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Luyk: “Ferrándiz me dijo que iba a jugar en el club más grande del mundo”

Leyenda absoluta del Real Madrid y de la Selección, le contemplan 14 Ligas, 10 Copas, 6 Copas de Europa, una plata europea… Don Clifford Luyk, ese pívot que llegó de Nueva York con 21 años y que acabaría cambiando el baloncesto español para siempre.

¿Qué supone para usted entrar en el Hall of Fame?

Un gran honor y un privilegio estar entre los mejores en todos los sentidos, no sólo jugadores. Entrenadores, médicos como Jorge (Guillén)… Es una iniciativa muy buena y para mí es muy satisfactorio estar ahí.

16 años y 33 títulos con el Real Madrid. ¿Cuándo llegó a España se imaginó que su carrera iba a ser así?

Pues no porque yo vine muy joven, con 21 años. Había estado en pretemporada con los Knicks, iba a ser el noveno o décimo jugador del equipo. Me vio Ferrándiz jugar contra Boston y habló con Ned Irish, que era el presidente de los Knicks, para que viniese un año y luego volver a Nueva York. Pero nunca volví.

¿Qué le dijo Ferrándiz para convencerle?

Que iba a jugar en un gran club, «el más grande del mundo» decía. Cuando llegué a Barajas me encuentro a Emiliano esperándome y así empezó todo. Iba a volver a los Knicks, pero querían que estuviese en el rookie camp y claro, yo fui drafteado después de promediar 21 puntos y 15 rebotes en mi último año en Florida. No iba a volver allí para lesionarme estando en un equipo (el Madrid) que ya sentía como mío. Me quedé aquí otro año más y otro año más y otro…

En aquel partido contra los Celtics jugó contra Bill Russell, Bob Cousy…

Sí, en aquellos partidos de verano los rookies jugábamos mucho, ellos a lo mejor jugaban 15 o 20 minutos. En aquel partido ganamos 99-92 y yo metí los últimos 9 puntos. Yo creo que eso fue lo que le hizo pensar a Ferrándiz ‘éste para mí’.

Qué recuerda de los enfrentamientos que tuvo contra Russell o contra Oscar Robertson.

A Oscar le puse un tapón y lo celebré, pero él vino y me dijo “no ha sido tapón porque han pitado falta antes”. Con Russell fue al revés, me puso un gorro él a mí. Le metí un gancho precioso y me dijo “Buen lanzamiento rookie, pero no lo intentes otra vez”. Yo lo intenté otra vez y me puso un gorrazo que mandó el balón a la segunda fila.

En 2013, después de que el Madrid perdiese la primera Euroliga con Laso de entrenador, dijo que si la ganaban aquel equipo sería el mejor Madrid de la historia. ¿Lo sigue pensando?

Yo creo que desde que cogen el equipo Juan Carlos Sánchez y Pablo Laso cada año tenemos mejor equipo. Este año por ejemplo creo que tenemos mejor equipo que nunca. Mejor que el pasado, mejor que en el año 13 o en el 15.

Sorprende que diga eso alguien que perteneció al Madrid más exitoso de la historia.

Nosotros tuvimos un gran equipo, pero el baloncesto ha cambiado tanto que cualquier comparación es odiosa. No se puede comparar al jugador de hoy en día con el de mi época. Sería absurdo intentarlo porque entonces sería un fracaso para el ser humano, física y psíquicamente.

¿Al Real Madrid de Chus Mateo cómo le ve?

Es la continuación de un proyecto muy acertado. Ahora hemos recuperado al Chacho y, sobre todo, los fichajes de Musa y Hezonja son fabulosos. Y el fichaje de Tavares en su momento fue un acierto impresionante.

¿Cree que es el favorito número uno para ganar la Euroliga?

No, creo que somos uno de los favoritos. El principal favorito es el Efes.

Usted conoce bien a Chus Mateo. ¿Qué podemos esperar de él como entrenador?

Chus es el entrenador perfecto para seguir con la progresión de la sección de baloncesto. Él lleva muchos años en el club, trece o catorce, y eso es muy importante. No es tan fácil ser un entrenador de fuera y de repente encontrarte en el Real Madrid. Nosotros somos un club de fútbol. Tenemos una sección de baloncesto dentro del club de fútbol más grande del mundo. No es tan fácil para un entrenador para el que todo esto se a nuevo. Yo creo mucho en la continuación y en la identificación del entrenador, acerca de quién es el club y cómo funciona. Eso es una ventaja que tiene Chus.

A usted se le recuerda más por su etapa de jugador, pero también fue entrenador. ¿Ha disfrutado las dos por igual?

No. Creo que ningún entrenador que haya sido jugador contestaría distinto. Siempre queremos jugar, más que entrenar. Entrenar es una pesadilla. Hombre, siempre hay algún momento bueno. Por ejemplo, Los Ojos del Tigre fue un invento mío con la canción y eso es gratificante. Ganar la Recopa con Ricky Brown haciendo la bicicleta. Dos Ligas, una Copa del Rey que llevábamos tiempo sin ganarla. Pero nada como ser un jugador destacado ganando títulos.

Si hay una cosa que lleve su firma por encima de las demás es su gancho. ¿Le salía natural o lo entrenó hasta perfeccionarlo?

Eso fue en Florida. Los veranos eran impresionantemente calurosos, con mucha humedad, y yo me pegué todo el verano en la pista cubierta con un ventilador, horas y horas y horas practicando el gancho, tanto con la derecha como con la izquierda. Hacía lo que se conocía como el ejercicio de George Mikan, que en el año 48 era el gran pívot y fue realmente el inventor del gancho. Yo le veía jugar de jovencito en los años 50 y su ejercicio consistía en tirar con la derecha, coger el balón de la red y tirar con la izquierda. Un paso, dos pasos. Con tablero, luego sin tablero. Y así horas y horas. Y llegué a tal punto que siempre entraba el balón y cogía un ritmo que realmente disfrutaba.

Durante más de una década fue el jugador con más Copas de Europa con seis. Luego le superó Meneghin con siete. ¿De las cuatro que perdió recuerda alguna con especial rabia?

No me gusta pensar en los partidos perdidos, pero la que más sentí fue la primera cuando perdimos contra los soviéticos en mi primer año. Habíamos ganado de 17 puntos en el Viejo Frontón Fiesta Alegre y fuimos a Moscú y perdimos de 17. Hubo que jugar el tercer partido 24 horas después y ellos tenían un equipo bastante más completo. Acabamos exhaustos.

Al año siguiente ganaron sin los soviéticos en la competición y os lo echaron un poco en cara.

Los soviéticos no participaron porque estaban preparándose para la olimpiada de Tokio en el 64. Ganamos contra el Spartak de Brno y fue nuestra primera Copa de Europa. Yo creo que ellos fueron más criticados, a nosotros se nos subestimó un poco. Y al año siguiente, en el 65, sí que participaron y ahí fue cuando les ganamos. Para mí fue la gran venganza, por lo que había pasado dos años antes y porque era un estadounidense ganando a los soviéticos. Para mí fue uno de los triunfos más destacados y bonitos que he tenido.

Antes de la final ante el TsKA juegan las semifinales en Belgrado. Cómo fue aquel partido, porque se ha hablado mucho sobre la duración del mismo.

Nuestro gran amigo Stankovic era el entrenador del OKK de Belgrado y ya sabemos lo que pasaba con él. Fuimos allí con ventaja, pero cuando ellos empezaron a remontar cada minuto era como tres. Empezamos a jugar media hora antes del partido de fútbol televisado y acabamos media hora después. Yo hice la quinta falta y entró en juego Jim Scott, que era un jugador muy grande pero que no solía jugar mucho. Nada más entrar cogió el balón e hizo un mate a canasta pasada que el público dijo ‘esto ya se ha terminado’.

¿Era habitual que pasaran cosas extrañas en ciertos pabellones?

Había campos que sabíamos de antemano que eran, no exactamente tramposos, pero que iban a pasar cosas extrañas. Como en Belgrado, como en Salónica, en Turquía… Sigue siendo bastante comparable, nunca se sabe lo que va a pasar en estos lugares.

En un artículo en el que hablaban de usted le dedicaban la siguiente frase: “Llegó al baloncesto español cuando andaba en alpargatas y lo dejó vestido de etiqueta”.

Yo creo que eso es mucho, es una exageración. El reconocimiento justo es que traje un baloncesto distinto al que practicaban los jugadores altos aquí. En Florida, cuando cogía el rebote, sino había un buen primer pase yo empezaba a botar hacia el medio del campo. Y esto en España estaba prácticamente prohibido. A Ferrándiz le costó aceptarlo. Si perdía un balón siempre me decía: “¡Entrega el balón al base!”. Pero si yo cojo un rebote y el base tiene que venir hasta el balón perdemos la opción de contraataque. Stankovic, que fue mi entrenador creo que las ocho veces que estuve en el All Star de Europa, me utilizó para enseñárselo a Cosic. Y Sabonis lo hacía también en sus buenos tiempos, Sabonis era impresionante cuando botaba el balón después de un rebote defensivo.

Es una acción adelantada a su tiempo.

Sí, claro. Hoy en día los pívots tienen el derecho de botar. Lo que yo he enseñado es que cuando coges el balón miras a tu lado para dar el pase, pero si no ves a nadie das dos o tres botes y entregas el balón en medio campo.

¿Cómo era trabajar con Ferrándiz?

Era un genio en el sentido de ver un baloncesto distinto de los demás. No siempre hemos estado de acuerdo, pero él tenía su manera de enfocar el baloncesto y el tiempo le ha dado la razón.

¿Y jugar junto a Emiliano?

Emiliano es Santana, es Ballesteros, es Emilio de Villota… Un pionero. Él fue nombrado mejor jugador de Europa, creo que en el año 63, y con eso está todo dicho.

¿Y tener a Saporta de jefe?

Una persona superinteligente. Juzgaba a las personas al momento y sabía exactamente lo que quería. Demostró también en el fútbol que era una persona muy fiel y afín a Don Santiago. Es superimportante en la historia del baloncesto y también del fútbol.

Fue protagonista de varios reportajes en el NO-DO enseñando cómo era la vida de un “gigante” en España. ¿Cómo recuerda aquello?

Creo que fue Miguel Ors y también estaba por medio Héctor Quiroga. No me pagaron (se ríe). Lo hice para promocionar el baloncesto en lo que fuera posible.

¿Pero usted se convirtió en una figura bastante famosa en España? Podríamos decir que incluso mediática.

La verdad es que a las forofas femeninas les gustaba mucho el baloncesto porque llevábamos pantalones muy cortos y yo tenía buenas piernas. Así es como logré mi mejor gancho con mi mujer Paquita.

En el 68 la Selección juega dos partidos en Estados Unidos de preparación para los Juegos y los Pacers, uno de los rivales, le quiso fichar. ¿Cómo de cerca estuvo la posibilidad de volver a la NBA?

Llevaba tres años como español y yo estaba muy feliz en España. Yo me hice español porque a los tres años de llegar a Madrid volví en verano a Estados Unidos y no encontraba a nadie de mis amistades, ni de la universidad ni de Syracuse. Y aquí tenía cada vez más amistades, matrimonios con los que iba a comer, con mi botella del vino bajo el brazo. Les dije «muchas gracias, pero no me interesa». Ni llegamos a hablar de cifras ni nada.

Lo suyo fue casi un amor a primera vista con España.

Mi madre es suiza, de Zurich, y mi padre holandés, de Rotterdam. Yo conocía un poco el ambiente del Viejo Continente. No era el típico estadounidense de cuarta o quinta generación que llega aquí y pregunta dónde está el burro y la manta pensando que es México. Mi padre, como tulipanero, había viajado por el Mediterráneo, había estado en Valencia. Me hablaba de España, de Francia, de Alemania, de Italia… Ellos hablaban en alemán muy a pesar suyo, porque sus familias huyeron de la Primera Guerra Mundial. Y así fue como se conocieron. Cuando mis hermanos y yo nacimos en Estados Unidos entre ellos hablaban alemán, pero no querían que nosotros lo aprendiéramos porque estaba mal visto en mi pueblo. Como hablar en japonés.

Con la Selección lograron varios hitos en su época. Por ejemplo, la mejor clasificación en unos Juegos, séptimos en México 68.

Ahí debo mucho al doctor Guillén, aunque estuve a punto de pegarle un par de hostias muchas veces. Para jugar me tenía que pinchar con novocaína en la rodilla izquierda, en el tendón rotuliano. Yo llegaba al campo justo para el salto entre dos. Y luego en el descanso otra vez a pincharme porque sólo duraba 20 minutos el efecto. Dolía un huevo y tuve ganas de pegarle (se ríe). Luego ganamos a México con un gancho mío casi desde el medio del campo y la prensa mexicana la tomó conmigo diciendo que yo jugaba drogado.

En el Mundial del 74 acabaron quintos, también la mejor clasificación histórica hasta la fecha.

Ahí fuimos con las mujeres (risas).

Su gran éxito fue la plata en el Eurobasket del 73 en Barcelona.

Eso fue muy destacable, sí. Ganamos en semifinales a los soviéticos y perdimos contra los yugoslavos. Y Brabender fue el MVP.

Tanto Brabender como usted jugaron como nacionalizados. ¿Qué le ha parecido la nacionalización de Lorenzo Brown?

Yo llevaba tres años en España y creo que fui el primero en jugar con la Selección, por lo menos el primer estadounidense. En cuanto a Lorenzo Brown, a toro pasado creo que ha sido un gran acierto. No tenía tanto apoyo antes de demostrar su valía, no sólo como jugador sino también como persona. Yo prefiero juzgarle a toro pasado.

¿Cómo valora el éxito de la Selección en el Eurobasket?

Tiene mucho mérito porque nadie esperaba un resultado semejante. Inclusive llegar a cuartos de final. Habría sido un éxito llegar a octavos. Pero esto refleja el gran trabajo que está haciendo la FEB, también con los equipos de formación. Y luego Scariolo. Su sapiencia y experiencia en la NBA le han convertido en uno de los mejores entrenadores europeos.

Si pudiese compartir equipo con algún jugador español, de cualquier época, a cuál elegiría.

Va a ser uno del Real Madrid seguro. Quizá Felipe. Es el emblema de la característica más importante que hemos tenido siempre en el club: querer la camiseta y hacer todo lo posible por ganar el partido. Y también con Rudy. Y con Llull.

Un nombre más y sale el quinteto.

Sergio Rodríguez también me gusta.

¿Y jugador europeo?

Yo entrené a Sabonis pero me hubiera gustado jugar con él. Yo creo que Sabonis es el mejor europeo de todos los tiempos. Sobre todo cuando era joven, antes de lesionarse. Tenemos a Nowitzki o a otros que han triunfado en la NBA, pero el mejor en puro talento y físico era Sabonis de joven. Y luego quizá un base que sepa pasar a los pívots. Me gusta mucho Micic por ejemplo.

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