Pilar Godia: una adelantada a su tiempo
Hay pioneras en el deporte cuya luz ha quedado ensombrecida con el paso del tiempo, pero cuya transcendencia es imposible borrar de la historia. Fueron referentes. Leyendas que se atrevieron a romper el techo de cristal en épocas donde a las mujeres no se les permitía tener una voz, una presencia pública importante. Una de ellas fue Pilar Godia, un pilar clave para el desarrollo y la difusión del baloncesto femenino en nuestro país a partir de la década de los setenta. Sin ella nada habría sido igual.
“Cuando se habla de empoderamiento de la mujer, me digo ‘yo eso lo he visto antes’. Fue una persona que se adelantó a su tiempo. Era muy echada para adelante, con mucho carácter y, sobre todo, muy jovial”, cuenta Antonio Godia sobre su tía, que nació en 1924 en Fraga, municipio aragonés de poco más de 15.000 habitantes actualmente a 100 kilómetros de Huesca. “Era el alma de las reuniones, muy amante de un buen vino, de una buena comida y de amenizar todas las veladas: se sabía todas las canciones de excursiones, villancicos, jotas… Era muy divertida. Mis hijas, que ya son mayores, se acuerdan de Pilar siempre bailando con ella. Desde pequeñitas. Era una alegría espectacular”.
Godia empezó en el baloncesto en la base, como jugadora, para poco a poco ir asumiendo más responsabilidades en el mundo de la canasta. Fue entrenadora del Medina Almudena, uno de los primeros equipos en disputar la Liga Femenina: su llegada a Primera fue en la temporada 1971-72, siete años después del despegue el campeonato doméstico.
Ya fuera dentro o fuera de la cancha, su pasión por el baloncesto era total. Contagiosa. “Nos inspiró a mi hermano (Manuel) y a mí para este deporte. Estudiamos en el Ramiro y desde pequeños empezamos con el baloncesto por ella. Nos daba ejemplo. Yo jugaba al minibasket y un día vino al instituto a enseñarme el tiro en suspensión, cómo colocar la muñeca…” continúa su sobrino. “Cuando fui más mayor iba con otros chicos a entrenar con ella porque quería que su equipo se enfrentará con chicos en el colegio Jesús y María”.
Muy madridista, la aragonesa escaló hasta llegar a la Federación Española de Baloncesto, donde formó parte en diferentes etapas en diversas áreas. También estuvo ligada a la Selección femenina como delegada (fue jefa oficial) durante dos décadas que la llevaron a viajar por toda Europa para numerosos campeonatos oficiales, incluido algunos al otro lado del Telón de Acero para enfrentarse a los conjuntos del Pacto de Varsovia. Rivalidad y anécdotas, como cuenta Antonio: “Durante un partido, las jugadoras contrarias se quedaban mirando a su emparejamiento y le hacían gestos de pintarse los labios, que querían pintalabios. También los vaqueros. Ella decía: ‘Veníamos a España solo con las equipaciones porque regalábamos todo”.
Una acumulación de labores, de importancia dentro del baloncesto femenino que llevaron a la FEB a distinguirla con la Medalla de Oro de la institución. Y, ahora, el Hall of Fame. “Es una alegría inmensa que la reconozcan con su entrada. Sobre todo, porque hemos vivido muy cerca lo que ella amaba el baloncesto”, reconoce su sobrino, que ante todo recuerda cómo veía Pilar, fallecida en Madrid en 2005, el baloncesto: “Nos inculcó el trabajo en equipo. El deporte en equipo. No eres tú solo, estás jugando con otros. La veía entrenar y sabía cómo llevar a cada una de sus jugadoras. Cada una tenía sus particularidades, pero sabía aglutinarlas a todas. Sabía lo que quería e iba con sus chicas a por ello”. Una estrella que cambió el deporte femenino.