El fichaje de Dios: la llegada de Maradona al Nápoles
Desde hace casi 40 años, nacer en Nápoles significa vivir con Maradona. Diego está presente en cada casa y es imposible, para los nacidos después de su llegada, saber cuándo aprendieron su nombre. Simplemente, siempre estuvo allí. Como uno más de la familia.
En sus inolvidables siete años bajo el Vesubio, el Pelusa vivió a su manera. No le faltó nada: goles, triunfos, caídas, escándalos y muchas páginas de historia. Imborrables. Los napolitanos le adoran no solo por los títulos que ha llevado y los dos primeros scudetti (hasta el 4 de mayo de 2023, los únicos). Maradona supo hacer suyo el sentimiento de un pueblo que nunca se sintió entendido por Italia, que jugaba, como decía él, «contra todos en cada partido».
Tras su encuentro con la directiva y el primer reconocimiento médico, Maradona pidió que le dejaran pisar el césped de San Paolo. Un día después, el Pelusa sería aclamado en su presentación ante miles de aficionados.
Su generosidad, su orgullo y su carácter son la personificación del estilo de vida partenopeo, en las buenas y las malas. El argentino fue un napolitano más, y los napolitanos fueron, por él, también argentinos. Fue un amor intenso, a veces demasiado, y terminó con una herida que sigue sangrando.
Fue un gol histórico. El 3 de noviembre de 1985 Diego marcó un libre directo imposible ante la Juventus de Platini, sin apenas distancia y ante una barrera colocada a cinco metros. Aquella temporada la Juve acabaría ganando el scudetto, pero cuando el partido llegó a su fin sólo hubo elogios para Maradona.
El primer scudetto conseguido por el Nápoles simbolizó el triunfo de los desvalidos ante los poderosos, tal y como lo hizo la Argentina campeona en el Mundial de México 86. La hazaña increíble del Nápoles devolvió algo de esperanza a los territorios del sur de Italia y engrandeció aún más la figura de Maradona.
Cuando falleció, en aquella triste noche de 2020, la ciudad, siempre tan caótica, se silenció. El estadio cambió de nombre en pocas horas y no hubo burocracia, por una vez: San Paolo le dejó su sitio al ídolo de los niños pobres. 259 partidos, 115 goles, dos scudetti, una Copa de Italia, una Supercopa italiana y una Copa de la UEFA: la historia de Maradona se convirtió en leyenda, pero va mucho más allá de los trofeos. Si quieren aprenderla, solo hace falta pasear por las calles del corazón de Nápoles. Cada diez pasos, su cara aparecerá.