Ona Carbonell: «Añoro jugarme cuatro años en tres minutos»
En pleno trasiego entre sus colaboraciones televisivas, la creación de una firma de moda sostenible y la presidencia de la Comisión de Maternidad y Deporte del Comité Olímpico Español, y envuelta en el bullicio de la Avenida Diagonal, genera su propio oasis de calma Ona Carbonell (Barcelona, 05-06-1990) para atender relajadamente a AS. La segunda nadadora con más medallas en la historia de los Mundiales (23), doble medallista olímpica en Londres-2012 y séptuple en el Mundial de Barcelona, en casa, un año después, es historia de la natación sincronizada y del deporte español. Una embajadora única.
– ¿Puede ser que vaya ahora más liada que cuando estaba en activo con la sincronizada?
– La verdad es que no paro. Una de las cosas que no echo de menos es despertarme tan temprano y pasar frío, aunque sí estoy haciendo muchas cosas.
– Comentaba el exwaterpolista Jordi Sans que había sido “adicto a la adrenalina del deporte”. ¿Ese ‘non-stop’ es para cubrir ese vacío?
– No, porque en realidad me gustaría tener algo más de tiempo para mí y para mis hijos. Sí que echo de menos la adrenalina de la competición, añoro los tres minutos en que te juegas cuatro años de trabajo porque ese momento es muy difícil de encontrar una vez retirada. Y añoro al equipo humano, a las compañeras, entrenadora, fisio, nutricionista… Es precioso luchar muchas horas por un objetivo común. Eran mis hermanas, las veía más que a nadie. Vives una intensidad maravillosa.
– Se retiró usted como la nadadora con más medallas mundialistas, aunque Katie Ledecky la superó el pasado verano en Fukuoka. ¿Le da rabia?
– ¡Qué va! ¡Y más que lo superará! Ledecky es una megacrack alucinante. El deporte es precisamente eso, algo en que nos vamos superando unos a otros, que crece, evoluciona, y en que cada vez cuentas con más herramientas para ser mejor. Ojalá lo superen muchas otras deportistas.
– ¿Cómo de unos padres médicos y un hermano biólogo surge una niña artista?
– Mis padres, siendo tan científicos, desde pequeños nos incentivaron con el tema artístico. Nos llevaban a museos, a conciertos, a teatro, al Liceu a ver óperas y ballets… En casa el arte siempre ha gustado bastante. Así que yo esa parte más creativa y de expresión ya la tenía muy presente. Pero yo apuntaba cero a deportista, porque en el cole casi suspendo educación física. Se me da bien el agua y la expresión corporal, pero en otros deportes soy horrible. Considero que todos tenemos algo que se nos da especialmente bien pero no todo el mundo lo encuentra, por eso me siento una privilegiada.
– Comenzó, eso sí, con la gimnasia rítimica. ¿Cómo se encuentra con la sincro?
– Empecé en rítmica por mi flexibilidad. Y, en paralelo, pasábamos muchas épocas del año en Menorca, donde no salía del agua más que para comer. Hasta que descubrimos en Can Caralleu un deporte que combinaba rítmica y agua. Desde el primer día que lo probé me enamoré. Mi mundo desde siempre había sido el agua, la ingravidez, y a la vez me encantaba la música, la expresión corporal, el ballet. Encontré mi pasión.
– ¿Cómo se asimila encontrarse con sólo 14 años en un equipo absoluto como la Selección española de natación sincronizada?
– Mi padre no quería que fuera al CAR y mi madre le dijo que probáramos, porque el deporte son dos carreras: la profesional y la de vida, por los valores que te aporta. Así que me dejaron. Me ha ido muy bien porque he tenido un entorno muy cercano que me ha apoyado, que me ha puesto las tiritas, que ha estado siempre ahí. Pero obviamente es arriesgado porque eres joven, el deporte es muy exigente y la línea, muy delgada.
– Tan delgada como que, cuando se quedó fuera del equipo para los Juegos de Pekín-08, estuvo a punto de dejar la sincro…
– La sincro estuve a punto de dejarla más de una vez, pero es cierto que la más cercana fue aquella. Estuve a punto de entrar en una depresión y pasé por todas las etapas de un duelo: pensar que era una injusticia, pena, tristeza… Todo. Hasta que entendí que si quería seguir soñando y pretendía vivir unos Juegos, conseguir una medalla, tenía que dejarlo todo atrás y comenzar de cero, aceptándolo.
– ¿Se ha parado a pensar qué hubiera sido de Ona Carbonell si en aquel momento deja la natación sincronizada?
– La verdad es que no lo he pensado mucho. De un modo u otro, no lo habría abandonado porque siempre he tenido esa parte luchadora, no es que haya cumplido todos mis objetivos, pero sí lo he intentado.
– La decisión de ser madre de Gemma Mengual, en 2010, ¿le acabaría sirviendo de ejemplo al cabo de los años?
– En aquel momento no me lo planteé, pero viendo a Gemma, a Teresa Perales, a Maialen (Chourraut)… a muchas deportistas españolas y de fuera como Serena Williams, Allyson Fénix o Alex Morgan, que han conciliado su carrera, sí se convierten en referentes. Aunque hasta que no decides ser madre no empiezas realmente a irte encontrando la realidad.
– Se decía de usted que era la mezcla perfecta entre Mengual y Andrea Fuentes. ¿Le gustaba o era una presión añadida?
– Son mis ídolos, así que cómo no iba a gustarme. En el deporte, la presión se la pone una misma, te debes centrar en lo que puedes controlar. No está en tus manos, por ejemplo, si al juez le gustará más la música clásica o una más moderna. Priorizas lo que puedes hacer. Es preciosa la comparación, porque en el caso de Gemma la veía en 2003 cuando iba de espectadora al Mundial de Barcelona y la he tenido de compañera, de entrenadora… Hemos pasado por todas las fases.
– Londres-12 fue el desquite. Debut en unos Juegos y dos medallas.
– Totalmente. Los Juegos de Londres fueron uno de los momentos más bonitos de mi carrera deportiva. No sólo llevaba 60 horas a la semana durante cuatro años, sino durante ocho, para conseguir ese premio. Fue muy emocionante. El instante en que mirábamos la puntuación pero no la veíamos aún hoy cuando lo veo me sigue emocionando, no por la plata sino por los sentimientos que tenía dentro. Para llegar ahí hubo muchas renuncias.
– Después de ese momento, llegó otro no tan agradable que le pilló además muy lejos…
– Entre Nepal, la India y Sri Lanka. Mi pareja y yo estuvimos un mes y pico de viaje.
– ¿Cómo vivió la salida de Anna Tarrés como seleccionadora española?
– Fue muy duro. Viajamos sin móviles ni ordenador, quedamos con nuestras familias en que cada diez días nos conectaríamos y enviaríamos un correo electrónico para decir que estábamos bien. Pero aparece la liada. Y al volver, que vienes de un viaje totalmente zen, de plantearte la vida, de dormir por dos euros, afrontar toda esa movida fue tremendo. Uno de los momentos más difíciles. Visto con perspectiva, fue inaceptable cómo pasó todo, por las deportistas. Fue horrible.
– Dijo usted en su retirada que no hablaba con Tarrés desde Londres-12. ¿Tampoco se ha dado el caso en estos meses?
– No, la verdad es que no. Me hubiera gustado explicarle mi visión, pero ha sido muy difícil, no me ha dado pie a nada y no estoy nada contenta por cómo ella ha gestionado todo lo sucedido. Alguna vez hemos coincidido, como en una exhibición de Navidad, pero tampoco le sigo los pasos. Por suerte, en el deporte las cosas están cambiando. Yo de Anna he aprendido muchas cosas, algunas bonitas del deporte y muchas otras con las que no estoy de acuerdo, con las que he aprendido cómo no debe gestionarse. El deporte debe saber controlar la salud mental, cómo cuidar a la persona, por encima de resultados, objetivos e hitos.
– Si escucha ‘La Cumparsita’, la música con la que junto a Andrea Fuentes ganaron la plata en el dúo de Londres-12, ¿qué le viene a la cabeza?
– Me vienen muchas horas para buscar la excelencia. Esa rutina la trabajamos durante casi tres años. Fue un dúo que cambió cosas de nuestro deporte, que lo evolucionó.
– Imagino que similares sensaciones le traerá el ‘Barcelona’ de Montserrat Caballé y Freddie Mercury, en su bronce del solo libre en el Mundial de 2013, en casa.
– Fue muy guay. Recuerdo cuando pude estar con Montserrat Caballé, con Mayu (Fujiki) trabajando la rutina y el Palau Sant Jordi espléndido. El Mundial de Barcelona fue épico.
– Ganó usted en esos días siete medallas y llegó a perder siete kilos…
– Sí, perdí unos cuantos. Acabé muerta, necesité cinco días de estar metida en la cama durmiendo y poco más. El desgaste había sido físico y mental, compitiendo siete días seguidos, algunos mañana, mediodía y tarde.
– En el Mundial de Gwangju-19 se convirtió en la primera nadadora en presentar un ejercicio sin música, con el discurso de Nelson Mandela. ¿Cómo surge aquel atrevimiento?
– Estábamos casi a mitad de la temporada, y le dije a Mayu que quería cambiar, que tenía una idea. Ya era una locura montar una coreografía tan tarde, y encima que fuera sin música… Pero a Mayu le pareció bien, aunque rarísimo. Mi intención era utilizar el deporte como herramienta de cohesión social, y era ideal utilizar la expresión corporal, explicar una historia como hacemos en la sincro, para reclamar una sociedad más justa e igualitaria. Para que la gente lo entendiera, comenzamos a emplear las redes sociales. Creo que acabó calando, al margen de colgarme la plata, porque algunos jueces me felicitaron, me invitaron a los Laureus del año siguiente…
– Otro mensaje, el de la conciliación, lo mandó al mundo al decidir ser madre y tratar de llevarse a su hijo a los Juegos de Tokio, aunque el COI no lo permitió. ¿Imaginaba tantas trabas?
– Me habían explicado que me las encontraría, lo que no me imaginaba es que me implicaría tanto. Pero es que poco a poco te vas dando cuenta de que la conciliación no es real ni en el deporte ni en ninguna profesión. Toda la sociedad tiene los mismos problemas. No es posible que el deporte avance tanto en muchos aspectos como el rendimiento, la indumentaria o la nutrición, y tan poco en la conciliación. Lo que me pasó en Tokio me hizo ponerme en serio: quizá era el momento de cambiar las cosas, de que la gente hablara, de hacer el camino más difícil a quienes vienen.
– De lo que se ha librado es del ‘Base Mark’, que cambia el destino de la sincro, ahora llamada natación artística…
– Me he librado, es verdad, pero también me da pena. En el fondo, estoy a favor del cambio porque es la manera de que sea un deporte más emocionante. No se puede perder la parte artística, pero ahora gana el que mejor compite. No el mejor pero sí quien mejor lo hace en ese momento o quien lleva mejor estrategia. Es más justo. Antes soñabas pero había ciertas barreras, ahora todo puede pasar. Una inglesa ganó una medalla mundial, algo impensable, o de repente China quedó octava.
– ¿Qué le augura a esta generación española?
– Lo mejor. Son unas grandísimas nadadoras, un equipo precioso humanamente y en todos los sentidos, que ya llevan unos cuantos años trabajando juntas. En vistas a París veo muchas posibilidades. Están viviendo un cambio y han sabido leerlo de la mejor manera posible e integrarlo. Mayu ha leído muy bien el nuevo reglamento, la nueva filosofía de la sincro, arriesgarse cuando puedan y ser más prudentes cuando haya que serlo. Han sido y serán muy buenas competidoras. Nos harán disfrutar y vibrar mucho.
– ¿Ve a Iris Tió como su sucesora?
– Totalmente. Iris tiene una personalidad propia, es una grandísima nadadora y una de sus virtudes más bonitas es que es humilde y muy natural. Y tiene un talento que flipas. Lo reúne todo para que le vaya muy bien. A ella y a todas, porque son un equipo brutal. En el dúo con Alisa (Ozhogina) tienen unas piernas y una compenetración buenísimas. Tienen presente y muchísimo futuro.
– El presente de Ona Carbonell pasa, entre muchas otras actividades, por la creación de una firma de ropa que sea sostenible, ¿verdad?
– Sí. La marca se llama Ona. Ahora hemos hecho una colaboración con Jordi Roca y con Ale Rivas, su mujer, que han abierto en Girona una bikinería que lo será de sándwiches y de ropa de baño. Son sostenibles, con tintes naturales. En verano sacaremos la nueva colección. Con lo que me estoy encontrando junto a mi socia, Araceli López, es que ser sostenible es muy difícil y caro, pero nuestra intención es cambiar la industria de la moda, pasar del ‘fast-fashion’ a un ‘slow-fashion’, cuidando el producto y a las personas que intervienen en él, con proximidad. La intención es no consumir de cantidad, sino de calidad.
– También preside la Comisión de Maternidad y Deporte del Comité Olímpico Español, donde se lanzan una serie de demandas a federaciones internacionales y al COI.
– Hace un año que trabajamos, hemos ido dando pequeños pasos y, aprovechando que llegan los Juegos, hemos puesto tres ideas sobre la mesa. La primera es que las y los deportistas con bebés de hasta 18 meses puedan viajar a las competiciones con ellos, y que se disponga una sala de cuidados y de lactancia. También nos está ayudando Pau Gasol. Luego está la congelación del ránking: no podemos hablar de conciliación si cuando eres madre caes al 200 del ránking, pierdes la beca, no optas a clasificarte a nada… Es intolerable, debería regir una misma normativa para todas las federaciones. Y, finalmente, en España estamos tejiendo una red de profesionales específicos para la época de pre y postparto. Hay muchos más puntos en la lista, pero comenzamos por esos tres.
– Sin ánimo de frivolizar, ¿puede ser la natación artística el único deporte y casi diría que faceta de la sociedad en que existe una discriminación hacia el hombre?
Sí, totalmente. Soy la primera que lucha para que eso no suceda, porque queremos igualdad en todos los sentidos. En el caso de la sincro, nos tenemos que poner las pilas ya. Los hombres han de poder competir en las mismas pruebas, con las mismas becas. Hay una discriminación hacia el sexo masculino. Se está luchando pero debemos hacerlo más rápido.