Jonathan Viera, calma en medio de la tormenta
“La semana tiene que ser igual que el resto. Las cosas están yendo bien, no hay por qué cambiarlas. Hay que tomar la semana como es, una semana de entrenamientos y sabiendo que es un partido importante, para disfrutar, para hacer feliz a la afición”. Así, con el aplomo y la calma propias de quien tiene tantas batallas a sus espaldas, tantas historias que contar y vividas en la inmensidad de un campo de fútbol, se despachaba Jonathan Viera la semana pasada acerca de la preparación de Las Palmas con vistas al trascendental partido contra el Oviedo.
Como la estrella que es, líder dentro del campo y consejero espiritual en la intimidad del vestuario, Viera afrontó con todo el aplomo posible el duelo que marcaba la temporada de Las Palmas. Cada día en la Ciudad Deportiva es una muestra más de implicación por mucho que sea el mejor futbolista de la categoría. “Tienes que verlo entrenar”, afirma un testigo diario del trabajo del bunkerizado centro laboral de la primera plantilla amarilla.
Sea como fuere, no se concibe el rotundo éxito actual de Las Palmas si la regia figura de Jonathan Viera. Resulta que el equipo grancanario acumula de momento diez partidos sin perder, ocho victorias y dos derrotas, y contra todo pronóstico consiguió encarar el último duelo del curso, que debe jugar este domingo en Gijón, dependiendo de sí misma para jugar los playoff de ascenso (le basta con empatar en El Molinón).
Cuando la tormenta caía sobre Las Palmas, 1-3 ante el Girona el pasado 12 de marzo y la sensación de que le temporada ya estaba perdida, se erigió Viera como un coloso para comandar una remontada imposible. Tras superar el Covid y varias molestias físicas, la milagrosa mejoría de la Unión Deportiva vino indiscutiblemente unida al punto óptimo de salud del propio Viera, que lo convierte en un futbolista imparable, infinitamente por encima de la media en Segunda División.
En su estado álgido de físico y juego no hay quién pueda con el 21 de la Unión Deportiva. A falta del mencionado partido contra el Sporting, el capitán de Las Palmas acumula cinco jornadas consecutivas marcando, ninguno de estos goles de penalti. Uno a uno, ni que fuera la gota malaya, horadó las porterías de Ibiza, Málaga, Mirandés, Alcorcón y Oviedo. De momento, ha perforado 13 veces las redes rivales, a lo que tiene añadir sus nada desdeñables seis asistencias.
Renacimiento.
En plena madurez futbolística, 33 velas soplará en octubre, Jonathan Viera se ha convertido en un futbolista del renacimiento, capaz de acumular infinitas labores sobre el campo, todas ellas ejecutadas con idéntico nivel de perfección. Marca, asiste y genera tanta felicidad propia como quebraderos de cabeza ajenos, imposible de detectar para la más enconada defensa, imparable su poesía futbolística en movimiento.
Como ante el Real Oviedo, sus arengas a los compañeros, tanto calentando como en pleno partido, son constantes. Pese a que en ningún caso pasa por ser su zona de mayor influencia, es habitual verle bajar a la altura de Mfulu, incluso de Navas o Curbelo para pedir la pelota e iniciar la jugada. Presiona como el que más y, si hace falta, para desquicie del planteamiento defensivo de Ziganda, se pega a una banda para dejarle vía libre a sus compañeros por los carriles centrales. Su lectura del juego es también impecable, un maestro el darle al juego de su equipo lo que se necesita en cada momento, excelente su toma de decisiones.
De momento, ha sido titular en los 31 partidos que ha podido disputar, es los que acumuló 2.594 minutos de juego. En todo ese tiempo ha podido intentar 2.069 pases, apenas 330 malos, nada desdeñable el porcentaje de acierto en las entregas del 84,05% que acumula un futbolista que asume tantos riesgos con el cuero.
Igualmente, sabe cuidarse al máximo en situaciones críticas. Sabedor de su importancia en el esquema de García Pimienta, acumula cuatro tarjetas amarillas desde el partido en Ibiza. Si le muestran la quinta en Gijón se perdería el más que posible primer partido de los playoff. En cualquier caso, él se lo toma con calma. “Si tengo que hacer una falta que me suponga una amarilla, la haré y entrará otro compañero”, insiste. Es la calma dentro de la tormenta, el timonel perfecto de un equipo a punto de atracar en donde siempre debió estar.