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La mano de Irulegi es un hallazgo único, pero no resuelve el gran misterio: de dónde surgió el euskera

La mano de Irulegi es un hallazgo único, pero no resuelve el gran misterio: de dónde surgió el euskera

En algún momento, entre el año 82 y 72 a. C. los partidarios de Pompeyo llegaron al monte Irulegi, a unos ocho kilómetros al sureste de Pamplona. En aquella época, en la cima de aquel teso que controlaba el valle del Aranguren había un poblado vascón. Los soldados romanos, que habían convertido la península en su particular patio de recreo militar, decidieron dar un escarmiento a todos los que vivían en el poblado. Lo asediaron, lo destruyeron y lo redujeron a cenizas.

Casi 2000 años después, el 18 de junio de 2021, la arqueóloga Leire Malkorra encontró en el vestíbulo de una casa del poblado una mano de bronce. Nadie lo sabía en ese momento, pero acaba de darse de bruces con una pieza clave en uno de los misterios histórico-lingüísticos más intrigantes que persisten en Europa: la historia del euskera. De la historia; porque pese a lo que hemos podido leer el ‘origen’ sigue tal y como estaba.


La soledad del euskera

relaciones entre los idiomas

Basta con mirar cualquier mapa sobre la distancia léxica, la genealogía o las relaciones entre las lenguas actuales para confirmar la tremenda soledad del euskera. Se trata de una de las pocas lenguas vivas que no está emparentada con ninguna otra y eso ha despertado, durante siglos, la imaginación de expertos y aficionados.

El motivo es sencillo: a la rareza del idioma se le suma que no hay mucho material con el que trabajar. Y eso que la situación ha cambiado mucho desde que en 1954 Koldo Mitxelena denunciara aquello de que “los vascólogos nos quejamos a
veces de la falta de materiales antiguos, pero debíamos preguntarnos si nos ocupamos seriamente de publicar los que existen”. Hoy por hoy, el corpus euskérico y proto-euskérico está bien estudiado, bien documentado; pero a medida que nos remontamos hacia atrás se vuelve escaso y discutible.

El mejor ejemplo de ello es el mosaico de Andelos. Como nos explicaba el lingüista Josu Gómez, el que hasta ahora se consideraba que podía ser el texto vascónico más antiguo descubierto no estaba claro ni que fuera vascónico. Encontrado en una zona de transición entre vascones, íberos, celtíberos y, posiblemente, otros pueblos, el hecho de no entender ni una sola palabra dificultaba su filiación.

Al fin y al cabo, machados por el Imperio Romano, de los vascones (el término que usaron los historiadores latinos para referirse a un pueblo oriundo de la península ibérica que estaba asentado en el curso alto del Ebro y parte de los Pirineos occidentales) queda muy poco.

Tanto es así que, aunque sabemos que estos pueblos prerromanos que habitaban fundamentalmente los actuales territorios de Navarra, el norte de Guipúzcoa, el oeste de Zaragoza y buena parte de La Rioja, la mayor parte de epigramas relacioandos con el euskera (normalmente nombres propios o palabras relacionadas con enterramientos) los hemos encontrado en la Gascuña francesa. Término (‘Gascuña’) que, por otro lado, proviene precisamente de ‘vasconia’. La mano de Irulegi cambia eso de raíz.

La mano de Irulegi

Infografia Baja

Joseba Larratx

El yacimiento de Irulegi está en el corazón mismo del territorio histórico de los vascones. En ese sentido, la aparición de «una lámina de bronce con forma de mano derecha extendida» con una escritura en el dorso despertó mucho interés. Sobre todo, porque los caracteres estaban escritos en un semisilabario paleohispánico muy particular porque, a diferencia del íbero conocido, contiene la letra ‘t’. Bueno, un signo que se parece mucho a nuestra ‘t’ mayúscula; porque, como nos dice Gómez, en realidad no sabemos qué sonido estaría representando.

Lo primero que hicieron los investigadores de Aranzadi fue poner el texto en manos de dos de los mayores expertos epigrafía paleohispánica y lingüística indoeuropea que tenemos en el país, Javier Velaza y Joaquín Gorrochategui. Ellos fueron los que trabajando el texto (y utilizando la evidencia arqueológica) llegaron a la conclusión de que la mano era autóctona. Es decir, no parece que haya sido traída de otro lado y todo parecía indicar que, como dice Javier Velaza, se trata del «primer documento escrito indudablemente en lengua vascónica y además escrito en un signario que es también vascónico».

El nombre exacto de esa lengua, nos explica Gómez, lleva décadas siendo debatido por los especialistas. Por un lado, hay quién dice que el término más preciso sería ‘vascónico’ porque llamar ‘euskera’ a una inscripción de hace 2000 años sería como llamar italiano a los textos de la ciudad de Pompeya. No obstante, el término de ‘euskera arcaico’ también es usado en la academia por el simple motivo de que no existe otra lengua derivada de ese ‘vascónico’ y, en ese sentido, determinar en qué momento una lengua pasó a ser otra es una cuestión casi de grado.

Le pongamos el nombre que le pongamos, la mano de Irulegi confirmaría que en las cercanías de Pamplona se hablaba (y se escribía) la lengua de los vascones. Pero es que nadie que supiera algo del tema, dudaba eso. Es un descubrimiento enorme, sí; pero a efectos prácticos lo que hace es confirmar un secreto a voces. A parte de eso, todo son dudas.

¿Qué dice exactamente la mano?

Ese es el gran misterio. Como el signario íbero es bastante conocido, no fue difícil ‘traducir’ fonéticamente el texto en cuestión. Al hacerlo, los investigadores encontraron cinco palabras: cuatro de ellas eran completamente desconocidas, pero la primera (‘sorioneku’) sonaba sorprendentemente familiar. Según la teoría que presentaron ayer, explica Gómez, estaría compuesta por ‘sorion’ (felicidad) y luego ‘cu’ (una terminación que indica ‘pertenencia’ o relacionada’). Es inevitable no ver el parecido con ‘zorionak’ (felicidades).

Sistema Grafico Tabla

En este sentido, ‘cu’ es una partícula que se ve en el íbero y que, con ligeras variaciones (‘ko’) encontramos en el euskera actual. El caso de ‘sorion’ es más interesante: se trata de una palabra compuesta por ‘on’ (bueno) y ‘sori’ (el término antiguo para ‘pájaro’). Es una palabra muy curiosa, nos explica Gómez, porque al igual que ‘buenos augurios’ ambas contienen en su raíz la referencia a los pájaros. Algo que, simbólica y ritualmente, estaba muy relacionado en la antigüedad.

No obstante, aquí empiezan las dudas. El mismo Gorochategui reconocía que es sorprendente que entendamos la primera palabra perfectamente: es, valga la redundancia, un enorme golpe de suerte. Sin embargo, admitía en la rueda de prensa que nunca hay que descartar que, en realidad, estén viendo más de lo que realmente hay. El parecido con la palabra euskera es tan fuerte (y encaja tan bien con la funcionalidad que debía tener el objeto) que bien es posible que esa coincidencia haya «empujado» los análisis en la dirección que hoy leemos.

A día de hoy, nadie puede negar taxativamente que, en realidad, lo que está escrito en la mano es otra cosa totalmente distinta. Y, en ese sentido, el origen del euskera queda tan oculto en las brumas de la historia como estaba hasta ahora. Es un descubrimiento excitante, pero con un carácter técnico innegable. Quizás demasiado para el bombo y la fanfarria con el que se ha recibido.

El monstruo de la propia leyenda

Y es que quedan muchos estudios por delante y, además, hay mucha chicha detrás del descubrimiento. Como decía Javier Velaza, “en la mano de Irulegi se han utilizado dos técnicas de escritura, lo cual es prácticamente desconocido, no sólo en toda la epigrafía de Hispania, sino en toda la epigrafía antigua del mundo occidental”. Es posible que estemos ante una pieza realmente excepcional un muchos más sentidos que los estrictamente paleolingüísticos.

También reaviva uno de las grandes discusiones lingüísticas de las últimas décadas: el grado de parentesco (o no) entre el vascónico-euskera y el íbero, otra lengua no indoeuropea que conocemos algo mejor. El mundo ibérico antes de que llegaran los romanos es una de las cosas más apasionantes que nos quedan por conocer. De entrada, la mano de Irulegi deja claro que existía un espacio «escritural» compartido. Todo lo demás, está por hacer, por discutir y por consensuar.

Por ello es importante tomarlo con calma. Seguramente, el mayor peligro que corre todo lo relacionado con la historia del euskera es, paradógicamente, su propia leyenda. Un terreno abonado a la fabulación, con casos recientes de manipulación y usos profundamente ideologizados. El problema es que, mientras nos entretenemos en todo eso, estamos dejando de lado lo realmente interesante: el fascinante viaje al corazón de lo humano.

Imagen | Aranzadi


La noticia

La mano de Irulegi es un hallazgo único, pero no resuelve el gran misterio: de dónde surgió el euskera

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Xataka

por
Javier Jiménez

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