El pueblo español con un único habitante al que hoy no se puede llegar
En un lugar aislado y recóndito de la comarca de El Pallars Sobirá, en plenos Pirineos Catalanes, se levanta lo que queda del antiguo pueblo de Àrreu. La fuerza de la naturaleza hizo que esta población de la provincia de Lleida quedase sepultada por la nieve en varias ocasiones, pero fue finalmente la dificultad de vivir en aislamiento, sin ninguna carretera que les conectase con el resto del mundo, lo que hizo que se fuesen sus últimos habitantes. A día de hoy, un solo vecino vive en el pueblo, y tiene el objetivo de que este vuelva a la vida.
Desastres naturales y aislamiento
La Navidad de 1803 no le trajo nada bueno al pueblo de Àrreu, y es que el 25 de diciembre de ese año una terrible nevada lo dejó sepultado, llevándose consigo, desgraciadamente, la vida de muchos vecinos. Esto les obligó a reconstruir la villa, pero esta vez unos 200 metros más abajo, tratando de buscar una zona más segura. Aun así, Àrreu volvió a sufrir las inclemencias de la naturaleza, con otros aludes entre las décadas de 1930 y 1970, aunque no tan mortíferas.
Sin embargo, a pesar de los desastres naturales, el pueblo no dejó de albergar vida. Por ejemplo, durante los años de posguerra llegó a acoger a 30 personas, dedicadas sobre todo a la agricultura y la ganadería.
A pesar de ello, el aislamiento del pueblo fue demasiado para los vecinos, ya que, por ejemplo, para llegar hasta la carretera más cercana, tenían que hacer un largo camino a pie. Además, tampoco había escuelas ni centros médicos. De esta manera, la última familia abandonó el pueblo en el año 1981.
Eloi, el único vecino
En los años 90, la curiosa historia de Àrreu llamó la atención de Eloi Renau, un joven carpintero y artesano de Barcelona que tomó la decisión de volver a llevar la vida al pueblo, tal y como explicó en El Español. Entre sus planes, está construir una pista para subir en coche hasta el lugar, pero a día de hoy todavía no se ha finalizado.
A partir de 2020, Eloi se convirtió oficialmente en el único habitante del lugar, tras comprar terrenos, una casa y mudarse a allí. De este modo, los curiosos que se acerquen al lugar para visitar los restos del pueblo o hacer alguna excursión por la naturaleza del lugar, se toparán con este visionario, sus huertos de frutas y verduras y sus corrales de gallinas.
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