El encarecimiento de los carburantes deja en el aire más subidas en la cesta de la compra con alzas de inflación a la vista
La inflación no se ha ido de vacaciones este verano. Un año después de que comenzara la ansiada desescalada, los precios han regresado a una senda alcista que ha llegado para quedarse hasta final de año. Detrás de las subidas del IPC de los dos últimos meses se encuentra principalmente el encarecimiento de los carburantes, que acumulan ocho semanas consecutivas de subidas y podrían añadir presión sobre una cesta de la compra azotada por la sequía y las malas cosechas.
Según los datos provisionales publicados esta semana por el INE, la inflación repuntó tres décimas en agosto hasta una tasa interanual del 2,6% y lo hizo por segundo mes consecutivo, después de haber aumentado ya cuatro décimas en julio respecto al 1,9% registrado en junio. De este modo, el comportamiento del IPC en los meses de verano por excelencia ha acabado con la moderación de precios experimentada en el último año, tras tocar techo en julio del año pasado con una tasa del 10,8%.
El origen de las subidas del IPC en los dos últimos meses se encuentra sobre todo en el encarecimiento de los carburantes, según el INE. Los datos del Boletín Petrolero de la Unión Europea muestran una clara tendencia al alza en el precio tanto del diésel como de la gasolina durante las últimas ocho semanas, en las que ambos carburantes acumulan subidas del 12% y el 8%, respectivamente. El litro de gasoil ha pasado de pagarse a 1,437 euros a principios de julio a alcanzar los 1,612 euros en la última semana, su nivel más alto desde mediados de febrero. En paralelo, el precio de la gasolina ha escalado de 1,591 a 1,721 euros por litro, el dato más elevado en lo que va de año.
«Todos los veranos el precio de la gasolina suele subir por una mayor demanda. Nos vamos de vacaciones, cogemos más el coche, hay más vuelos… La demanda de carburantes aumenta por los desplazamientos vacacionales», explica el economista Antoni Cunyat, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y de la Universitat de València. «Al inicio de verano suele iniciarse una escalada de precios y hacia la mitad hay normalmente una bajada que termina con un repunte hacia el final del verano», coincide Borja Ribera, profesor de EAE Business School y director de GVC Gaesco.
Sin embargo, el alza de este verano ha sido ininterrumpido. Al habitual comportamiento estival, se ha sumado este año un recorte en la producción por parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). El organismo integrado por grandes productores de ‘oro negro’ como Arabia Saudí, Irak y Emiratos Árabes acordó a principios de junio ampliar la merma de producción de crudo hasta finales de 2024 para tratar de contener la tendencia a la baja del precio.
A pesar de que los conductores han notado la subida de precios al pasar por el surtidor, los expertos consultados por 20minutos rechazan que se pueda producir una escalada de los combustibles tan abrupta como la desencadenada tras la invasión rusa de Ucrania, que provocó que el litro de diésel y el de la gasolina llegaran a superar los 2 euros en junio. «La situación es diferente. Existe una amenaza de recesión y tenemos tipos de interés más elevados. Un incremento importante del precio de los carburantes añadiría presiones inflacionistas, con lo que el BCE seguiría aumentando los tipos de interés y la demanda bajaría, lo cual presionaría a la baja la demanda de carburantes y con ello su precio», señala Cunyat.
Impacto sobre los alimentos
El profesor de la UOC apunta a que, a pesar de que es de esperar que se produzca un cambio de tendencia, es posible que la subida en el precio de los carburantes se mantenga al menos durante el mes de septiembre. «Si los precios de los carburantes que tenemos ahora se mantienen durante varios meses más, acabarán trasladándose al resto de precios, porque hacen que la logística sea más cara y eso encarece toda la cadena», señala.
En cambio, Ribera ve más próximo el cambio de tendencia en la evolución del precio de los carburantes y se muestra más reacio a la posibilidad de un contagio del alza a productos de primera necesidad. «Está claro que el precio del transporte influye en la cesta de la compra, pero últimamente estamos viendo que se ha descorrelacionado el precio del petróleo con el de los bienes de primera necesidad. Este último año hemos tenido una bajada muy importante de los índices del precio del crudo y no se ha manifestado en los precios de los productos básicos», opina.
El profesor de EAE Business School achaca ese alejamiento entre el comportamiento del precio del petróleo y el de la cesta de la compra al efecto acumulativo por el desfase temporal en la traslación del sobrecoste y a la reticencia de los precios a bajar. Mientras que el dato general de inflación tocó techo en verano del año pasado, el IPC de los alimentos siguió subiendo hasta alcanzar una tasa interanual del 16,6% en febrero de este año y, a falta de conocer el dato de agosto, en julio se situó todavía en el 10,8%, muy por encima del índice general. «Al precio que estamos pagando los alimentos, estos niveles de carburante ya están descontados», valora Ribera.
En todo caso, no solo el precio de los carburantes tiene un impacto directo sobre la cesta de la compra. El precio de los alimentos es muy sensible a elementos coyunturales como las malas cosechas provocadas por la sequía. En ese sentido, la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebida (FIAB) ha advertido de que la escasez de precipitaciones y las altas temperaturas están teniendo un fuerte impacto negativo en la agricultura y la ganadería. Uno de los productos que más afectados se está viendo es el aceite de oliva, cuyo precio se ha disparado por encima de los diez euros el litro.
«El aceite de oliva es uno de los primeros productos que, como consecuencia de la sequía, ya en el mes de marzo empezó a rebotar en el mercado, y ahora, sobre todo en el último mes, los consumidores están empezando a notar el encarecimiento de forma más significativa», explica María Romero, analista financiera de Afi. La propia vicepresidenta primera del Gobierno en funciones, Nadia Calviño, reconoció este jueves que «la perspectiva no es que vaya a haber una bajada a corto plazo» en el precio del aceite de oliva, dado que la cosecha de este año está siendo «muy mala».
Subidas a la vista
Más allá de los carburantes y los alimentos, las previsiones apuntan a que la subida de precios continuará hasta final de año, aunque la inflación se mantendrá lejos de los niveles récord alcanzados el año pasado. El pronóstico de Funcas, por ejemplo, vaticina una subida gradual de la tasa de variación del IPC hasta cerrar diciembre en el 5%. La tendencia al alza de la inflación se debe en buena medida al efecto estadístico derivado de medirla como porcentaje de variación sobre el nivel de precios de hace un año. La comparación con los peores meses de la crisis inflacionista resultó favorable antes del verano, pero a partir de ahora ese efecto positivo desaparece, porque la inflación hace un año empezaba a contenerse.
No obstante, se espera que la inflación subyacente, que excluye del cómputo la energía y los alimentos no elaborados por su alta volatilidad, se modere en los próximos meses. El dato provisional de agosto ya muestra una caída al 6,1%. «Es lo que hay que observar en los próximos meses. Esa será la clave para ver el impacto del precio de los carburantes. Si en un par de meses vemos que la subyacente vuelve a subir, estará indicando que el incremento del precio de los carburantes se está extendiendo a toda la economía», concluye Cunyat.