Casa caliente en invierno y fresca en verano por el calor de la tierra: la geotermia busca salir del anonimato y del lujo a todos hogares
¿Qué tienen en común el hospital Sant Pau de Barcelona, el Oceanogràfic de Valencia o el centro comercial de Canalejas de Madrid? La respuesta es que sus sistemas de calefacción y de aire acondicionado se alimentan con la misma fuente de energía, con el calor que emana del subsuelo, por medio de la geotermia, una fuente renovable e inagotable de energía tradicionalmente asociada a grandes pozos y prospecciones a muchos metros bajo tierra, pero que también tiene una versión más superficial, que desde hace décadas lleva calefacción, aire acondicionado y agua caliente sanitaria a viviendas en el norte de Europa. También en España, donde de momento es una tecnología poco conocida, un tanto desorganizada y convertida más bien en un artículo de lujo, un concepto del que las empresas del sector quieren sacarla para «democratizarla».
«Queremos poner la geotermia en la agenda. Abrir muchas cabezas», afirma, tajante, Margarita de Gregorio, directora general de Geonergía, una asociación empresarial que acaba de nacer para dar «visibilidad» a una fuente de energía que mana desde cientos de metros bajo la tierra pero también desde cotas más cercanas a la superficie y que puede llegar a los hogares como lo hacen hoy las conducciones de gas o las bombas de calor que funcionan con electricidad de otras fuentes renovables.
A medida que excavamos en el subsuelo, la temperatura de la tierra aumenta 25 grados por cada kilómetro de profundidad y este calor, pasado por el agua de acuíferos naturales o artificiales se convierte en vapor de agua capaz de mover las turbinas de una central para producir electricidad a gran escala, cuando se trata de temperaturas muy elevadas, de hasta 150 grados que, de manera excepcional, pueden encontrarse a dos, tres o cinco kilómetros de profundidad. Junto a esta geotermia profunda hay otra denominada «media», a temperatura menor pero también elevada, de entre 80 y 100 grados, que permite alimentar balnearios, spas o piscifactorías. Junto a estas dos, la «geotermia somera» puede llevar calefacción o aire acondicionado a las viviendas aprovechando una temperatura subterránea de unos 19 o 20 grados que, en el caso de España, está en todo su territorio.
Es ahí donde entra el trabajo que se ha fijado Geoenergía para promocionar y «poner a la vanguardia» esta energía e impulsar un marco regulatorio que favorezca la geotermia somera, capaz de aportar calor de la tierra simplemente solo a partir cinco metros bajo la superficie, donde ya se pueden alcanzar unos 20 grados de temperatura. Por medio de perforaciones hasta esa cota, se crea un circuito cerrado al que se conectan las bombas geotérmicas, «del tamaño de una nevera» y mucho más eficiente que las bombas de calor que se ponen ahora por «miles»., En unos casos, convertirán el calor de la tierra en calefacción y agua caliente a cambio de traspasar el frío a la profundidad de la tierra, de donde se recuperará en periodos más cálidos para accionar sistemas de refrigeración con que mantener las casas frescas en verano.
«Da igual que venga Filomena o una ola de calor, el suelo siempre está a la misma temperatura, es el efecto bodega y es altamente eficiente porque nunca va haber picos de demanda», afirma la responsable de Geoenergía, que insiste en que la geotermia es «constante», no requiere mantenimiento y que, dependiendo de lo que sustituya, permite un ahorro de hasta el 30 o 35% de la factura de la luz.
«Cuando hemos tenido que perforar para extraer petróleo, gas o carbón y todas las calles de España para meter gas hasta la cocina, no ha habido ningún problema y ahora que tenemos que perforar para conseguir un recurso renovable y altamente eficiente, son todos los problemas del mundo», lamenta De Gregorio, que desde principios de mayo está a la cabeza de una asociación que surge de otra, Geoplat, dedicada desde 2009 a la geotermia y financiada en buena medida por el Ministerio de Ciencia. Su objetivo es reunir a las empresas que se dedican tanto a buscar el calor de la tierra a grandes profundidades como a hacer instalaciones en casas y edificios públicos para lograr que en España tenga la penetración que ya tiene en otros países europeos. De momento, la asociación pone el marco para que en torno a él se reúna la industria, tanto grandes empresas que vienen de la experiencia de perforaciones de hidrocarburos como otras más especializadas. El sector español cuenta incluso con algo «rarísimo», como es un fabricante de bombas geotérmicas, EcoForest, que proporciona aparatos más adaptados al clima mediterráneo que los que vienen del norte de Europa. De momento, empresas como Repsol o Telur se han acercado a la asociación que en palabras de De Gregorio, persigue «dejar de ser tan nicho».
221 viviendas en Chamartín
Quizá el mayor proyecto de viviendas con esta tecnología se encuentre en el centro de Madrid. En 2012, un grupo de padres de colegio entre los que había arquitectos e ingenieros conocedores de este sector decidió formar una cooperativa para, en plena crisis financiera y con el crédito bancario casi cerrado, levantar en el barrio de Chamartín un edificio de 220 viviendas, de entre 60 y 300 metros cuadrados, que obtendría del calor de la tierra la energía necesaria para tener calefacción y aire acondicionado y precalentar el agua caliente sanitaria con ayuda de una instalación a gas.
A 14 metros del tercer sótano de la edificación y por debajo de donde hoy hay una inmensa piscina y jardines vecinales, se hicieron 70 perforaciones de 125 metros para abastecer de calor y frío a la bomba que les proporciona calefacción en invierno y aire acondicionado natural en verano y precalienta el agua caliente sanitaria, con ayuda de calderas de gas, en un sistema que discurre a lo largo de 87.500 metros lineales de tuberías para hacer el intercambio de calor mediante unas bombas cerradas bajo siete llaves en la sala técnica de la comunidad. El frío y el calor circulan por los pisos a través de suelo radiante que, además, evita tener radiadores en los pisos o antiestéticas instalaciones en el exterior como las del aire acondicionado.
En total, el sistema de intercambio geotérmico, que se construyó al mismo tiempo que se levantaban las viviendas, supuso un coste adicional de un 0,8% al total del proyecto, explican dos de sus vecinos y de los primeros cooperativistas, Joaquín García, que además fue el arquitecto, y Marcel Hendriks, que entonces trabajaba en una consultora de geotermia y es de Países Bajos, un país que por entonces llevaba una notable ventaja a España en esta tecnología. También tuvieron la ayuda de que, al menos en aquel momento, en la consejería de Industria de la Comunidad de Madrid a la que tuvieron que notificar sus planes se conocía y apoyaba la geotermia, algo que reconocen que no sucede en otras comunidades, con criterios dispares y, directamente, pocas ganas de dar alas a una alternativa a las calderas de gas.
Muchos promotores a los que recurrieron para la construcción lo rechazaron al no entender por qué tenían que repercutir parte de coste a instalar geotermia. «No lo veían como un reclamo comercial«, recuerda García. Los primeros vecinos, aunque no fueran expertos, sí confiaron en la geotermia, que era inseparable de la cooperativa en la que iban a entrar. El coste se amortizó en unos nueve años y hoy en día una vivienda de 135 metros cuadrados en este edificio de Chamartín tiene una factura de calefacción de 90 euros al mes, casi la mitad de los 200 euros que puede llegar a pagar una vivienda de 70 metros con gasóleo. En una vivienda exenta de 400 metros cuadrados, la geotermia supone una factura mensual de 100 euros, dicen de otro caso conocido.
Redes de distrito de geotermia
Este edificio, por número de viviendas, podría ser el hermano pequeño del modelo de «redes de distrito» que sueña Geoenergía, que contraviene la idea instalada en las últimas décadas de que son mejores los sistemas individuales que los colectivos. «Nos han vendido que tener tu calderita [de gas] en casa es lo más eficiente. No, lo más eficiente es de donde veníamos, de una instalación que dé servicio a varios edificios», algo que De Gregorio asegura que es «algo que puede hacerse con la geotermia».
De momento, en España hay cinco redes de distrito pero en el centro de París funciona desde el siglo pasado. La geotermia está normalizada en los países del norte de Europa o, incluso, ha dejado «sin perforadores» a la ciudad alemana Múnich, que está excavando para obtener geotermia media y cumplir su objetivo de ser una ciudad de emisiones neutras ya para 2035. La situación en España es diferente y, sobre todo, desigual. «En Cataluña hay muchísimo, también el País Vasco o en Zaragoza», enumera De Gregorio sobre comunidades donde está más al orden del día, especialmente en edificios públicos. Sin embargo, el concepto «mucho» es relativo porque el aprovechamiento del calor de la tierra para dar calefacción y aire acondicionado sigue siendo muy minoritaria, desconocida en términos generales y sobre la que ni siquiera hay datos oficiales. «No está en la agenda pública», se lamenta De Gregorio.
Sin datos pero orientada al lujo
Poco se sabe a ciencia cierta de cuántos edificios hay en España con geotermia. Los datos oficiales dicen que el equivalente a una potencia de 200 megavatios -la potencia instalada de energía eólica supera los 30.000, por ejemplo-, aunque Geoenergía sospecha que esta cifra podría doblarse teniendo en cuenta que, debido a lo fácil que es hacer una instalación que requiere poco más que una perforación para introducir una canalización que se conecta al serpentín de una bomba geotérmica, hay muchas casas que no las registran. Precisamente, uno de los cometidos de la asociación es recopilar cifras fidedignas y también superar una de las grandes barreras de este sector, como de otros muchos muchos: que los ciudadanos conozcan que hay ayudas para ello.
Los edificios de viviendas son los menos, aunque cada vez más promociones «premium» en lugares como La Finca o La Moraleja ofrecen geotermia como un artículo de lujo. También es un perfil medio-alto el que Geoenergía observa en otra zona con casos conocidos, alrededor de Las Rozas, en la zona norte de Madrid, en chalets que lindan ya con la Red Natura y que, complicaciones aparte por los condicionantes que supone un espacio protegido, es una zona «especialmente favorable» para la geotermia porque no llega el gas pero además de porque el perfil del propietario allí suele ser de nivel socioeconómico medio alto y con capacidad de entender esta tecnología. A pesar de ello, Geoenergía busca sacar la geotermia del nivel del lujo y llevarla a todos los hogares. «Nosotros lo que queremos es democratizar».