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El PP intenta esquivar el choque Vox – Podemos y el PSOE polarizar más el voto con Marlaska y Jorge Javier Vázquez

Un día después del encontronazo entre los candidatos de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, y Vox, Rocío Monasterio, por las amenazas recibidas por el primero, la campaña electoral madrileña se ha polarizado aún más, con mensajes mucho más ideológicos que propositivos y con la disyuntiva entre «fascismo» o «democracia».

La primera semana de campaña de las elecciones autonómicas se cierra con la resaca del debate suspendido este viernes en la Cadena SER, después de que Pablo Iglesias lo abandonase cuando Monasterio se negó a retirar sus dudas sobre las cartas amenazantes con casquillos de bala recibidas por el exvicepresidente, por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y por la directora general de la Guardia Civil, María Gámez.

El propio Marlaska entraba en campaña este sábado, asegurando en un mitin del PSOE en Vallecas que no se puede actuar con equidistancia ante el discurso «ruin y cobarde del señalamiento» y el odio, una situación ante la que ha dicho «no caben las medias tintas».

Según Marlaska, el discurso del odio recuerda a «otros fascismos y a otro tiempo que este Estado de derecho recuperó y derrotó», por lo que ha pedido el voto para el PSOE en Madrid.

La otra amenazada, María Gámez, ha señalado que lo que se necesitan son «palabras y no balas», y ha recordado a la derecha que el significado de la palabra libertad «no es hacer lo que a cada uno le convenga, sino no tener miedo».

El candidato socialista, Ángel Gabilondo, ha planteado que la campaña electoral ha tomado un «nuevo rumbo» que va contra «el fascismo», y ha recalcado que el próximo 4 de mayo lo que se decide en las urnas es la «democracia frente a la ultraderecha».

Gabilondo ha insistido en que quienes no condenen explícitamente la violencia, en referencia a PP y Vox, deben «ser vencidos en las urnas» y que estas elecciones «no solo van de Madrid, van de democracia» porque ante amenazas de muerte «no vale la equidistancia».

Arropando al líder socialista ha estado en Vallecas el presentador de televisión Jorge Javier Vázquez, cuya presencia ha sorprendido a más de uno. Tras apoyar a Gabilondo, a cuyo lado se ha sentado durante el mitin, Vázquez ha tuiteado: «No existe equidistancia posible. O democracia o fascismo. Yo voto a Ángel Gabilondo».

También ha censurado la «equidistancia» la candidata de Más Madrid, Mónica García, que ve «aberrante» que la presidenta regional y candidata popular, Isabel Díaz Ayuso, calle ante la «mezquindad» del discurso de Vox.

«¿En qué se parece la libertad a las balas, al odio y a la mezquindad?», ha preguntado García, que ha reclamado a Ayuso «que deje de esconder la cabeza como un avestruz» y «que tenga el coraje de admitir si sigue aspirando a gobernar con los que amenazan la convivencia de los madrileños».

Otro miembro del Gobierno central, la vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz (Unidas Podemos) ha recalcado que las balas recibidas por Iglesias, Marlaska y Gámez «no iban solo contra ellos, iban contra la democracia», y ha llamado a votar “contra la política del odio” y el «fascismo».

Para Díaz, este «cambio de signo» de la campaña electoral tras la decisión de ayer de Iglesias y del PSOE y Más Madrid de abandonar el debate en la radio se traduce en que «ahora Unidas Podemos puede ganar».

Iglesias, en el mismo acto que Yolanda Díaz, se ha mostrado convencido de que el episodio que él protagonizó ayer en el debate supuso «el clic» para que “cientos de miles de personas vieran las orejas al lobo«, dijeran “hasta aquí” y “señalasen y plantasen cara al fascismo”.

Y en consecuencia, eso ha hecho que el resto de partidos progresistas y los medios de comunicación “hayan tomado nota” y hayan decidido moverse en la misma dirección, porque lo importante no fue, ha dicho, que él abandonase un debate, sino que gracias a eso cambiase «la actitud de los otros partidos progresistas».

Al otro lado del espectro político Vox ha criticado la actitud de Pablo Iglesias, que según el presidente de este partido, Santiago Abascal, no es más que el «puñetero niño consentido de la política española» y ha dicho que «uno no se puede creer que está en la batalla de Stalingrado y luego comportarse como un comediante y un llorón».

Rocío Monasterio ha acusado a Iglesias de irse del debate de la cadena SER como «un cordero degollado» porque no está acostumbrado a que «una mujer le mire a los ojos y le diga cuatro cosas, pero se va a tener que acostumbrar».

Por su parte, el presidente del PP, Pablo Casado, ha indicado que «España no está para garrotazos» y que su partido no quiere «ni piedras, ni balas», «ni boicots ni cordones sanitarios», sino «concordia, paz civil y libertad».

Casado ha criticado el tono de la campaña y sus «disputas pequeñas, miopes, de baja política» en un contexto de pandemia que ha acabado con la vida de miles de personas y de crisis económica.

El líder del PP ha hecho un llamamiento a una «libertad sin ira» y democrática, con el «espíritu de la Transición», mientras que Isabel Díaz Ayuso ha garantizado que seguirá atendiendo los problemas de los madrileños porque su partido no está para «circos» ni aprueba que «se fabriquen problemas inexistentes para tapar lo importante».

Desde Cs, Edmundo Bal ha llamado a una «revolución silenciosa y pacífica» que a partir del 4 de mayo va a «extender por toda España» la concordia, la democracia y la libertad de «verdad», para aplacar el «peligro» de que el 4M «muera la palabra y nazca el odio».

Bal ha criticado los dos «polos» que se vieron ayer en el debate: el de Iglesias, que «rompía el diálogo» y el de Monasterio, que «se alegraba de que se fuera» el candidato de UP, y ha advertido de que «cuando se acaba la palabra empieza la violencia. Y ese es el peligro al que nos enfrentamos en Madrid para el día 4 de mayo: que muera la palabra y que nazca la violencia».

La líder del partido, Inés Arrimadas, ha vuelto a advertir de que Madrid no puede seguir la estela de Cataluña, y ha terciado que «los moderados que están pensando si ir a votar o no» van a ser los que «decidan el futuro de siete millones de madrileños».

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