El legado de Roger Federer

Es ley de vida, pero eso no quiere decir que no duela. La retirada de Roger Federer (41 años) supone un antes y un después en el tenis. Lo deja el genio de la raqueta, el mayor icono de este deporte, el tenista que entendía el juego de una sola manera que no era otra que gobernar en la pista desde la elegancia, la técnica y también la agresividad de sus golpes y movimientos. Nadie ha jugado con tanta precisión y plasticidad. Cada golpe era un pasaje de belleza. Verle era un privilegio, de ahí que su legado vaya más allá de su palmarés, espectacular en sí mismo. No importa que haya ganado menos que Nadal o Djokovic, porque el público le adora por igual. El adiós arrebata al tenis a su jugador más emblemático a nivel de estilo y condiciona su futuro porque ya es difícil que salgan tenistas, salvando las distancias, de su corte. Ahora reina otra moda, también atractiva, véase a Alcaraz, pero seguramente nadie asemejará su juego al del suizo. El artista que deja un vacío eterno.
El catálogo de golpes de Federer prevalece sobre todas las cosas. Era la perfección personificada. No conocía el vocablo especular en su juego, que trasladaba una sensación única al contemplarlo. Es innecesario medir la grandeza de Federer a través de sus títulos. Que tenga menos Grand Slams que Nadal y Djokovic resulta insignificante, aunque a él seguro que todavía le incomoda, por ejemplo, aquel Wimbledon de 2019 que se le escapó de los dedos. Aun así, nadie ha conquistado más títulos que él y, sobre todo, nadie lo ha hecho a su manera. «Es una decisión muy dura y echaré mucho de menos este deporte, pero celebro que he dado todo lo que he tenido y el tenis me ha dado mucho más de lo que yo le he dado”, aseguró en la carta que publicó en redes sociales para anunciar su retirada. Esa frase contiene una falsedad. Federer dio más al tenis que lo que le dio el tenis a él. Ahora se apaga y el aficionado ya le añora. Lo peor es que esa nostalgia es muy probable que permanezca para siempre.