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El conflicto entre vecinos y bares de Madrid se enquista pese a la nueva ordenanza de terrazas: «No ha servido para nada»

«Hola, ¿puedo hablar con el responsable de terrazas?». Cuando la nueva ordenanza de terrazas cumple siete meses, 20minutos pregunta a una decena de bares enraizados en zonas saturadas de Madrid cómo están adaptándose a los cambios. «Tenemos las mismas sillas y mesas que antes de la pandemia, acatamos los horarios y el resto de normas», responden al otro lado de la barra estos responsables, la nueva figura que creó la Comisión de Terrazas de Hostelería y Restauración para atender in situ posibles conflictos. Y el trabajo extra se acumula. «Los vecinos se quejan del ruido y la privatización del espacio público, parece que no entienden que detrás hay sueldos de familias», lamenta un camarero del barrio Ibiza.

La modificación de la normativa de terrazas -la anterior data de 2013-, entró en vigor el 1 de febrero de este año. Elaborada e impulsada por el Área de Gobierno de la Vicealcaldía, al mando de Begoña Villacís, «buscó desde su concepción encontrar el equilibrio entre la buena marcha de la hostelería y el descanso de los vecinos», explican fuentes municipales. En poco más de medio año, se han retirado 176 terrazas (ubicadas en bandas de estacionamiento de las zonas ZPAE y en las 37 zonas saturadas), han desaparecido «prácticamente» las 2.000 ampliaciones de terraza en acera concedidas bajo el paraguas pandémico y se han abierto más de 1.500 expedientes, más de 600 sanciones administrativas y 30 multas coercitivas, según datos del Consistorio.

A los vecinos no les parece suficiente. «No ha servido para nada», resume Quique Villalobos, presidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (Fravm), quien formó parte de la negociación de la ordenanza. «Fue en balde», lamenta. «Intentamos que se nos escuche, pero el Ayuntamiento desde el primer momento había tomado posición en favor de la hostelería y perjudicando a los vecinos. Solo atendieron a las correcciones ortográficas que señalábamos en el escrito».

La hostelería representa el 4,1% del PIB en Madrid y dependen de ella 6.000 puestos de trabajo, según la patronal del sector

«No se autorizan las mesas pegadas a las fachadas de los edificios y los veladores deben ser transitables por las noches. ¡Date un paseo por Madrid!», invita Villalobos a comprobarlo. «Entre terrazas, motos aparcadas en las calles y cualquier tenderete, hay sitios por los que, prácticamente, hay que ir de perfil», se aqueja de la pérdida de espacio público.

El presidente de la Fravm percibe una proliferación de las terrazas, que achaca a los «beneficios» que reciben lo bares. «¿Puede operar en igualdad de condiciones una papelería de 80 metros cuadrados que un bar de 40 al que se le permiten poner 100 más de terraza?», se pregunta para concluir que: «El resultado es que en los barrios tenemos una exclusión progresiva del comercio convencional y una invasión de bares y terrazas».

Por todo ello, anuncia que este mes presentarán, junto a sus homólogos de Barcelona, una denuncia ante el Defensor del Pueblo. «Es un problema de concepción política, hay un sector económico que cree que esta por encima de los demás y gente que piensa que la única forma de que Madrid funcione es a través de hostelería. Nos oponemos».

El sector hostelero representa cerca del 4,1% del PIB en Madrid y según datos de Hostelería Madrid, dependen de forma directa unos 6.000 puestos de trabajo. Su presidente en la comunidad, José Antonio Aparicio, fue otro de los actores implicados en la negociación del reglamento. «Intentamos una ordenanza lo más conciliadora y favorable para los intereses de nuestros asociados y salió lo que salió», dice, algo descontento por que cada Junta de distrito este interpretando «de una forma el texto».

A su juicio, la nueva normativa «no permite instalar una terraza en cualquier lado. Hay criterios limitativos de distancias o visibilidad.» Lo tiene claro: «La pandemia ha decidido ese elemento de consumo ordenado en el espacio público como algo fundamental». Y ellos quieren «terrazas conciliadas y que sean un elemento diferencial de Madrid para el futuro.»

La hora de la discordia

Una de las medidas que más revuelo levanta entre vecinos y bares es la hora de cierre de los veladores. A partir del 16 de octubre y hasta el 14 de marzo, en el conocido ‘periodo estacional’, el centro de la capital estará dividido en zonas de protección acústica baja, media y alta con horarios diferentes entre sí. Desde la 1:30h en horarios de fin de semana, en los casos menos restrictivos, hasta las 11:00h de lunes a domingo, para aquellos enclaves considerados de mayor alboroto.

El líder del colectivo vecinal pide que «las terrazas se asocien al horario que establece la ordenanza del ruido«, en la que «se dice que el horario nocturno empieza a las once de la noche, cuando todos deberíamos estar descansando para ir a trabajar o estudiar».

Precisamente, las once de la noche, es cuando deben cerrar los veladores del Distrito Centro, con independencia de que sea lunes o viernes. «Es un absoluto despropósito», reacciona el líder de la patronal de los empresarios hosteleros madrileños. «El distrito Centro tiene 472 hectáreas y no son iguales las terrazas de Palacio que las de Lavapiés o Malasaña. No es lógico que quienes tienen una terraza tranquila, sin ruidos, tengan las mismas restricciones, porque haya focos complicados en Madrid con nombres y apellidos. Pagan justos por pecadores».

La norma añade que «en toda circunstancia» los hosteleros tendrán que comenzar el desmontaje del mobiliario antes del horario permitido, lo que indigna a Aparicio. «Si tienes que empezar a recoger a las 10:30h, a las 10:00h ya no puedes sentar a nadie a cenar, no van a cenar corriendo», critica. «Con la actividad que hay de teatros o musicales ¿La ciudad de Madrid un sábado a las once y cinco merece estar cerrada?», plantea.

Critica al ‘adiós’ a las estufas de gas

La nueva ordenanza también implica que este año no podrán instalarse en las terrazas estufas de gas, «altamente perjudiciales para el entorno y la calidad del aire», bajo el criterio del Ayuntamiento.

A las puertas de un invierno sombrío, con la inflación desbocada y la crisis energética agravándose, los hosteleros arguyen que en la práctica «esta medida es mucha más complicada que la teoría». Por dos motivos, de dinero y de tiempo. El primero, «porque la energía eléctrica es más cara y exige adecuar las terrazas, haciendo obras para que el cableado no este al descubierto». En segunda instancia, porque «ninguna Junta te va autorizar de un mes para otro acometer estas obras».

El Área municipal de Movilidad y Medio Ambiente abrió una línea de ayudas, dotada con 2 millones, para para eliminar aparatos de calefacción por combustión en terrazas o quioscos de hostelería por instalaciones de generación de calor sin emisiones locales. Aparicio, considera que «ha quedado desierta, beneficiando a muy pocos hosteleros», por el tipo de requisitos que exigía.

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