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Ignacio Aguado, el político que soñó con ser presidente del Gobierno

Ignacio Aguado siempre cuenta que, de pequeño, cuando le preguntaban en el colegio por lo que quería ser de mayor, decía que quería ser presidente del Gobierno. A sus 36 años, estuvo a punto de conseguirlo: se quedó en vicepresidente del Ejecutivo madrileño. Sin embargo, una semana frenética le ha alejado de nuevo de ese sueño. El político abandona ahora la plaza que le ha visto crecer. Y no solo literalmente.

Nacido el 23 de febrero de 1983 en el madrileño barrio de La Estrella, estudió aquí las tres carreras que ostenta: Derecho (2006), Administración y Dirección de Empresas (2007) por la Universidad Pontificia Comillas, y Ciencias Políticas y de la Administración (2009) por la Universidad Autónoma de Madrid. En su etapa universitaria jugaba al waterpolo y participaba en la liga universitaria de debate, unas vivencias similares a las vividas por Albert Rivera.

Quizá por eso, tras trabajar en varias empresas privadas, se decidiese a dar el salto a la política. En 2014, cuando la formación solo contaba en Madrid con unas decenas de militantes, decidió afiliarse a Ciudadanos. Apenas un año después, consiguió los avales suficientes para ser el candidato a las que serían sus primeras elecciones autonómicas, las de 2015.

En esos comicios se enfrentaba a la carismática Cristina Cifuentes (PP) y al exministro de Educación Ángel Gabilondo, que trataban de evitar que la llamada nueva política (a la que también pertenecía el candidato de Podemos, José Manuel López) devorase al bipartidismo. Lo consiguieron, aunque los morados y los naranjas consiguieron un resultado notable.

Con su promesa de ser un partido «bisagra» que iba a trabajar «para regenerar las instituciones», Aguado logró 17 diputados, que sirvieron de llave para que Cifuentes se instalase en la Puerta del Sol, sede de la Presidencia de la Comunidad. Sin embargo, a diferencia de lo que haría cuatro años más tarde, el líder de Cs prefirió hacer oposición desde fuera. Con una mano firmaba los presupuestos y, con la otra, señalaba los errores de Cifuentes, con quien nunca tuvo una relación fluida.

La estacada final fue la retirada de apoyo de los naranjas por el caso Máster, que también servía para consolidar a Aguado como candidato para 2019, aunque pactó unos Presupuestos más con el sucesor de Cifuentes, Ángel Garrido, que luego terminó fichando para su candidatura, y que ahora ha ganado peso en la formación de Inés Arrimadas, por su experiencia en la gestión.

No obstante, cuando el sueño desde pequeño de Aguado parecía más cerca, llegó Isabel Díaz Ayuso. Pese a perder más de 300.000, la ahora presidenta de la Comunidad quedó por delante de Aguado, que casi duplicó resultados. Con este argumento, el líder de Ciudadanos justificó que entonces quisieran entrar en el Ejecutivo. Los naranjas se llevaron la portavocía y la vicepresidencia, que ocupó Aguado junto con la consejería de Transparencia, y otras seis consejerías más.

Pero con Ayuso tampoco tuvo en ningún momento una relación fluida. Mientras la presidenta negociaba con Vox el ‘ok’ al gobierno bicolor, Aguado evitaba la foto. Pero esos requiebros se fueron multiplicando con el paso del tiempo y se llegaron a convertir, incluso, en desautorizaciones continuas. Pasó con el ‘stop and go‘, un parón de dos semanas que propuso Aguado y no se llegó a hacer; también con el retraso del toque de queda nocturno que luego tardó semanas en hacerse. Y es que, las tensiones eran tales que, una vez soltadas las amarras, Ayuso llegó a comentar que su mala relación era un secreto a voces. Le acusó, también, de ponerse «por la espalda» del lado de La Moncloa. Quizá es que Aguado siempre la vio cerca.

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