó un sistema híbrido que sacaba provecho del talento de jugadores geniales como Zagallo, Garrincha, Didi, Nilton Santos y Pelé. Contra equipos que en aquel momento defendían con tres centrales, Feola presentó una propuesta innovadora de ocupación de espacios en la cancha, con dos jugadores, Zagalo y Pelé, que hacían de comodines. Eran excelentes en el juego ofensivo y ayudaban también en la recomposición defensiva, le permitían defender con un 4-3-3 y atacar con un 4-2-4, sorprendiendo a los sistemas con tres centrales.
Pelé había jugado tan sólo dos veces con la selección, en 1957, antes de la convocación para Suecia. Feola peleó con el entonces presidente de la federación, João Havelange, para llevar al Mundial un chaval que ni el carnet de conducir tenía todavía. Zagallo explica muy bien la sorpresa que los más veteranos del equipo tuvieron cuando llegaron a la concentración y vieron al chaval del Santos entre los convocados: “Yo, Nilton Santos, Garrincha, Vavá o Didi no le conocíamos, no tenía ni idea de quien era. Pero rápidamente él nos enseñó a todos por qué estaba ahí”.
Feola tenía claro que Pelé sería el titular. Daba igual la edad o las críticas de los dirigentes. Pero en uno de los últimos amistosos antes del viaje a Suecia, contra el Corinthians, Pelé sufrió una entrada durísima del central Ari Clemente y salió con un esguince en el tobillo. Dida comenzó el Mundial de titular en la victoria fácil ante Austria (3-0) y el empate sin goles ante Inglaterra. Pelé debutó en el último partido de la fase de grupos, ante URSS, que Brasil ganó 2-0, con dos goles de Vavá.
La canarinha avanzó líder del grupo y se enfrentó a Gales, cuando Pelé enseñó por primera vez en el torneo por qué Feola apostó en él. El joven marcó el único gol del partido, el de la clasificación para la semifinal ante Francia. Los franceses llegaron con el mejor ataque (25 goles) y el pichichi del torneo, Just Fontaine, con 13 tantos.
Pero aquel día quien brilló fue Pelé, que marcó un hat-trick en la victoria por 5 a 2. Mismo marcador de la final ante los anfitriones suecos, cuando Pelé marcó un doblete y acabó como segundo goleador del Mundial (seis goles en cuatro partidos) que será para siempre recordado como el Mundial de Pelé.
Tras el éxito del Mundial de 1958, Vicente Feola habría sido el seleccionador de Brasil en 1962. Pero los distintos problemas de salud causados por la obesidad le obligaron a abandonar la selección que fue comandada por Aymoré Moreira en búsqueda del bicampeonato Mundial, en Chile.
La pareja formada por Pelé y Garrincha era considerada la más espectacular del planeta y el joven delantero del Santos, entonces con 21 años, ya era llamado ‘O Rei do Futebol’ por la prensa deportiva internacional.
Atleta extraordinario, Pelé sufrió poquísimas lesiones durante más sus más de dos décadas de carrera. Mala suerte, la lesión más grave que tuvo fue en la ingle sufrida tras intentar un remate con la zurda ante Checoslovaquia, en el segundo partido de la fase de grupos del Mundial de 1962. Una lesión que “dolió en toda la nación”, dijo el narrador del partido en la radio, definiendo la angustia sentida en aquel momento por la hinchada verde e amarela.
Pero lo que nadie imaginaba era que su sustituto acabaría siendo una de las grandes estrellas del torneo. “El Poseído” era el apodo de Amarildo. El genial delantero del Botafogo entró en un once titular que ya tenía a cuatro compañeros suyos: Nilton Santos, Garrincha, Didi y Zagallo. Esta conexión botafoguense -entonces el mejor equipo de Brasil- fue el as en la manga de Aymoré Moreira, que vio a Garrincha vestirse de superhéroe y hacer el Mundial de su vida: fue el goleador del torneo y protagonista de una histórica portada del diario chileno El Mercurio que tituló la edición del día siguiente a la victoria en la final contra la misma Checoslovaquia por 3 a 1: “Garrincha, ¿de qué planeta vienes?”.
“Yo prometí a mí mismo que no volvería a jugar otro Mundial”. La decisión que Pelé decía ser definitiva fue tomada tras la mayor debacle de la historia de la selección brasileña, la única vez que se quedó fuera de una Copa del Mundo. Fue en Inglaterra 1966 la primera vez que la canarinha quedó eliminada en la fase de grupos del torneo de selecciones más importante del planeta. Y eso que llegó al campeonato súperfavorita, habiendo ganado las dos últimas ediciones, con la pareja Pelé y Garrincha en la delantera, jóvenes promesas como Gérson, Tostão y Jairzinho y el regreso del genio estratega de 1958, Vicente Feola, a los banquillos. ¿Qué podría salir mal?
Pues… ¡todo! Tras una desastrada preparación para el torneo, que llegó a contar con 47 convocados y un tour por cinco ciudades del interior brasileño y ningún amistoso, la selección canarinha llegó a Inglaterra irreconocible, confusa. La victoria del debut ante Bulgaria (2-0) fue la última vez que la entonces llamada “Pareja de los Sueños” actuó junta con la camiseta amarilla. En la derrota ante Hungría (3-1), Pelé no jugó, lesionado. Y en la eliminación ante la Portugal de Eusebio (3-1), Feola dejó a un envejecido Garrincha en el banquillo y vio a Pelé ser cazado sin piedad por los defensas portugueses, que pararon al Rei a palos ante la connivencia del árbitro y la apatía de los brasileños. Morais, portugués, le liquidó. La patada fue tal que Eusebio le regañó.
Pelé volvió a casa hundido. Y la canarinha pasó los tres años siguientes desprestigiada, sin el apoyo de la población, que perdió el interés en el fútbol ante los primeros años de una dictadura militar cruel que pasó a gobernar el país tras el Golpe de 1964. Fue cuando, el 4 de febrero de 1969, la federación decidió tomar una actitud radical e invitó al prestigioso y carismático periodista João Saldanha, exentrenador de su equipo de toda la vida, el Botafogo, para asumir el mando de la selección. En su presentación, alineó su once titular antes de dar su primera lista o hacer su primer entrenamiento. Aquel momento nacieron “Las Fieras de Saldanha” con Pelé, Carlos Alberto Torres, Gérson, Jairzinho, Tostão, Rivellino y compañía, que poco más de un año después entraría a la historia como el mejor equipo de fútbol que la humanidad vio jamás.
La Brasil de Saldanha ganó los seis partidos de la clasificación para México 1970, con una media de casi cuatro goles por partido (marcó 23 tantos) y encajó tan sólo dos. Un equipo que encantaba y que devolvió la ilusión a Pelé. “La lección que aprendí es que uno nunca debe tener miedo de cambiar de idea”, comentó ‘O Rei’ sobre la decisión de disputar el Mundial de 1970.
Saldanha dejó la selección dos meses antes del Mundial bajo mucha polémica. Militante declarado del Partido Comunista y crítico feroz del régimen militar, el periodista fue destituido y en su lugar entró Zagallo. A Saldanha tampoco le ayudó la decisión de dejar como suplente a Pelé en algún partido porque no le encajaba. Campeón Mundial en 1958 y 1962 como futbolista y excompañero de la gran mayoría de los internacionales que formaban aquella plantilla, la misión de Zagallo era meterse lo mínimo posible y dejar que “Las Fieras” salieran a la caza. Y fue lo que pasó: Brasil se paseó en México y se consagró como el primer tricampeón Mundial, marcando 19 goles en seis partidos. Y jugadas que vivirán para siempre en el recuerdo de todos.
Pelé tenía 29 años y se convirtió en el primer y único jugador en ganar tres Mundiales. De sus pies, en México, salieron algunas de las jugadas más bonitas de la historia. Que van mucho más allá de los cuatro goles que marcó en el torneo. Sea por el tiro que vino de detrás del centro del campo ante Checoslovaquia y que no entró por dos milímetros. O por el cabezazo que nos regaló una de las paradas más espectaculares jamás vistas, por Gordon Banks, en el partido ante Inglaterra. O el regate al portero uruguayo Mazurkiewicz, que terminó en un remate precioso que no entró por un verdadero milagro. O el pase sin mirar, el último, para el cuarto gol brasileño en la final ante Italia, de Carlos Alberto. Pelé fue la cara, el cuerpo y el alma del equipo más amado y admirado de la historia de nuestro deporte.
Era el día 1 de octubre de 1977. Ante 75.646 aficionados que llenaron al Giants Stadium en las afueras de Nueva York, Pelé dijo adiós al Cosmos y al fútbol. El rival para su partido de despedida no podría ser otro, el Santos. Pelé jugó 45 minutos con cada camiseta y, en su discurso de despedida, demostró su gratitud por los dos años que jugó en el club estadounidense. “Creo que el amor es lo más importante que tú y yo podremos ofrecer uno al otro. Todo lo demás se va un día. Por eso os pido que repitáis conmigo tres veces ‘amor, amor y amor’. Muito obrigado”, afirmó Pelé entre lágrimas.
Pero lo que poca gente sabía era que su retirada debería de haber sido años antes, cuando jugó su último partido con el Santos, el 2 de octubre de 1974. Tras la victoria ante la Ponte Preta (2-0) por el Campeonato Paulista, ‘O Rei’ se arrodilló en el centro del campo y, ante los más de 20.000 apasionados hinchas del Santos, dijo adiós.
Su plan era vivir una vida tranquila en la ciudad con su mujer y dos hijos. Pero todo cambió cuando, según el propio Pelé cuenta en su biografía “Pelé: A Importância do Futebol”, publicada en 2013, el ya exjugador recibió una visita de su contable.
“Me acuerdo como si fuera hoy el momento que él entró en casa. Sudaba profusamente. Estaba pálido, parecía que se iba a desmayar. Sentí que algo pasaba e hice una broma: ‘¿Cuántos millones tenemos todavía?’. Y casi tuve que llamar al médico tras su respuesta: ‘Mire, usted, es que es complicado’…”, cuenta Pelé en el libro, explicando el momento en que el se enteró que estaba arruinado.
Pelé no tenía millones… ¡Debía millones! El jugador había perdido prácticamente todos sus 41 inmuebles para los bancos, bloqueados tras una serie de inversiones mal hechas en al menos seis empresas que se endeudaron bajo malas gestiones desde el final de los años 1960.
Con 33 años, tres títulos Mundiales y la corona de Rei do Futebol, Pelé se vio en una situación crítica. Tenía que volver a jugar. Y la salvación vendría desde el sitio menos probable, uno de los poquísimos países del mundo donde el fútbol era un deporte minoritario: Estados Unidos.
El responsable de convencer a Pelé de irse a EE UU fue el empresario británico Clive Toye, socio del New York Cosmos y uno de los mayores inversores en el sueño de hacer grande al soccer en tierras norteamericanas. Toye llevaba desde 1971 intentando convencer al Rei, que ya había rechazado ofertas del Real Madrid y Juventus. “Nunca… JAMÁS voy a jugar por otro equipo que no sea el Santos”, repetía Pelé a sus amigos. Pero Toyes era insistente. Y se encontró varias veces con Pelé entre 1971 y 1974, cuando el jugador dio vueltas al mundo para hacer campaña para que João Havelange fuera elegido presidente de la FIFA. La respuesta era siempre la misma, un educado “no”. Hasta que, el 27 de marzo de 1975, todo cambió.
Pelé estaba en Bruselas para un partido amistoso al lado de varias estrellas internacionales. ‘O Rei’ ya sabía que estaba arruinado cuando encontró a Clive Toyes en el hall del Hotel G.B. Motor Inn. Y aun así pensó en decir no, pero esta vez, fue convencido al menos a escuchar los valores de la oferta del Cosmos. Y lo que escuchó fue una locura para los números de la época: un contrato de 2,8 millones de dólares. El sueldo más alto de la historia de un atleta, más de lo que ganaba Kareem Abdul-Jabbar, el jugador más rico de la NBA en aquel momento, que ingresaba 450.000 dólares al año.
Pelé tenía 34 años y llevaba ocho meses sin jugar de forma competitiva. Debutó el 15 de junio de 1975 con un gol y una asistencia en el empate ante el Dallas Tornado. Y terminó su primera temporada con cinco goles y cuatro asistencias en nueve partidos.
El año siguiente fueron 15 goles y 19 asistencias en 24 partidos y en 1977 marcó 17 veces, dio siete pases para goles y lideró su equipo al título de la NASL, la liga estadounidense.
‘O Rei’ causó una revolución en el deporte de EE UU. El Cosmos triplicó la asistencia a su estadio, rompió récords de audiencia en la televisión y al país llegaron otros ídolos como Cruyff, Beckenbauer, George Best, Carlos Alberto o Chinaglia.
Tras el adiós de Pelé, el fútbol en EE UU siguió entre altibajos. Pero desde 1990, cuando la selección estadounidense se clasificó para el Mundial de Italia tras 40 años de sequía y, cuatro años después, con la ayuda de Pelé, cuando el país logró sediar al Mundial por primera vez, el deporte despegó. Hoy EE UU tienen la mejor selección femenina del planeta y se preparan para organizar el Mundial masculino por segunda vez. Todo por una semilla plantada por la llegada do Rei.
Decir que un delantero que marcó 1283 goles es un enamorado de la portería puede parecer lugar común. El fútbol vive para el gol y todo delantero pasa su vida mirando con obsesión a aquel cuadrilátero. Pero en el caso de Pelé, su pasión por la portería era tan intensa que no se limitaba apenas con homenajearla con golazos: a Pelé le encantaba jugar de portero.
Y no era sólo un capricho. Según sus excompañeros de club y de selección brasileña, Pelé era un tremendo portero. Tanto, que el Santos llegó a estar años sin un suplente para la función, donde jugaron el legendario Gilmar, Manga, Cláudio o Lalá. Pelé era el segundo portero del club.
‘O Rei’ se quedaba siempre bajo los palos tras los entrenamientos, practicando con sus compañeros fundamentos de la posición. Y aunque los números históricos digan que él sólo tuvo que actuar cuatro veces como portero en partidos oficiales, sus excompañeros dicen que Pelé vistió la camiseta 1 del Santos (y de los rivales) muchísimas más veces.
“En muchos partidos de las giras que hacíamos por el mundo, principalmente en partidos en África, los patrocinadores pedían que Pelé jugara la segunda parte en la portería de sus equipos. Era curioso, pero a él le encantaba”, cuenta Lima, exlateral derecho del Santos, que ha escrito un libro de memorias sobre aquellos tiempos y que tiene un capítulo entero dedicado al Pelé portero. “En las pachangas Pelé siempre era el portero y era imposible quitarle de la portería. Él se cabreaba un montón, estaba obsesionado con aquello”, se ríe la leyenda santista.
Otro excompañero de club, el exportero del Santos Lalá, va más allá al hablar sobre el talento de Pelé en su función y afirma que ‘O Rei’ “sería titular absoluto de la selección brasileña” si cambiara de posición. “Él era increíble bajo los palos, una pasada, no es una exageración, tenía los fundamentos perfectos”, explica el exarquero santista.
De todos los partidos que Pelé jugó de portero, el más emblemático fue en la semifinal de la Taça Brasil ante el Grêmio en 1964. El Santos había ganado la ida por 1 a 3 en Porto Alegre y un empate en São Paulo era suficiente para llegar a la final. Pero el Grêmio sorprendió al favorito y llegó a estar ganando por 1 a 3 cuando Pelé apareció y marcó nada menos que tres goles para remontar para el Peixe. En el minuto 84, el árbitro expulsó a Gilmar por una reclamación y Pelé tuvo que ir a la portería. Y lo que hizo en los minutos finales de aquel encuentro lo explica bien el titular de la portada del diario ‘Gazeta Esportiva’ del día siguiente: “Pelé, un crack con el balón en los pies y en las manos”.
Desde que Pelé se retiró, cada nuevo crack que transciende el talento de su generación acaba comparado con ‘O Rei’. Maradona, Sócrates, Zico, Platini, Ronaldo Nazário, Zidane, Ronaldinho… Cada época tiene ‘su’ candidato a Pelé. Pero quizá nadie ha dejado más argumentos para que se creara un debate comparativo más interesante que ‘el Pelé’ de esta generación, Lionel Messi.
El argentino lleva más de una década con un nivel extraordinario. El mejor entre los mejores. En un fútbol cada vez más internacionalizado y global, Messi brilla casi que en solitario. Su único rival es Cristiano Ronaldo, que sólo es capaz de competir con Messi año tras año por los Balones de Oro gracias a una efectividad histórica ante la portería y a los títulos con el Real Madrid y selección portuguesa.
Cuando Messi ganó su sexto Balón de Oro en diciembre de 2019, el argentino se puso a un trofeo de igualar la marca de Pelé. Un récord que ‘O Rei’ alcanzó muchos años después de su retirada. En los tiempos que el brasileño jugaba, France Football sólo premiaba a los futbolistas europeos. Una norma que se mantuvo hasta 1995, cuando la revista pasó a aceptar también a los que juegan en Europa, independiente de sus nacionalidades. Desde 2007, el más tradicional premio al mejor jugador del mundo es global.
El cambio en las reglas del Balón de Oro permitió que France Football hiciera una corrección histórica. En 2014, la revista revisó toda su lista de ganadores utilizando los mismos criterios válidos actualmente y le dio a Pelé siete trofeos como mejor jugador del mundo: 1958, 1959, 1960, 1961, 1963, 1965 y 1970.
Con eso Pelé se convirtió no sólo en el recordista en número de trofeos, sino que también en el ganador más joven, con 17 años, superando a Ronaldo Nazário, que había ganado en 1997 con 21 años y tres meses.
Durante la ceremonia realizada en 2014 por France Football, Pelé se emocionó mucho. Y dio las gracias a sus compañeros y trabajadores de los clubes y selección por la conquista. “Prometí a mi familia que no iba a llorar, pero es que es demasiado. Sólo tengo que dar las gracias a Dios por haberme dado salud para jugar tantos años. Y no jugaba sólo. Todo lo que he ganado fue al lado de mis amigos. La gente se acuerda de los jugadores, pero no podemos olvidarnos de las personas que preparan las botas, los fisios, masajistas… Estos trofeos los comparto con todos vosotros”, afirmó Pelé entre lágrimas.
El propio Pelé con su humildad característica ya dijo, muchas veces, que “es bastante más difícil” jugar al fútbol hoy en día. Que en sus tiempos “tenían más libertad”. Pero ‘O Rei’ se olvida que en sus tiempos existían otras dificultades.
“La pelota y las botas, por ejemplo, eran de cuero legítimo y, a cada patada, se podía escuchar hasta el último mugido del animal que aquel cuero descendía”, explica Ruy Castro en su libro ‘Os Garotos do Brasil’. “Eran rústicas y pesadas, y, con la hierba mojada, pesaban dos veces más que su peso original”, cuenta el escritor.
La hierba y los campos de antaño son un capítulo aparte. Eran patatales, caminos de cabras, con tantos baches y agujeros que los porteros tenían que llevar rodilleras. Las camisetas no eran ‘dry fit’. Eran de tela marinera, que al final de los 90 minutos pesaban casi tanto como llevar un compañero en los hombros. Entre botas, balón, camiseta y campo, imagina el esfuerzo requerido para rematar de cabeza un córner o centro en aquellos tiempos.
Pero además del tricampeonato del Mundo conquistado con la selección brasileña, algo que ningún otro futbolista ha logrado, quizá el mejor argumento en favor de Pelé es que él ha logrado prácticamente todas sus conquistas en un fútbol donde no existían tarjetas. Pelé comenzó a jugar en 1956 y la FIFA no creó las amonestaciones hasta mayo de 1970. Dicen los exjugadores que la principal táctica de los rivales contra el Santos o la Brasil de Pelé era ir a por el ’10‘. Tomaban turnos para darle. Uno sólo puede imaginar lo que hubiera hecho Pelé 15 años en un fútbol con tarjetas amarillas y rojas.
En aquellos tiempos no había scouting, vídeos, análisis tácticos. Un equipo se enfrentaba a rivales que tenía poca o ninguna idea de como jugaba. Quien era el bueno, el malo… era una ruleta rusa.
Si hoy la disputa por ser el mejor del mundo es una pelea de dos fenómenos, Messi y Cristiano Ronaldo, entonces también era muy distinto. Di Stefano, Puskas, Bobby Charlton, Garrincha, Evaristo, Kopa, Fontaine, Eusébio, Gerd Müller, Tostão, Jairzinho, Rivelino, Cruyff… Pelé fue el mejor entre distintas generaciones de cracks que marcaron época. Eso sin contar los defensas y porteros que enfrentó: Yashin, Banks, Maier, Zoff, Castilho, Beckenbauer, Djalma Santos, Bob Moore, Nilton Santos, Breitner, Krol…
Otro debate son los goles. Según un levantamiento hecho por mí en Diario As en 2019, basado en los datos del Santos, la CBF, la Rede Globo de televisión brasileña y los libros “Pelé: o supercampeão”, de Orlando Duarte, y “As grandes polémicas do futebol brasileiro”, de Sérgio Xavier Filho, Pelé ha marcado 1283 goles en 786 partidos. 743 de estos goles fueron en 449 de lo que llamaríamos hoy partidos oficiales. Y otros 540 en 337 amistosos. Pero estamos hablando de tiempos en los que el calendario era distinto, más corto, y muchos de los partidos amistosos eran disputados contra equipos del nivel del Real Madrid, Milán, Benfica y muchos otros. El Santos de Pelé hacía giras mundiales, como los Beatles.
Messi se está acercando de los goles oficiales de Pelé. Lleva 707. Aunque la gran diferencia se nota en los partidos: 872. Una media de 0,81 goles por partido, menos de la mitad de la de Pelé que sólo en los partidos oficiales marcaba 1,65 gol por encuentro.
Quizá la mejor definición de Pelé la ha dado su excompañero de club y selección, el también histórico Pepe. En entrevista al compañero Tauan Ambrósio, reportero brasileño de Goal, hace unos años, el que fue uno de los mejores extremos de la historia del fútbol y que se perdió los Mundiales de 1958 y 62 por lesiones (Zagallo fue su sustituto), ve en Pelé un híbrido entre los dos mejores jugadores de la actual generación.
“Imagina un jugador con la habilidad de Messi y la fuerza, impulsión y arranque de Cristiano Ronaldo. Pelé hacía cosas increíbles. Messi también lo hace, pero Pelé era más alto, más fuerte, fue uno de los mejores rematadores de cabeza de la historia, tenía una impulsión sobrehumana. Tenía algunas cosas bastante más acentuadas que Messi”, explica Pepe. “Messi es muy bajito, pero eso no le impide de ser un jugador maravilloso, como fue Maradona. Estas comparaciones siempre existirán. Pero yo nunca vi nada parecido con Pelé. Él era un extraterrestre y hacía cosas que nunca he vuelto a ver en un sólo jugador”, analiza el segundo mayor goleador de la historia del Santos.