Hito español contra el alzhéimer: «Esta proteína podría detectar la enfermedad con un análisis de sangre»
Es mucho lo que sabemos en la actualidad sobre las enfermedades neurodegenerativas, pero es aún más lo que desconocemos. El diagnóstico es a menudo muy difícil; no tenemos claro qué es lo que las causa exactamente y aunque conocemos tratamientos que palian sus efectos, no existe por el momento ninguna cura definitiva.
Todas estas cuestiones son, en cierto modo, santos griales que buscan desesperadamente neurólogos y estudiosos de otras ramas médicas. Encontrarlos puede ser la clave para aliviar el sufrimiento de millones de personas en todo el mundo.
«Sin esta proteína hay menos capacidad de luchar contra la demencia»
Por eso, descubrimientos como los que recientemente anunciaba el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) son especialmente esperanzadores. Tal y como explica a 20Minutos Pilar Quijada, investigadora del Centro de Investigación Biomédica en Red Enfermedades Neurodegenerativas (CIBERNED), el hito, en concreto, es «que se ha descrito la función que cumple en el alzhéimer una proteína de la que no se conocía nada».
«Esta proteína se llama LRP3 y es un receptor; es decir, está en la membrana que rodea a las células, en este caso a las neuronas», continúa.
«Entonces», añade, «la función que hemos encontrado es que disminuye los niveles de una proteína muy tóxica en el alzhéimer que se llama a-beta, o beta amiloide. Se trata del principal componente de las placas seniles, que se encuentran en los cerebros de las personas con alzhéimer».
«Además, hemos visto que en los cerebros de pacientes que están empezando a tener problemas cognitivos, que están empezando a neurodegenerar, hay mucha menos de esta proteína (el LRP3) que en los cerebros sanos», detalla.
«Esto quiere decir, que al comienzo de la neurodegeneración, estas personas tendrían menos capacidad de luchar contra la demencia que las personas sanas», concluye, aunque aclara: «esto puede ser una causa o una consecuencia. No lo sabemos todavía».
«Hasta ahora no sabíamos nada sobre ella»
Así, estos investigadores han arrojado luz sobre un componente del organismo humano que era prácticamente un misterio hasta ahora. «Sobre esta proteína no se sabía nada. Es como un pariente lejano de una familia de receptores muy conocidos». Una de tantas partes del genoma humano cuyo papel desconocíamos hasta ahora y que pueden guardar las claves de procesos corporales importantes.
«Este tipo de receptores, a los que pertenece el LRP3, se unen a proteínas que también están en la membrana de las células y las introducen dentro, las endocitan», detalla Quijada. «Entonces, lo que hace el LRP3 es que introduce dentro de la célula la proteína que contiene dentro de sí misma el beta amiloide (el beta amiloide forma parte de una proteína más grande), la APP, y de esta manera disminuye la cantidad de beta-amiloide», señala.
Por otra parte, cuenta, «hemos visto que otra proteína, la ApoER2 (uno de los receptores conocidos de los que LRP3 es pariente) aumenta la expresión de la LRP3. De hecho, a partir de ahí partimos, y a partir de ir tirando encontramos el papel que tiene la proteína LRP3 en los niveles de beta amiloide».
«En realidad no la estábamos buscando»
En esta línea, Quijada explica también cómo ha llegado hasta este descubrimiento su equipo. «Estábamos estudiando el receptor ApoER2″, arranca, «que se sabe que está implicado en procesos directamente relacionados con el alzhéimer: estabilidad de neuronas, transmisión sináptica, memoria…».
«Entonces, hicimos un estudio en el que sobreexpresábamos el ApoER2 en un tipo de células. Y cuando vimos, a nivel genético, cómo influía esto en otras proteínas descubrimos que aumentaba mucho la expresión de la proteína LRP3«, continúa.
«O sea, que no estábamos buscando el LRP3, pero como sabíamos que es de la familia y que tiene cierta relación con la proteína que contiene el beta amiloide fuimos a mirar si, por casualidad, tenía alguna interacción», relata.
«Descubrimos que efectivamente reducía mucho los niveles de beta amiloide», dice la investigadora. «Pero todo ha sido un poco ir tirando del hilo pero sin buscar realmente nunca nada con el LRP3».
Posteriormente, cuenta, «sobreexpresamos el LRP3 en unas células para ver qué efecto tenía esto; y lo que pasaba es que disminuía la proteína que contiene el beta amiloide y disminuía el propio beta amiloide».
«El siguiente paso fue ir a observar muestras de cerebros humanos que tenemos conservadas, algunos sanos y otros con diferentes grados de neurodegeneración, y medir la cantidad de la proteína (LRP3) que tenía cada uno. Observamos que los que menos tenían eran los que padecían alzhéimer», indica.
«Permitiría detectar el alzhéimer con un análisis de sangre»
Sea como sea, no es difícil vislumbrar en parte el potencial que tiene este descubrimiento de cara a mejorar aspectos como el diagnóstico o el tratamiento del alzhéimer.
Quijada clarifica que la proteína, como tal, no puede emplearse como fármaco preventivo o curativo del alzhéimer, pero que eso no quita que haya otras aplicaciones posibles, como la detección de sus niveles en un análisis de sangre: «Se podría usar como biomarcador. Imagínate que tú te sacas sangre y descubres que tienes muy poco LRP3: eso podría ser un marcador de que vas a sufrir demencia. Ese sería el uso de la proteína en sí mismo, para detectar la enfermedad».
«En cambio», prosigue, «Un tratamiento sería diseñar un fármaco que active mucho la función de LRP3 y así lograr disminuir los niveles de beta amiloide». La experta, sin embargo, advierte: «Esto sería un futurible de aquí a 12 o 15 años».
«Lo principal», resalta, «es la función como marcador. Eso podría ser más rápido». Y no es una cuestión baladí, sino que se trata de un objetivo muy ansiado por los científicos que estudian la demencia: «Todas las tendencias miran hacia ese lado. Ahora mismo se utilizan técnicas de imagen o extracciones de líquido encefalorraquídeo a través de la médula espinal… y esos son métodos más costosos. Ahora mismo todo el mundo está buscando un marcador de sangre».
«No es descartable que el fenómeno se dé con otras enfermedades»
Sea como sea, aún queda camino antes de que veamos las aplicaciones clínicas del descubrimiento. «El siguiente paso va a ser estudiar el LRP3 en neuronas humanas, y vamos a ver si lo que hemos visto en cultivos celulares se reproduce ahí», narra Quijada. «Si esto funciona, lo siguiente sería ya en otros modelos animales».
Y hay cuestiones que quedan por dilucidar: «No es descartable que esto suceda en otras enfermedades neurodegenerativas, como el párkinson; pero, ahora mismo, solo tenemos evidencias para el alzhéimer, que es nuestro campo».
A propósito de esto último, la investigadora concluye que «si se diera solo en el alzhéimer, sería genial porque significaría que tenemos un marcador específico de alzhéimer».