Salud

«Notaba que me insultaban todos con los que me cruzaba»: vida de un escuchador de voces

Víctor Sánchez, cuando estudiaba Primaria en su colegio, tuvo que salir a la pizarra a hacer un ejercicio de lengua, a analizar unos verbos. Aquel fue uno de los momentos en que escuchó las voces en su cabeza, que no han desaparecido hasta hace tres años. “Me decía que era un vago, que no me lo había estudiado, que era una mierda de persona, que iba a repetir curso… Todo ese tipo de cosas”, comenta él mismo. Su realidad es compartida por miles de personas alrededor del mundo, tan silenciada que apenas se conoce, al igual que desconocida es su lucha contra la patologización y psiquiatrización de estas realidades que se suelen tratar desde la perspectiva biomédica al desechar su alto componente contextual, defienden los propios protagonistas.

Ahora tiene 47 años y ha conseguido superar las voces que desde los seis años han vivido en su cabeza. Tras mucho trabajo interno, ha conseguido deshacerse de ellas no sin antes ubicarlas: “Yo tenía cinco voces. Tres claramente negativas que me insultaban y menospreciaban, otra que en ocasiones lo hacía y una última que me reconfortaba”, en sus propias palabras. Dice que cada una de ellas tenía una personalidad propia, una forma de ser. Así, logró dilucidar que la voz que más le calmaba correspondía a su abuela materna: “Es el tono de voz que yo recuerdo de mi abuela cuando yo tenía unos dos años. Sus palabras me cuidaban, protegían y aconsejaban. A nivel general me venía a decir algo así como que me quería, pero también me mostraba su apoyo en situaciones más concretas”, se explaya Sánchez.

«Una voz me decía que era un monstruo y que nadie me quería»

La experiencia con esa voz de este “activista loco”, tal y como se denomina, no es lo habitual. Él mismo lo dice: “Tengo grabado cómo una de ellas me decía que era un monstruo y que nadie me quería, a veces al mismo tiempo que otras voces también me insultaban”. Sus padres, médicos de profesión, mantenían relación con los movimientos antipsiquiátricos cuando todo empezó a suceder, y les agradece enormemente que no le impulsaran a mantener una relación más estrecha con la psiquiatría que la que mantiene ahora.

Tampoco le gusta denominar ‘brote’ las crisis que ha sufrido a lo largo de su vida, al igual que huye de las etiquetas psiquiátricas. Aun con todo, posee una tarjeta que establece un grado de discapacidad del 70% sin limitaciones físicas, ya que apenas produce insulina. “La última etiqueta que me pusieron es trastorno esquizotípico. Los psiquiatras definen mis voces como alucinaciones auditivas, y a veces tengo crisis donde entro en modo intenso amigo-enemigo”, relata. Estas últimas palabras, explica, describen lo que desde la psiquiatría se denomina paranoia.

Las voces son una respuesta

Aunque a día de hoy ya no escucha esas voces, sí que le han influido gravemente a lo largo de su biografía. Según refiere, estas voces son la respuesta a un trauma que sufrió cuando era muy pequeño: “Desde mi punto de vista, la enfermedad mental es una respuesta a ese trauma. Las mierdas que he pasado en mi vida han hecho que, en determinados momentos, mi cabeza contemplase otra realidad que el resto del mundo no podía apreciar de forma directa”.

Víctor y Rodrigo. (Foto: Guillermo Martínez)Víctor y Rodrigo. (Foto: Guillermo Martínez) Víctor y Rodrigo. (Foto: Guillermo Martínez)

La realidad de Sánchez es compartida por miles de personas en el mundo, aunque con diferentes grados de presencia. Una investigación realizada en 2018 calculó que el 9,6% de las personas adultas de la población general escucha voces, cifra que asciende hasta el 50% en el caso de adultos jóvenes que escuchaban una voz ajena diciendo sus propios pensamientos. Los porcentajes varían según la edad: el 12,7% de niñas y niños, el 12,4% de adolescentes, el 5,8% de personas adultas y el 4,5% de personas mayores escuchan voces, a tenor de las investigaciones. Del mismo modo, de todas esas personas tan solo entre un tercio y un quinto han pedido ayuda a profesionales de la psique para tratarse.

Fernando Balius es facilitador de un grupo de escuchadores de voces en la ciudad donde vive. Aunque prefiere mantener en secreto su lugar de residencia, es el autor de la novela gráfica ‘Desmesura‘ (Bellaterra, 2019). En ella relata su experiencia con las voces que le han acompañado desde que tenía unos 19 años. Aunque fue algo cambiante a lo largo de los años, se le presentaban varias voces en su cabeza. Al principio de forma muy disruptiva, y así llegó su primera experiencia con el entorno psiquiátrico: “Acabé ingresado en un hospital y me diagnosticaron una enfermedad crónica, lo que implicaba medicalizarme hasta que me muriera. Eso cayó como una losa en mi cabeza”, en sus propios términos. Su primer diagnóstico fue esquizofrenia, pero él mismo recalca que han ido cambiando a lo largo del recorrido psiquiátrico, algo denominado como ‘síntoma del polidiagnosticado’.

Dominar la escucha

Estas voces tan descalificativas y agresivas modularon su comportamiento, sobre todo en las relaciones sociales. “Al principio se lo dije a mi gente más cercana con mucha cautela y algunas de sus reacciones me provocaron más retraimiento y silencio. Para mí fue un punto de fuga el hecho de pertenecer a movimientos sociales y espacios políticos, lugares en los que pude pensar bien qué me ocurría y derribar el retraimiento que me provocaba la medicación y la experiencia que ya había tenido con mi primer ingreso”, se explaya Balius.

«Ya es hora de que dejen de abordarlo solo desde la perspectiva biomédica»

Él sigue escuchando voces, aunque la relación con ellas ha cambiado al conseguir integrarlas en su propia biografía y contexto. Cuando se le presentan, las voces positivas luchan contra las negativas, “como si tuviera dos bandos en la cabeza”, explicita él mismo. “Esto es una experiencia humana más, pero poco frecuente y usual. Necesitamos recursos comunitarios y colectivos, no lo que me pasó a mí, que un psiquiatra me aterró con un diagnóstico erróneo”, apunta.

Balius defiende que se vulneraron algunos derechos en aquella primera experiencia psiquiátrica debido a que los profesionales “asociaron esas experiencias psicóticas a una base biológica cuya única salida es la psicofarmacológica”, critica. Al igual que los demás escuchadores entrevistados, él forma parte de Intervoice, la agrupación internacional con presencia en más de 30 países. “Ya hay universidades, publicaciones científicas e investigaciones que han demostrado con datos la relación que existe entre el desarrollo de trastornos psicóticos y las condiciones de vida, pobreza o la existencia de traumas infantiles, así que ya es hora de que dejen de abordarlo solo desde la perspectiva biomédica”, reclama.

Una puerta de entrada al sufrimiento

Sea como fuere, algo está cambiando en la psiquiatría y Miguel Ángel Martínez es ejemplo de ello. Psicólogo clínico de profesión, pertenece a la Asociación Madrileña de Salud Mental, dentro de la Asociación Española de Neuropsiquiatría: “En algunos manuales de diagnóstico, el simple hecho de tener alucinaciones auditivas, escuchar voces, es uno de los criterios para diagnosticar esquizofrenia”, introduce el experto. Afirma que la primera respuesta profesional ante una realidad así suele ser querer eliminar las voces a través de psicofármacos. “En realidad, no todos los escuchadores tienen un trastorno mental”, apuntilla.

Víctor Sánchez. (Foto: Guillermo Martínez)Víctor Sánchez. (Foto: Guillermo Martínez) Víctor Sánchez. (Foto: Guillermo Martínez)

El estigma también pesa sobre la cuestión. Tras hablar de ello públicamente, a Martínez se le han acercado varias personas para decirle en privado que ellos también escuchan voces. Desde su punto de vista, es importante tener en cuenta que las voces no son el motivo del sufrimiento, sino una consecuencia del mismo, una respuesta. Asimismo, afirma que “es bastante frecuente la presencia de experiencias traumáticas muy significativas en personas así”. De esta manera, a aquellas que han experimentado un trauma en la esfera sexual es mucho más probable que sus voces les atormenten con ese contenido, o si han sido acosadas o atemorizadas en la vida real, tendrán voces persecutorias.

Las voces también pueden ser aliadas durante el proceso. “Pueden ser una puerta de entrada al sufrimiento, a la historia de esa persona. Quizás ella no te lo cuente, pero el contenido de las voces te puede dar pistas de lo que ha pasado”, prosigue el psicólogo. Martínez considera que esta experiencia psíquica inusual tiene base psicosocial y relacional: “Si te acercas a esta realidad con el enfoque biomédico, verás a personas tomando psicofármacos toda su vida y sin que se les vayan las voces. Lo único que conseguirás es que esas personas acaben diciendo que no las escuchan por miedo a sufrir un ingreso o aumento de la medicación. En cambio, si estableces una relación de confianza con el profesional, podrás hablar mucho más de sus voces por estar liberado, pero no por escucharlas más”, desarrolla. De hecho, él mismo acepta que tratar a personas que han tenido estas experiencias en primera persona ha sido un cambio radical. En sus propios términos: “Me han aportado más ellas mismas y leer sus testimonios que, a veces, la formación académica”.

30 años repletos de insultos

Rodrigo Paz es otro escuchador de voces y activista, miembro del colectivo de apoyo mutuo estatal Flipas. Dos años después de nacer, en el verano de 1966, sufrió una experiencia traumática que desembocó en la presencia de voces en su cabeza a partir de 1989, año en que tuvo que dejar de estudiar Filología Hispánica por este motivo. Casi tres décadas con voces en su interior que le lanzaban improperios y rechazo sobre él. “Eran voces muy intensas, yo vivía muy agitado. Notaba que me insultaban todas las personas con las que me cruzaba y eso me desestabilizaba muchísimo”, describe. Prefiere no recordar ningún momento concreto porque se emocionaría rememorando esa experiencia, dice.

Rodrigo Paz, en el CSO La Ingobernable. (Foto: Guillermo Martínez)Rodrigo Paz, en el CSO La Ingobernable. (Foto: Guillermo Martínez) Rodrigo Paz, en el CSO La Ingobernable. (Foto: Guillermo Martínez)

A sus 57 años, lleva desde 2016 sin la presencia de esas voces en su cabeza, justo desde el momento en que realizó un proceso de regresión. “He estado toda mi juventud sufriendo y eso ha hecho que todas mis relaciones fueran escasísimas y muy traumáticas”, expresa. Asimismo, el terreno laboral ha sido otro ámbito en el que se han manifestado las consecuencias negativas. Desde 2005 ha trabajado de peón de jardinería, sector en el que llegó a ascender hasta capataz. Después ha sido conserje y ha desempeñado funciones en otros trabajos muy físicos. “Mi estado actual, en que apenas puedo andar y me muevo en silla de ruedas, es el resultado de la precariedad del capitalismo aberrante y salvaje en que vivimos”, recalca.

«Tenemos que universalizar el sufrimiento, también el que produce esta experiencia. Solo así podremos superar la mirada biologicista»

Idiota, imbécil, tonto y cerdo eran algunos de los improperios que sus voces le lanzaban internamente. “Me lo decían a gritos, a veces a coro, era horroroso estar así todo el día, sobre todo porque eran infinitas voces, las de todas aquellas personas con las que me cruzaba”, repite Paz. Su relación con la psiquiatría también es muy crítica y le parece un error la sobremedicalización que suele acompañar a estos trastornos o la patologización de los mismos con diagnósticos normalmente erróneos, desde su punto de vista. Un 4 de abril, el Jueves Santo de 1989, empezó su debut en el mundo de la psiquiatría. “Prefiero no decir mi diagnóstico, pero conmigo encajaría cualquiera de los términos que suelen utilizar, ya sea bipolar o esquizofrenia”.

En esa regresión que le permitió deshacerse de las voces de su cabeza afloró lo que vio con apenas dos años, pues a esa edad su madre hizo algo ante él que la cultura permite pero que le influyó de tal forma hasta crearle el trauma, agrega sin dar más detalles. Seis años después de dejar de escuchar esas voces que le atormentaban, ahora facilita cinco grupos de apoyo mutuo: “Tenemos que universalizar el sufrimiento, también el que produce esta experiencia psíquica inusual. Solo así podremos superar la mirada biologicista de lo que nos ocurre, porque en realidad es algo íntimamente ligado a lo psicosocial”, finaliza el propio Paz.

Mostrar más

Deja una respuesta

Botón volver arriba