NBA 2022-23: todos a por el trono del rey Stephen Curry
El 16 de junio, se puso el sol en el viejo Garden de Boston. Un resplandor que emanaba de la Bahía de San Francisco, al otro lado del país (otra costa, otra vida), deslumbró definitivamente a Boston Celtics, un bloque físico y marcial que acabó desfondado y combado por esa certeza centellante que es Golden State Warriors. En una NBA a la que muchas veces las narrativas se le construyen solas, en parte porque su historia las produce a borbotones, dos de las tres franquicias originales de la Liga se jugaron cara a cara el título del 75 aniversario. En Boston, una de las ciudades madres de la NBA desde su nacimiento como BAA en 1946, la vieja dinastía verde de los regios Celtics se dio de bruces con la nueva dinastía hipercapitalista y posmoderna de los Warriors, de la contracultura de Oakland al acaudalado mainstream de San Francisco, la desembocadura del río de millones de las grandes tecnológicas. De Silicon Valley a las canchas NBA.
En Boston, Wardell Stephen Curry II, con 34 años, borró por fin el MVP de las Finales de su lista de cosas por hacer, de la que el14 de diciembre había tachado también, era cuestión de tiempo, lo de convertirse en el jugador con más triples de la historia de la NBA. Curry, cuya dimensión como tirador no admite comparación con ningún ser humano, lejísimos incluso Ray Allen en promedios y volumen, redimensionó su legado en unas Finales en las que su inexplicable talento, los brochazos de genio que va dejando por la pista entre suspiros ahogados de la afición rival y bocas que siguen abriéndose de par en par en la propia, decidieron un título que pareció de los Celtics. Que, no en vano, mandaron por 1-2 con ventaja en el último parcial del cuarto partido. A tiro del 1-3, sucedió Stephen Curry. Unos días después, los Warriors eran campeones (4-2).
Sucedió Stephen Curry y sucedió la alquimia de estos Warriors, tal vez el mejor equipo de la historia. Desde luego uno de los mejores. El cuarto título en ocho años y uno que llegaba después de dos sin pisar playoffs, un descanso para lamerse las heridas de la salida de Kevin Durant y recuperar a Klay Thompson, que regresó el 9 de enero después de 941 días lesionado. Otra vez, no es todo cuestión de dinero y analytics: cuando dirige Steve Kerr y están en pista Stephen Curry, Klay Thompson y Draymond Green, suceden cosas increíbles. Algo se conjura, algo se alienta. Y normalmente ganan los Warriors. También es cuestión de dinero: más de 360 millones invertidos en plantilla. Porque se puede. Invertir para generar, el círculo virtuoso del equipo cuya venta se cerró en 450 millones de dólares en 2010 y cuyo valor ronda ya los 6.000.
Campeones y con la forja intacta, incluido un regreso más simbólico que otra cosa de Andre Iguodala para una última cabalgada (38 años), los Warriors tienen que partir a la fuerza como favoritos, al menos hasta que se demuestre lo contrario. Así tiene que ser mientras sigan Kerr, Curry, Klay y Green, que ha puesto a prueba la estabilidad de la franquicia con su puñetazo a Jordan Poole durante un entrenamiento de pretemporada. La última salida de tono de un jugador inestable casi por concepto pero que, o así ha sido hasta ahora, es imposible de separar de un núcleo duro que volverá a tener ese excelente lote de ayudantes que comandan Andrew Wiggins, Kevon Looney y Jordan Poole y en el que hay salidas carismáticas (Otto Poter, Gary Payton Jr) y entradas interesantes (Donte DiVincenzo, JaMychal Green). Y que esconde bajo la manga un as que puede ser un arma de destrucción masiva: su breve paso por las cloacas, esos dos años sin competir por arriba, dejaron un puñado de jóvenes en prime de talento: el pívot James Wiseman (21 años, número 2 del draft), el alero Jonathan Kuminga (19, número 7) y el escolta Moses Moody (20 y 14). Los Warriors no canjearon la pasada temporada ese futuro por piezas para el presente, como pedían mucho para exprimir el último gran tramo competitivo de Curry. Fueron campeones y conservaron a sus promesas: como estas den ahora el paso adelante…
El trono, como siempre antes de que las cosas se pongan en marcha, tiene muchos aspirantes. ¿Reales? Apenas un puñado… al menos a priori y después de un verano en el que la mayor noticia, por una vez, ha sido la ausencia de noticias. O de bombas atómicas: Kevin Durant pidió el traspaso a Brooklyn Nets y Kyrie Irving pareció tener también las horas contadas en la Gran Manzana. Durante semanas, pareció inevitable que KD acabara en un aspirante como Phoenix Suns, Miami Heat o Boston Celtics, el finalista. Una reformulación de los centros de poder de la NBA, una más, a la que parecía que acompañaría la reunión de Kyrie Irving con LeBron James en los Lakers, con Anthony Davis y, asunto clave, sin Russell Westbrook. Pero Durant, para cuyo precio real nadie estaba preparado, se quedó en Brooklyn. Kyrie, para cuya mala cabeza nadie quería estar preparado, va a seguir también en Brooklyn. Russell Westbrook, cuya temporada en L.A. con LeBron y Anthony Davis fue uno de los grandes desastres de la historia reciente de la Liga, va a comenzar curso en los Lakers, por imposible que pareciera en primavera. DeAndre Ayton, aunque con mala cara, sigue en unos Suns de los que pareció divorciado y que racanearon con su extensión hasta acabar igualando, era agente libre restringido, la oferta de Indiana Pacers (4 años, 133 millones).
Los Lakers han decidido volver a intentarlo con Westbrook, aunque los suicidios se pagan caros y más cuando la megaestrella, el rey sol LeBron, cumplirá en diciembre 38 años (20 en la NBA). Los Nets han decidido que lo que no te mata, te hace más fuerte y siguen con Durant, Kyrie y un Ben Simmons que volverá a jugar al baloncesto más de un año y medio después. Es difícil ubicar, antes de que las cartas se repartan de forma definitiva, lo que la temporada pasada fueron dos fracasos de culebrón. En todo caso, podría parecer más fácil que todo pueda salir lo suficientemente bien, una alineación de astros sostenida al menos durante unos meses, en Brooklyn. ¿O todo lo contrario?
Dudas en Phoenix y terremoto en Boston
Los Suns, finalistas en 2021 y el mejor equipo de la pasada regular season (64-18) regresan sin cambios sustanciales después de que los Mavericks les remontaran un 2-0 y les humillaran en su pista, en Arizona, en el séptimo partido de semifinales del Oeste. Ayton empieza desintonizado con Monty Williams, Chris Paul cumplirá 38 años en playoffs, un titular como Jae Crowder está apartado del equipo y en el mercado y la franquicia busca dueño después del escándalo que ha salpicado a Robert Sarver, acusado de sostener una cultura vergonzosamente tóxica y abusiva durante sus casi dos décadas al mando. Así que ahora mismo resulta tentador apostar a que el mejor momento de este proyecto de los Suns ya lo hemos visto… y no valió para ganar el anillo. Pero habrá que esperar, claro. Igual que con los Celtics, el finalista de 2021, que también ha tenido jaleo veraniego con la sonada salida (suspensión de un año… solo por ahora) del entrenador, Ime Udoka, por comportamiento inapropiado con una trabajadora de la franquicia. Jaylen Brown está mosqueado porque iba en todos los posibles paquetes para intercambiar por Kevin Durant y Robert Williams no jugará al menos hasta Navidad por una operación en la rodilla que llevó al límite para jugar, lesionado, los playoffs y las Finales. Los Celtics debería estar ahí porque el bloque se mantiene (con un refuerzo de lujo como Malcolm Brogdon) pero los motivos están al alcance de la mano de todo el que quiera, también, dudar de ellos.
¿Qué queda? Pocas certezas. La mayor, Milwaukee Bucks. El campeón de 2021 sigue con el bloque que selló contractualmente para una ventana competitiva que todavía no se ha cerrado. El que lidera Giannis Antetokounmpo con dos escuderos que ya tienen pedigrí ganador como Jrue Holiday y un Khris Middleton cuya lesión de rodilla lastró la defensa del título, que murió en una tremenda serie de siete partidos contra los Celtics. El que crea que con el escolta los Bucks habrían navegado las muy turbulentas aguas de esa eliminatoria, tendrá que colocar al equipo de Wisconsin como, otra vez, la principal fuerza de un Este en el que Miami Heat ha tocado pocas cuerdas porque le ha fallado la caza mayor (Kevin Durant, Donovan Mitchell…) y Philadelphia 76ers lanza su ahora o nunca después de rodear a Joel Embiid y James Harden de un equipo con mucho músculo defensivo y el suficiente talento ofensivo: Tyrese Maxey, Tobias Harris, PJ Tucker, De’Anthony Melton, Furkan Korkmaz, Matisse Thybulle…
En El Oeste, a la derecha de los Warriors, y a la espera de medir los niveles de melancolía de los Suns, se sientan unos Clippers post balneario. Superado lo que en teoría fue un año de transición y rearme para preparar lo que debería ser, tal vez, el gran asalto de Kawhi Leonard (que se perdió toda la temporada pasada) y Paul George. Otra pareja que acumula decepciones y expectativas no cumplidas desde su reunión en 2019. Hasta ahora, al menos. Si la rodilla de Kawhi responde, y con un entrenador como Tyronn Lue al frente, los Clippers tienen la profundidad necesaria para sentirse aspirantes: Norman Powell, Robert Covington, Marcus Morris, Luke Kennard, Nico Batum, Ivica Zubac, Terance Mann… y John Wall, candidato a historia de redención del año después de las lesiones y el ostracismo de la temporada pasada en Houston.
La competición hablará. Memphis Grizzlies, con su núcleo joven atómico (Ja Morant, Jaren Jackson Jr, Desmond Bane…), acabó segundo del Oeste la última fase regular, pero fueron los Mavericks, Luka Doncic y sus soldados de fortuna, los que devoraron a los Suns y jugaron la final de Conferencia contra los Warriors. El esloveno vuelve a partir como favorito para el MVP según las casas de apuestas, ya en su quinta temporada en la NBA y una en la que su equipo tiene que demostrar que el éxito de la pasada temporada es sostenible. Hay un cambio trascendental: Jalen Brunson se ha ido a los Knicks y Christian Wood, un gran talento con lagunas de concentración y pocas ganas de defender, ha llegado para ser la referencia interior (en ataque, al menos) de unos Mavs en los que Doncic sigue diciendo que no necesita una gran estrella a su lado: que se puede ganar así. El año pasado, la última vez que le vimos en pista con los Mavs, se quedó a las puertas de las Finales.
Denver Nuggets, como los Clippers tras un curso marcado por las bajas de larguísima duración, podría reaparecer en el primerísimo plano con el regreso de Jamal Murray y Michael Porter Jr, la omnipresencia de Jokic y la llegada de tipos duros como Bruce Brown y Kentavious Caldwell-Pope. Es un equipo al que es fácil imaginar entre los cuatro mejores del Oeste, un lugar al que ha dejado de aspirar Utah Jazz, que se baja del tren de los aspirantes para entrar en una profunda reconstrucción que envía a sus dos estrellas a otros equipos por primera vez en sus carreras: Donovan Mitchell jugará en los Cavaliers, Rudy Gobert en Minnesota Timberwolves. El pívot, con su imponente efecto en regular season y sus problemas cuando los equipos aplican planes para minimizarlo en playoffs, formará pareja interior con Karl-Anthony Towns después de una de las operaciones más costosas de la historia, un traspaso que es un all in para los Wolves después de su regreso a playoffs la temporada pasada. Un camino de ascenso que también han tomado los Pelicans, que siguen dando los pasos correctos y recuperan a Zion Williamson después de un año en blanco, y al que quiere volver Portland Trail Blazers, una franquicia totalmente reformada alrededor de Damian Lillard: Jerami Grant, Gary Payton II, Josh Hart, Anfernee Simons, Jusuf Nurkic… Si no es ahora, quizá ya no vaya a ser nunca para Lillard. Al menos en Oregón.
En el Este no hay sitio para todos. Al citado eje de poder (Bucks, Celtics, Heat, Sixers y Nets) hay que sumar, tal vez, a unos Hawks que después de un año muy decepcionante se han hecho con Dejounte Murray. A los Raptors, que siempre estarán ahí, colándose por cualquier resquicio que dejen los demás y enredando con cualquier opción que ofrezca el mercado. Y, con dudas sobre el recorrido de los proyectos de Knicks y Bulls, a unos Cavaliers que son verdaderamente legítimos con la llegada de Donovan Mitchell. Quieren pasar de feel good story a aspirantes, de reconstrucción impecable a top 4 del Este. Mitchell da legitimidad, polvo de estrellas y un carro de puntos al lado de Darius Garland, Evan Mobley, Jarrett Allen, Caris Levert, Isaac Okoro… y, claro, un Ricky Rubio que regresa (por ahora, lesionado) y el eterno Kevin Love.
Los españoles… después del Eurobasket
La temporada arranca ahora y acabará en algún punto entre el 9 de junio, cuarto partido de las Finales, y el 18, cuando se jugaría un hipotético séptimo. El 9 de febrero es el trascendental cierre de mercado, la mano de chapa y pintura que deja los equipos definitivamente listos para unos playoffs que empezarán el 15 de abril, cuatro días después de (11-15) el ya asentado play in en el que se deciden las dos últimas plazas para las eliminatorias en las dos Conferencias. El All Star Weekend viaja a Salt Lake City (17-19 de febrero) en la que puede ser la última temporada, veremos, sin ese torneo alternativo al estilo Copa europea (o March Madness, si se prefiere) que tiene entre ceja y ceja el comisionado Adam Silver.
La representación española es la misma… pero veremos si con nuevos roles. Ricky Rubio regresa a los Cavaliers después de su grave lesión y un traspaso a Indiana Pacers del que salió con su regreso a Ohio ya hablado. Antes de fin de año, si la rodilla responde, podría estar en pista otra vez. Serge Ibaka volverá a buscar su segundo anillo como fondo de armario en el juego interior de los Bucks, y los Hernangómez regresan del Eurobasket como campeones y con un espíritu absolutamente relanzado. Juancho debuta en los Raptors, en busca de minutos y estabilidad, y Willy, MVP en Berlín quiere afianzarse como primer pívot suplente en la rotación de los Pelicans. Usman Garuba, otro de los héroes del verano, inicia su segundo alto en Houston Rockets, un equipo en cuya reconstrucción tiene que subirse para no empezar a verse apartado (y Silas ha reconocido que le impresionó su labor a las órdenes de Scariolo). Finalmente, Santi Aldama tiene papeletas para tener un papel mucho más importante en los ascendentes Grizzlies. Después de un verano sin Selección y de mucho trabajo silencioso, este puede ser su momento.
La temporada NBA para el baloncesto español tendrá otro hito. En el día en el que la Liga anunció su nuevo calendario, los Lakers pusieron fecha y oficialidad a lo que era un secreto a voces: la camiseta de Pau Gasol, el número 16 que llevó el de Sant Boi con los angelinos, será retirado y elevado al techo del ahora Crypto.com Arena (antes Staples Center) el próximo 7 de marzo. Será en noche de partido entre los Lakers, donde Gasol jugó entre 2008 y 2014, y Memphis Grizzlies, su primera franquicia en la NBA (2001-08). Con los de Tennessee fue Rookie del Año y una vez all star. En L.A. fue tres veces all star (sumó dos más con los Bulls) y, claro, dos veces campeón. En 2009 y 2010 como el gran aliado, el escudero de Kobe Bryant, su gran amigo fuera de las pistas.
No hay muchos honores mayores en el mundo del deporte estadounidense que la retirada del número. Y, desde luego, no hay cimas más altas de la NBA que lograr ese hito con los legendarios Lakers. Nadie más llevará el 16 en los angelinos, en los que el de Pau será el duodécimo número retirado. Se unirá a Kobe (un caso único con dos números para siempre en propiedad, el 8 y el 24) en a una lista que corta la respiración (Magic Johnson, Jerry West, James Worthy, Elgin Baylor…) y que incluye a algunos de los mejores pívots de la historia: Wilt Chamberlain, Shaquille O’Neal, Kareem Abdul-Jabbar. Los nombres dan la medida del logro de Pau Gasol. De su trascendencia en una franquicia que en esta temporada, si no sucede nada extraño (básicamente: si no media lesión grave), tendrá otro hito de leyenda: LeBron James superará a Kareem Abdul-Jabbar y se convertirá, también vestido de dorado y púrpura, en el jugador con más puntos en la historia de la NBA.
Kareem se retiró con 38.387, LeBron está antes del inicio de curso en 37.062. Le quedan, por lo tanto, 1.325 puntos. En la media de su carrera (27,1 por noche) superaría al mítico pívot en torno al partido 49 de la temporada. En los números de la 2021-22 (30,3) tardaría todavía menos: unos 44 partidos. Otra marca extraordinaria de un LeBron que, también en clave laker, rebasará el total de asistencias de Magic Johnson: 10.141. LeBron está en 10.045 y la pasada temporada promedió 6,2 por partido (7,4 en su carrera). De hecho, si juega un número muy alto de los 82 partidos de regular season, El Rey podría superar también a Mark Jackson y Steve Nash y situarse ya cuarto en el histórico de pases de canasta. Sencillamente increíble; sencillamente, LeBron James.