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Barthe: «A veces han venido a cascarnos a las canchas»

Pedro Barthe, que el próximo 20 de octubre ingresará en el Hall of Fame del baloncesto español en calidad de contribuidor, recibe a AS en el Casanova Beach Club de Casteldefells, uno de los rincones preferidos de su futbolista favorito, Messi, y que está a metros de la que fue su primera casa allí. «El jardín era la arena de la playa». Leyenda de las transmisiones de baloncesto en RTVE, es una delicia escucharlo hablar de deporte y vida con una fina retranca que ameniza la charla.

¿Se acuerda del primer partido de baloncesto que narró?

Muy fácil. Fue el día de San José, 19 de marzo de 1982. La final de la Korac entre el Joventut y el Carrera Venecia. Aquella en la que Joe Galvin metió una canasta desde el centro del campo que hoy valdría tres puntos, pero que entonces sumaba dos y forzó la prórroga. Ganó el Joventut la Korac… en el Palau Blaugrana.

Vaya morbo.

El Barça había jugado el día antes en Roma la final de la Recopa. Y la había perdido.

¿Cómo empieza a transmitir baloncesto en RTVE, le gustaba, se propuso?

Siempre he estado vinculado al baloncesto. Jugando en el colegio, en equipillos por ahí… Cuando llegué a la televisión, todos hacíamos un poco de todo. Luego hubo más especialización. Las transmisiones de baloncesto eran muy aburridas y había un realizador que llevaba tiempo con ganas de cambiar cosas. A Roma, a esa final de la Recopa, habíamos ido José Félix Pons y yo. Él hacía las transmisiones y yo hacía entrevistas, reportajes… Y antes de la final de la Korac nos dijo: ¿por qué no os ponéis uno arriba y uno abajo? Así tendremos más posibilidades de saber cosas. Y fue un acierto. Porque en esa final, ni los jugadores sabían quién la había ganado. Quedaba una décima, Galvin tiró y todo el mundo se quedó parado: ¿es buena, es mala? Le hice una entrevista a Santillana, que era capitán de la Penya, y yo había jugado con él. Y le pregunto: ¿Quién ha ganado? Y me contesta que no lo saben. Lo increíble es que en la prórroga se repitió la jugada, con una canasta sobre la bocina. Le vuelvo a entrevistar y me dice de nuevo que no sabe quién ha ganado hasta que, de pronto, se pone a saltar. Si ese día no hubiésemos estado abajo, no nos hubiéramos enterado de nada. Porque yo estaba allí abajo. Recuerdo además que el sistema era primitivo. Yo tenía que mirar a Félix arriba y hacerle un gesto con la mano para decirle que quería hablar. No podía cortarle la transmisión. Nos compenetrábamos muy bien. Sabía casi con la respiración cuando Félix iba a hablar.

Empezó como pie de campo, pues.

No era exactamente así. Yo empecé a intentar explicar que en el baloncesto era muy importante la estadística y fui aportando datos. Entre comillas yo era lo que ahora es el técnico de la transmisión.

Habrá visto cambiar tanto las transmisiones… ¿Para bien o para mal?

Hasta un punto para bien. Pero no sólo de baloncesto, sino en general. Por la posibilidad de ofrecer repeticiones, estadísticas… Hasta un punto en el que, por las dimensiones de la cancha, sólo faltaría poner una cámara en la pelota. Yo siempre empezaba los partidos con una hoja en blanco en la que iba apuntando todo con un sistema de claves: canasta de dos, de tres, falta, rebote de ataque, dos más uno. Lo apuntaba todo cronológicamente: mirar, apuntar, mirar, apuntar. Hoy en día el narrador te está anunciando la programación de la cadena, por el pinganillo les avisan de que no han anunciado los pañales Dodotis… Eso es lo que no acabo de ver en las transmisiones de hoy en día, y a mí me costaría mucho. «¡Nos envían por wasap un comentario, por la página web!», dicen. ¿Y quién ve el partido? A veces veo en el fútbol que hay un tío en el suelo porque se ha torcido el tobillo solo y les pilla diciendo: habrá chocado. Y no es así. Si no hubieran estado en otras cosas sabrían qué pasaría. En ese sentido, se ha perdido. Pero la técnica lo ha mejorado.

¿Qué significa entrar en el Hall of Fame?

Hombre. Es un gran honor. Y hacerlo tanto tiempo después, que se acuerden de ti… Es, de las distinciones que me han dado, una que me hace una gracia especial porque está muy bien. Lo he vivido en Estados Unidos. He estado en el Salón de la Fama de Springfield y veías un ritual. El que entra allí ha hecho algo por ese deporte. Que se haya creado esto aquí y que en la segunda promoción ya entres… Está muy bien.

¿Es consciente de que ha sido un referente, lo sigue notando por la calle? Usted fue una cara conocida.

Y una voz. Yo me asombro. Hace un par de veranos estaba por la Ribeira Sacra. Me paro en un pueblo perdido a echar gasolina porque nos quedábamos tirados. Y digo gasolina. Y el tío se gira y dice: «El del baloncesto». Era una época en la que sólo había una cadena. Quien daba deportes era La2. Y la gente tenía localizado quién era el del fútbol, José Ángel de la Casa; quién el del balonmano, Luis Miguel López… Es verdad que en baloncesto dábamos mucho. Cogíamos un avión el lunes para dar un partido de Recopa el martes, otro de Korac el miércoles, otro de Copa de Europa. La Liga el fin de semana. La gente nos tenía como uno más de su casa. La verdad es que yo con el baloncesto estoy bastante empatado.

¿En qué sentido?

La tele le ha dado cantidad al baloncesto. Dimensión, promoción. Pero el baloncesto también me ha dado mucho. Si hubiera jugado, que tal vez habría podido llegar, cuánto tiempo hubiera jugado: ¿una década siendo muy bueno? En la televisión me he pasado tres décadas largas. Más que los que estaban conmigo y jugaron. Yo estaba con Manolo Flores, Bové, Santillana. Y lo hablaba con ellos. Yo hice sus partidos, ellos se retiraron y yo seguí 20 años más narrando…

¿Y cuántas veces tuvo que escuchar eso de que era del Barça, o de la Penya? ¿Había respeto?

En los pabellones, la gente se calienta mucho. En la calle, la gente es más discreta. Hemos tenido incidentes, pero muy repartidos. Arriba y abajo. Si aquí éramos los de Televisión Española; y en Madrid éramos los catalanes, pues no lo haríamos muy mal. Si sólo se quejara uno sí podía haber una tendencia. Ha habido incidentes gordos, pero no pasó nada.

De vez en cuando se hace viral aquella final del CAI en Ginebra contra el PAOK. ¿Fue cuando más miedo sintió en una cancha?

En una cancha, con una cosa que está pasando a nivel global, sí. A nivel individual no porque a veces han venido a cascarnos. El otro día estuve hablando de ello con unos amigos a raíz de que ha habido algunos incidentes en campos de fútbol. El día del CAI en Ginebra no sé cómo salimos vivos de allí dentro porque la gente invadió el campo. Pero allí se tomó una decisión. Bajó Stankovic y le dijo a José Luis Rubio: «Aquí jugáis o no jugáis nunca más en Europa». Pues a jugar. Pero no se podía jugar allí. ¿Cómo iban a pitar los árbitros? Si el CAI hubo un momento que se puso por delante y ya se veía que no podía ganar porque si no, no salíamos vivos. Aquel día se rozó la catástrofe, sí. Las masas son muy manipulables. Las directivas de los clubes eran hábiles durante una época con la masa. Desviaban la atención y te señalaban a ti. Pero lo olvidaba enseguida. Tampoco me agobiaba. A mí un campo de 15.000 personas que estén chillando que lo maten, pues pensaba que, como un jugador, yo tenía que estar a lo mía, la transmisión.

¿Le gustaba más narrar o crear y presentar programas tipo Zona ACB?

Me gustaba todo. El directo me gustaba, es adrenalina pura. También cuando hacía Estadio 2 y estábamos toda la tarde dando resultados. Eso me gustaba. Informar me gustaba. Pero hay que reconocer que la época de hacer programas como Zona ACB y, sobre todo, Chócala, estuvo bien. Buscábamos fotos en Australia, en un museo en Berlín. Ese trabajo de investigación me apasiona porque hoy en día lo sigo haciendo con los ancestros de mi familia que es francesa y del sur de España, y voy por el 1600.

¿Y esa afición por buscar a sus ancestros?

Siempre he defendido el trabajo del archivo. Y en TVE había un archivo potente porque heredamos el Nodo y, además, éramos la única televisión durante 50 años. El archivo no estaba bien clasificado. Entonces, a los jóvenes les costaba encontrar lo que no estaba informatizado y a mí me gustaba bajar allí, encontrar las fichas. Y era un trabajo que defendía que teníamos que proteger. Y en mi casa, que tengo mogollón de papeles, me gusta tenerlos ordenados. Seguir el hilo de una cosa me mola bastante.

Hablaba de Estadio 2. Ese programa tuvo un papel muy didáctico. ¿Lo echa de menos? Parece que eso se lo tragó el fútbol.

Creo que conseguimos hacer un trabajo en defensa de todos los deportes. Cuando me nombraron director de deportes en Madrid, dije algunas cosas. La primera es que iba a haber televisión para todos los deportes. El fútbol no podía comerse el 80% y el resto el baloncesto. Todos los deportes tenían su espacio y su hueco. Y tratábamos de enganchar a la gente mandándole mensajes. Le decíamos: «A continuación viene el mejor partido de balonmano que se puede ver hoy en día, un Barça-Kiel. Véalo. Si luego no le gusta, pues es que no le gusta el balonmano, pero es el mejor que puede ver». Cosas así. La cultura deportiva de un país es que entienda que hay muchos deportes, que son complicados, más que el fútbol, y que tiene mérito cualquier medalla, no sólo la de fútbol, baloncesto o Nadal. Pero ahí andamos cortos todavía.

¿Qué significó para usted que hubiese unos Juegos en Barcelona?

Lo de Barcelona estuvo muy bien porque, primero, le puedes explicar a la gente de tu entorno lo que son unos Juegos. Porque esto lo ves cada cuatro años en tu tele. Y lo podían ver en su ciudad. Y luego, claro, pude ir con mis hijos. Los llevé un día a la esgrima, otro día a la natación. Hice una tarea didáctica. Fue muy agradable. Y fueron unos Juegos especiales por una cuestión. He ido a ocho Juegos Olímpicos. La mayoría eran fuera de horario. Cuando había competición aquí era de noche y cuando en España era de día tenías que trabajar. Con lo cual en Los Ángeles, Seúl, Atlanta, Sidney, Pekín… Siempre tenías que estar trabajando.

Ocho juegos olímpicos. ¿Cuántos partidos de baloncesto?

Mil doscientos. Además, fue curioso poque se estaban haciendo en catalán los partidos del Barça, Joventut, Manresa… Había desconexiones para el circuito catalán. Yo casi siempre hacía en castellano y no me oían aquí. Y si lo hacía en catalán, no me escuchaba el resto. Entonces tenía que buscar un partido en el que me oyese todo el mundo porque me iba a despedir. Y había un Real Madrid-Pamesa que para mí era un día perfecto: el 14 de abril, el día de la República. Y había ido cuadrando para llegar al partido 1.200 y el 14 de abril.

¿Qué es lo más impresionante que ha visto en directo? Y no tiene que ser de baloncesto. No sé. Tal vez un Ben Johnson en Seúl, algo así.

Tendría que hacer una lista muy grande. Ha dicho usted, por ejemplo, Ben Johnson. Yo estaba aquel día en la línea de llegada, enfilado. Y aquello… Todo lo que pasó después, el marketing, los americanos, el mamoneo, esto es aparte. Pero cuando ves salir a aquel tipo de allí y ves cómo viene, que parecía un búfalo, y cruza la línea… Dices: «Hostias, lo que he visto aquí está fuera de norma. No sé qué ha pasado». Luego ya, claro, no podían consentir que el mito Carl Lewis… Eso. Pero bueno, eso es otra historia. Como pasó con Juanito Muehlegg y tal. El doping hay que perseguirlo, pero detrás hay mucho mamoneo. Y luego, pues en baloncesto, a veces cosas pequeñas tienen más repercusión. Lo de los júniors de oro tuvo una repercusión impresionante. Los Ángeles 84, ni le cuento. Y luego, pues claro, he visto nadar un montón de veces a Phelps y todavía me sorprendo. A veces pienso que los de la natación se tirarán un día y ya habrán vuelto, porque cada vez van y vienen más rápido. Iba a ver mucho el patinaje de hielo en los Juegos de invierno. El hockey hielo me encanta. Hice una final de Rusia contra la República Checa. Cuando tenía un rato libre en los Juegos no comía, ni dormía ni me preocupaba eso. Aunque trabajábamos muchas horas, porque unos Juegos son demoledores, pensaba que ya dormiría cuando estuviese en casa. Me iba a ver cosas.

¿Ha escrito algún libro?

No. He colaborado en algunos.

¿Y no le gustaría plasmar esas vivencias?

Bueno. Ahora estoy escribiendo cosas que las dejaré en mi casa y que hagan lo que quieran con ellas mis hijos. Les digo que igual sus hijos hacen una serie con las cosas de nuestra familia…No sé si como Los Simpson, pero bueno…

¿Cuál es el mejor jugador de baloncesto que ha visto?

Jordan.

No duda.

¡Hombre! Mire, con todos los respetos. Si vamos a discutir Jordan, Magic, Jabbar, Bird, cada uno tendrá sus preferencias aunque física y técnicamente, Jordan los desborda a todos. Sé que es una cuestión de gustos, como la tortilla con cebolla o sin cebolla; o la paella o el arroz con cosas. Pero es que Jordan era un tío con el físico perfecto. Y como decía todo el mundo: encima era guapo. Como hombre, como persona. Y el físico como deportista era fuera de lo normal. Y mil veces se ha dicho: cuando todos bajaban, él todavía estaba ahí arriba. La velocidad de movimientos, el quiebro… Comparar a Jordan con alguien… Es que después de Jordan, pues ver a alguien para entretenerse está bien pero… Yo mantengo una teoría: hay deportes que están cerrados. Hay cosas que son insuperables. Cuando corrió Eddy Merckx, que ganaba las etapas, los puntos, la montaña, pues no se vio más en el ciclismo. Como en el fútbol con Messi. El Messi de los años buenos, ¿va en serio que queréis comparar a alguien con Messi? ¿Queréis comparar a alguien con Jordan? Va hombre, va.

¿Qué ve ahora?

Poca cosa, por no decir que no veo nada para que no se decepcione el personal. Veo los Juegos Olímpicos…, el Mundial de rugby. Me gusta el curling por cómo tienen que usar el coco. Veía el fútbol cuando jugaba Messi. Ahora le veo en el PSG pero no tiene nada que ver, no le dan la pelota nunca. Algún fútbol esporádico. Y un tenis vi porque hacía mucho que no veía Nadal. Veo poco deporte.

¿Baloncesto?

Hace mucho tiempo. Es una cuestión personal. Cuando yo era niño, me resfriaba y estaba un par de días sin ir al colegio, tenían faena para que volviese porque yo pensaba que ya no había que ir más. Pensaba que era para siempre. En las historias de pareja, me pasa igual. Yo eso de parejas que cortan pero no cortan, se separan pero no. Vamos a ver: ¿sí o no? Yo el 2 de agosto de 1975 le pregunté a mi mujer en la calle Barreneros que dónde estaba la discoteca Young Play (San Sebastián) y hasta hoy. Pues en esto igual. Yo el día que me despedí dije adiós. Me acuerdo que el día siguiente me llamó Scariolo y me dijo que no se despedía porque me vería por ahí y le dije: «Oye, Sergio, que he dicho adiós, no hasta luego ni hasta la semana que viene». Y me fui a mi casa. Y adiós…

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