Salud

La resistencia a los antibióticos: el reto de frenar nuestra futura primera causa de muerte

La resistencia a los antibióticos (RAM) es una de las preocupaciones sanitarias más acuciantes de los últimos años. A pesar de que la pandemia de coronavirus, enfermedad que al ser vírica no puede tratarse con antibióticos, haya hecho que todos los esfuerzos en investigación, prevención y tratamiento hayan ido dirigidos a luchar contra el SARS-CoV-2, la comunidad médica internacional sigue muy preocupada ante el problema de que las bacterias y agentes infecciosos se hagan cada vez más resistentes a la defensa antibiótica.

De hecho, un estudio reciente publicado en la prestigiosa ‘The Lancet’ asegura que la RAM se cobra al menos 700.000 vidas al año en todo el mundo, una cifra que se espera que aumente a 10 millones de personas cuando lleguemos a 2050. En Europa, en la actualidad provoca alrededor de 33.000 muertes anuales, 3.000 de las cuales se dan en España. Por ello, según cálculos del Ministerio de Sanidad de nuestro país, si no se toman medidas urgentes, se estima que hacia la mitad del siglo XXI podría convertirse en la primera causa de muerte por delante del cáncer.

Ha habido «un incremento significativo del uso de antibióticos en los hospitales y una notable bajada en la atención primaria durante la pandemia»

Llegados a este punto, una de las preguntas que se deben hacerse es si, de algún modo, la pandemia de coronavirus ha contribuido a acrecentar o disminuir el problema; ya sea porque el virus produce una neumonía con una sintomatología muy parecida a la provocada por una infección bacteriana y se ha tratado con antibióticos o, si por el contrario, ha menguado el consumo de este tipo de fármacos debido a que las consultas presenciales en atención primaria se cancelaron durante los meses más duros de la pandemia y los pacientes no pudieron obtener estos medicamentos en la farmacia al necesitar la receta de su médico de cabecera.

Natalia Lázaro Prevost

Tal y como reconoce el Ministerio de Sanidad, quien ha respondido a una serie de preguntas a este diario, ha habido «un incremento significativo en el ámbito hospitalario y una notable bajada en el sector comunitario durante marzo y abril del año pasado». Por un lado, «la subida en los hospitales responde a la incertidumbre diagnóstica en el inicio de la pandemia y la bajada en atención primaria al cierre de los centros sanitarios», aseguran Antonio López Navas y Cristina Muñoz Madero, coordinadores del Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN) en las áreas de Salud Humana y Sanidad Animal.

«Aunque el nivel de consumo ha recuperado ya la tendencia decreciente que se venía observando en la época pre-covid, la subida puntual en hospitales y la bajada en atención primaria podrían tener consecuencias como el incremento del riesgo de desarrollo de resistencia en el caso de los centros hospitalarios o la reducción del mismo riesgo en el ámbito comunitario», explican los coordinares. «Aunque la covid-19 es una infección vírica, y por tanto, no se trata ni previene con antibióticos, el diagnóstico de coinfección o sobreinfección bacteriana en estos pacientes conlleva en muchos casos la prescripción de tratamiento antibiótico», recordando las recomendaciones dirigidas a profesionales sanitarios para mejorar la prescripción antibiótica en el marco de la pandemia, publicadas en mayo.

¿Una «pandemia bacteriana»?

Ahora, ¿qué pasaría si tuviéramos que lidiar con una pandemia causada por una bacteria en vez de un virus en el futuro, contando con que sigue aumentando la resistencia a los antibióticos? En realidad, «es algo que se produce a pequeña escala en la mayor parte de hospitales bajo la forma de brotes«, asevera Jorge Anel, especialista en microbiología del Hospital Universitario Puerta del Hierro de Majadahonda, a El Confidencial.

«Cuando existe resistencia, se suele optar por dosis más elevadas que las habituales o por combinaciones sinérgicas de varios antibióticos»

Esto sucede cuando «una bacteria que, siendo inicialmente sensible a muchos antibióticos (debido a la presión antibiótica, mucho más habitual en el entorno hospitalario), es capaz de desarrollar resistencia a la mayoría o incluso a todos ellos, y diseminarse en una planta de hospitalización o en una UCI, pudiendo causar serios problemas dependiendo de la virulencia de dicha bacteria», explica Anel. «En estos casos, se suele optar por administrar dosis más elevadas que las habituales o por combinaciones sinérgicas de varios antibióticos». Así lo corroboran también López Navas y Muñoz Madero: «En cualquier caso, las superbacterias no son un riesgo futuro, sino una cuestión que ya forma parte de nuestra realidad. Podríamos definir este fenómeno como una ‘pandemia silenciosa’ con la que ya se convive en los hospitales».

¿Hay marcha atrás?

¿Tiene alguna solución este problema o ya hemos llegado a un punto de no retorno? De no dar marcha atrás, podríamos llegar a una era pre-antibiótica, como explica el microbiólogo. «La peste negra, sin ir más lejos, fue causada por la bacteria Yersinia pestis que arrasó más de un tercio de la población de Europa en el siglo XIV», comenta. Por ello, y para no volver a estos episodios tan oscuros de nuestro pasado, se debe fomentar la investigación en antibióticos de última generación que sean eficaces contra las bacterias superresistentes, así como seguir concienciando a la población para que los consuma con prudencia.

Ada Nuño

«La automedicación ha sido y es, aunque ahora en menor medida, un problema muy grave en España«, reconoce Anel. «Pero la importante labor de las oficinas de farmacia ha contribuido a reducir considerablemente esta mala costumbre. En el caso concreto de los antibióticos, hoy en día no es posible adquirirlos sin prescripción médica, y las farmacias se encargan de que así se cumpla».

Más preparados y concienciados

Una de las buenas noticias es que, en caso de que hubiera una pandemia como la de coronavirus pero provocada por una bacteria, la sociedad estaría más preparada y concienciada en materia de prevención para luchar contra una enfermedad infecciosa. «Esta pandemia ha supuesto un aprendizaje muy importante en el ámbito de las medidas de prevención de infecciones», reconocen los coordinadores del PRAN. «Los comportamientos individuales y grupales han mejorado porque la conciencia colectiva sobre el riesgo de contagio y los efectos del virus se han incrementado muy significativamente en un breve período de tiempo. El reto ahora es afianzar la concienciación colectiva y traducirla en actitudes que perduren en el tiempo. Solo así podremos afrontar de manera efectiva futuras pandemias y amenazas que ya son reales, como las que suponen las infecciones provocadas por bacterias multirresistentes».

«España está de momento en una situación tolerable, pero no podemos descuidarnos demasiado»

Anel también cree que en caso de llegar «a la grave situación de sufrir una pandemia causada por una bacteria multirresistente (resistente a varios tipos de antibióticos) o, incluso, panrresistente (a todos los antibióticos conocidos), solo quedaría la posibilidad de aumentar las dosis, siempre sin superar el límite de toxicidad, o emplear combinaciones de efecto sinérgico, hasta poder disponer de un antibiótico nuevo y efectivo frente a la bacteria en cuestión». Una de las particularidades que señala el microbiólogo de esta hipotética «pandemia bacteriana» es que una infección causada por una bacteria siempre va a necesitar de algún fármaco para combatirla, a diferencia de una de tipo vírica, que en algunos casos puede curarse sola a partir de la acción de nuestro sistema inmunitario.

Actualmente, España cuenta con el plan estratégico de resistencia a los antibióticos, el PRAN, puesto en marcha desde 2014 para vigilar y controlar el consumo de estos fármacos, así como investigar sobre nuevos antibióticos y bacterias resistentes. «Este problema no solo afecta a las personas, sino también a los animales», recalcan los coordinares. «Dentro del continente europeo hay grandes diferencias entre países», concluye Anel, por su parte. «En el norte de Europa, especialmente en los países nórdicos, la RAM todavía no es un problema demasiado preocupante. Algo muy diferente de lo que sucede en algunos países del sur y del este, como Grecia, Chipre, Bulgaria, Rumanía o Italia, donde las tasas de resistencia alcanzan niveles muy elevados. España está, de momento, en una situación tolerable, pero no podemos descuidarnos demasiado».

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