La historia de Puskás Akadémia, el capricho oscuro de Orbán
Para viajar de Budapest a Felcsút hay que completar una pequeña odisea por el interior de Hungría, un país pintado de color o de blanco y negro. La opulencia del centro de la capital contrasta con el paisaje de tintes soviéticos que se observa al alejarse del Danubio. Un ejemplo es Bicske, donde el tiempo se detuvo hace 40 años y donde podría vivir, sin alarmarse al despertar, la protagonista de ‘¡Good Bey Lenin!’. Los billetes se tachan a bolígrafo, los autobuses tienen la pintura picada y la gente los espera sin conectarse a su teléfono móvil, las casas son austeras y el silencio inunda las calles. El tiempo va a otra velocidad. En apenas diez minutos, entre campos de trigo, se atisba Felcsút, la ciudad de la infancia de Viktor Orbán, primer ministro húngaro desde 2010 (vivió un periodo anterior de 1998 a 2002) hasta, al menos, 2026 (fue reelegido la pasada primavera).
Felcsút desprende otro aroma. Hay un instituto, una guardería, dos iglesias, alguna que otra vivienda moderna, pero también hay un silencio, un vacío. «Aquí hay de todo, hay gente muy rica y gente muy pobre», explica un transeúnte desaliñado que sale con una bolsa de plástico blanca de un pequeño colmado. «No te puedo decir más, llevo viviendo dos años», comenta. Menos se prodiga, incluso, la profesora del instituto que espera en la puerta de entrada a que llegue el repartidor. «No entiendo el inglés», despacha en un perfecto inglés, pero en un dubitativo tono.
El pueblo cuenta con ese habitante ilustre, Orbán, quien se crio en estas calles donde residen apenas 1.800 habitantes. Un pueblo que ha mutado: pasó de ser en 2008 el 336º con mayor renta per cápita de Hungría a ocupar la primera posición un año después. Y de tener un equipo de fútbol modesto que jugaba en un campo de barrio en la sexta división a contar con las instalaciones de fútbol más gigantescas del país y a competir en la Europa League en la campaña 2020-21. Así vive Orbán el fútbol y así edificó el capricho ostentoso del Puskás Akadémia. Para sus críticos, Felcsút es «la capital de Orbanistán«.
Orbán, un delantero apasionado
En 1998, Orbán fue elegido por primera vez primer ministro de Hungría. Su poder no era el de ahora, ni tampoco su sombra había llegado a todas las esquinas. Con 35 años, se atrevió a compaginar su cargo con su pasión, la de ser futbolista. De nivel amateur, Orbán jugaba de delantero centro, pero su calidad no le daba para escalar a mayores divisiones. En 1999, fichó por el Felcsút FC, el equipo de su pueblo de la infancia. No dudó en volver a sus orígenes. Algunos medios locales apuntaron que en ocasiones se suspendían las reuniones de su gabinete porque estaba entrenando. Mientras de traje palpaba el poder, de corto ayudó como pudo a que el equipo ascendiera a la quinta división.
Su primer mandato acabó en 2002 y el equipo de la región de Fejér ascendió hasta la cuarta categoría. El club tenía más liquidez para fichar por el empeño del político, que se inmiscuyó en la gestión de la entidad. En 2005 colgó las botas cuando Felcsút FC logró el ascenso a la división de plata. Una trayectoria meteórica. Llegó a ser entrenador asistente y presidente. Pero el momento clave llegó en 2006, cuando Orban dejó clara su estrategia y ambición con la entidad y creó una fundación llamada Puskás FC Kft. ¿Por qué Puskás?
De Felcsút FC a Puskás Akadémia sin el ‘sí’ del genio magiar
Con tal de darle más notoriedad al club, Orbán buscó una leyenda. Entusiasmado con los magiares mágicos de los años 50 y el esplendor del fútbol de su país, el por aquel entonces líder de la oposición llamó a la puerta de Ferenc Puskás, el mito, el máximo goleador del siglo XX y el capitán de aquel histórico equipo. Pero aquel Puskás estaba ya en los últimos días de su existencia. Enfermo en el hospital, Orbán recurrió a la mujer del futbolista y la planteó la idea de ceder la marca Puskás para crear una fundación y darle nombre al club de Félcsut. Su mujer, Hunyadvári Erzsébet, que fallecería en 2015, firmó el traspaso de su marca a György Szöllösi, un comunicador amigo de Orbán.
El día 17 de noviembre de 2006, Puskás falleció a causa de una neumonía. Desde el año 2000 estaba enfermo de alzheimer. Apenas nueve días después, Orbán cumplió su primer sueño. El Felcsút FC pasó a denominarse Puskás Akadémia, un momento idóneo para homenajear al futbolista convertido en mito. Años después, en 2012, la viuda de Puskás cedería las pertenencias y los recuerdos de su marido a la academia, que construyó un museo en este pequeño pueblo. El ex jugador del Real Madrid nunca había pisado esta localidad a 50 kilómetros de Budapest.
Este movimiento hirvió la sangre de otras entidades históricas, especialmente el Honved, donde había jugado ‘Pancho’. Su primera visita al Pancho Arena, así se bautizó el nuevo estadio (3.814 espectadores), acabó con goleada de los aquincenses por 0-4 después de que el equipo local les obligara a retirar las pancartas en tributo a Puskas. La afición visitante, en un estadio donde eran mayoría, coreó el famoso cántico en el país de “no se pueden comprar leyendas”. Dos años antes, en 2010, Orbán había regresado a un poder político que no ha dejado todavía. «Era habitual verlo en el palco, donde se reunían grandes personalidades y empresarios. La verdad es que allí los arbitrajes siempre son complicados», cuenta un entrenador español que pasó varios años en un club de la NBI.
La regeneración del fútbol y el sistema TAO
Ya como primer ministro de nuevo, Orbán impulsó una ley para regenerar el deporte húngaro (waterpolo, fútbol, voleibol, balonmano, baloncesto…) y apostar por las academias. La primera gran medida fue la remodelación y la construcción de nuevos estadios. La joya de la corona fue el Puskas Arena, ubicado en Budapest, una obra envuelta en el escándalo que costó 575 millones y que albergó, por ejemplo, uno de los grupos de la pasada Eurocopa de 2021. Para poder llevar a cabo todas esas obras mastodónticas, incluidas las que tenía en mente en su club, Orbán creó el sistema TAO, por el cual las grandes empresas podrían tener amplias ventajas fiscales si invertían en esos deportes.
«Querían potenciar el deporte en Hungría, crear estadios nuevos, innovar. Por ejemplo, les comentamos que podían utilizar GPS en los entrenamientos y nos dijeron que sí; estaban abiertos al progreso», explica un ex técnico que estuvo varios años en Hungría y vio la evolución de un Puskás Akadémia que en 2012 inició la construcción de un nuevo estadio con una capacidad que doblaba la población del pueblo. A eso había que añadirle ocho campos de fútbol con césped de nueva generación, un colegio, una residencia, una sala de convenciones, gimnasios, un pabellón… «Eran espectaculares, únicas, es difícil que en otras partes de Europa tengan esas instalaciones. Es difícil que un niño de Barça o Madrid pueda estar así», comenta el ex técnico. Y todo eso a escasos 13 pasos contados de la casa de Orbán en Felcsút, adornada con varias banderas de Hungría y cámaras de seguridad. La inversión total para construir ese megacomplejo era de 120 millones de euros.
El sistema que ideó Orbán fue perfecto, como cuenta un periodista húngaro conocedor de todo el proceso de crecimiento del proyecto: “La mayor parte del apoyo fue para la Fundación Felcsút. Obtuvieron casi 37 mil millones de florines (100 millones de euros) de esta fuente. La mayoría de las empresas que dieron su impuesto a la fundación (en lugar del estado) están cerca del gobierno o del propio Orbán. La mayor parte de los ingresos de estas empresas provienen directa o indirectamente del estado húngaro. Su otra fuente de ingresos son los derechos de TV, que provienen indirectamente del estado, quien paga a MTV, empresa que tiene los derechos. Es una financiación encubierta del estado presidido por Orbán al club de Orbán”. Y cierra: “Existe una tendencia creciente de las empresas con buenas relaciones con el gobierno que obtienen muchos beneficios de los contratos estatales a gastar una pequeña parte de sus ingresos en fútbol (especialmente en Felcsút), ya que es importante para el gobierno”, cierra una de las fuentes.
Asentado en el poder y pese a colgar las botas en 2005, el primer ministro siguió jugando al fútbol una vez a la semana con los técnicos y empleados del Puskás Akadémia y del Videoton, club que se entrenaba en sus instalaciones y que firmó un acuerdo de colaboración. «Él vivía allí mismo, era un loco del fútbol. En el césped era un delantero poco físico y muy técnico. Le gustaba el juego de toque. Fuera del campo era una persona preocupada por el fútbol, que quería escuchar y conocer cosas nuevas», añade la misma fuente, que participaba en aquellos encuentros.
Para poder compaginar el control del estado y el del club, dio un paso a un lado y dejó la presidencia en manos de su amigo Lörinc Mészáros, un fontanero de Felcsút que se ha convertido en la persona más rica de Hungría (según Forbes en 2021 acumulaba 1,2 billones de dólares) al crear una empresa de construcción y ganar varios concursos públicos concedidos por el gobierno de Orbán. Además, unido al partido de FIDESZ, se convirtió en el alcalde de la localidad de Felcsút.
El Puskás Akadémia llega a Europa
En 2013, el proyecto de cantera de Puskás Akadémia quedó en un segundo plano. Apenas había jugadores de la base en el primer equipo y la política del club se centró en fichar futbolistas de mayor nivel. En 2014 se consiguió el ascenso a la Nemzeti Bajnokság I (Primera) y en las últimas cuatro campañas el equipo de Orbán ha finalizado entre los cuatro mejores del campeonato, incluso ha llegado a pelearle el título al Ferencvaros. En la campaña 2020-21 debutó en Europa.
El 66% de la plantilla de esta temporada es húngara, pero solamente hay seis futbolistas de la academia (muchos de ellos llegaron ya en edad juvenil) consolidados en el primer equipo, que navega en la cuarta posición del campeonato. La modesta casa de Orbán en su pueblo contrasta con su verdadera (futura) vivienda apenas a siete kilómetros de distancia. El palacio de Orbán, así se conoce la propiedad ubicada en Hatvanpuszta. En un artículo reciente de El País, se comenta que «lo que sí está demostrado es que el suelo está a nombre de Gyozo Orbán, que durante unos años lo tuvo alquilado a Lorinc Mészáros, supuestamente para guardar maquinaria agrícola». Orbán, Mészáros y proyectos ostentosos, el triángulo de Felcsút con la Puskás Akadémia se repite con el llamado ‘Palacio de Orbán’.
De 1998 a 2022, en estos 24 años de trabajo laborioso, Orbán ha cambiado amarrado al poder el panorama de Felcsút. El club ha pasado de jugar en sexta división a ser uno de los candidatos al título de Liga. Ha pasado de tener un campo de fútbol de regional a contar con una de las instalaciones más pomposas de Europa, al alcance de pocos clubes de los mejores del continente. Y todo ello con el dinero de empresas como OTP Bank o el Grupo MOL (encargado del petróleo y del gas en Hungría). ¿Qué será de todo eso cuando Felcsút deje de ser la ciudad del presidente? “Parece que esas instalaciones se van a arruinar antes de que Orbán tenga que entregar el cargo de primer ministro. El mantenimiento de las instalaciones sigue siendo caro. Es por eso que los equipos y las fundaciones han podido gastar dinero del TAO en esto desde hace algunos años”, zanja uno de los conocedores de la realidad de Puskás Akadémia, el capricho de Orbán, reflejo de cómo se gestiona el poder en la oscura Hungría.