Así vamos a dejar perder el verano: los ritmos de vacunación y las previsiones del Gobierno alejan hasta el año que viene la esperada «inmunidad de grupo»
Que la vacunación masiva sería «el principio del fin de la pandemia» es algo que se lleva diciendo mucho tiempo. Sin embargo, nadie se atreve a estimar cómo de largo será ese fin, cuando volveremos a la «normalidad». El problema es que esa (y no otra) es la pregunta del millón.
Durante mucho tiempo, nos han faltado datos para responderla. De hecho, esto sigue siendo así en casi todos los aspectos. Sin embargo, el arranque de las campañas de vacunación en todo el mundo y los planes de vacunación del propio Gobierno nos da un marco de referencia para tratar de arrojar algo de luz sobre los próximos meses de la pandemia y los retos que nos van a exigir.
¿Qué papel tienen las vacunas en frenar la pandemia? La inmunidad de grupo.
Uno de los conceptos que más se ha manejado durante este año de pandemia es el de la «inmunidad de grupo» (también llamada, a veces, «inmunidad de rebaño»). Se trata de una protección indirecta contra una enfermedad infecciosa que ocurre cuando una población es inmune. En términos más técnicos podríamos decir que «el riesgo de infección entre los individuos susceptibles de una población se reduce por la presencia y proximidad de individuos inmunes».
Desde el punto de vista de un patógeno infeccioso, las sociedades complejas son enormes laberintos en los que los inmunes hacen las veces de paredes. De forma natural, al producirse un brote, los agentes infecciosos tratan de cubrir toda la población susceptible de ser infectada: a más personas inmunes, más callejones sin salida; menos oportunidades de encontrar nuevos anfitriones; más cadenas de contagios que se diluirán en la nada.
Quizás la mejor forma de ver cómo ese riesgo disminuye es con esta animación que simula la evolución de un brote en escenarios con distintos porcentajes de inmunización poblacional.
Parece algo de puro sentido común y, de hecho, se formuló por primera vez hace más de un siglo. Pero hasta la década de los 70, cuando tuvimos al alcance de nuestra mano la erradicación de la viruela (el último contagio natural se detectó el 26 de octubre de 1977 en Somalia) y los análisis de costos y beneficios de la vacunación empezaron a tomarse en serio, no comprendimos bien las implicaciones sanitarias de esta idea. Hoy por hoy, no solo es uno de los argumentos clave tras la vacunaciones masivas, sino que se ha convertido en algo central del debate público actual.
Tras un año de pandemia (y tras analizar diferentes estrategias de combatir la pandemia) hay un consenso generalizado en que, como recalca la OMS, la inmunidad de grupo solo puede ser un objetivo asumible si se alcanza «mediante la vacunación». Permitir que «la enfermedad se propague a cualquier segmento de la población […] daría lugar a casos y muertes innecesarios».
Sin embargo, a medida que se ponen en marcha las campañas de vacunación COVID, hay una pregunta fundamental: ¿Cuándo alcanzaremos la inmunidad de grupo? Es decir, cuál es «el umbral de personas inmunes tras el que debemos esperar una disminución en la incidencia de la enfermedad»: cuánta gente tenemos que vacunar y cuándo vamos a conseguir llegar a esos porcentajes.
La inmunidad de grupo, en cifras
A priori, podría parecer que definir cuál es ese umbral, es una tarea fácil. Sin embargo, durante estos meses hemos visto análisis que ponían ese umbral en el 60%, el 43% o incluso el 10% de la población. Ya sabemos que las estimaciones que hablaban de umbrales muy bajos estaban equivocadas, pero es que, hace solo unos días, el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU y una de los expertos más visibles de la lucha contra el COVID en el país, Anthony Fauci reconocía en el New York Times que sus estimaciones ya subían esa cifra hasta el 90%, cifras muy parecidas a las que se necesitan para frenar al sarampión.
Fauci no está solo en esto. La tónica general entre los expertos ha sido ir subiendo el umbral a medida que mejoramos nuestro conocimiento sobre la transmisibilidad del virus y nuestra compresión sobre los «supereventos de transmisión» avanza. En parte, porque aún hoy contamos con datos aproximativos y parciales. En parte, porque la búsqueda de este umbral es complicada incluso a un nivel teórico.
En el «énfasis en umbrales simples» se olvida de la «heterogeneidad de la población», decía ya en el 71 uno de los mayores expertos en el tema). Y es cierto, cada grupo poblacional tiene características (sociales, laborales, urbanísticas, etc…) propias y, por tanto, un umbral específico. La horquilla del 60-70% se calculó inicialmente sobre los datos de China e Italia (y se ha visto apoyada por experimentos naturales y estudios con animales); sin embargo, las diferencias entre países pueden ser muy grandes.
No obstante, esta aparente contradicción tiene otra explicación: el porcentaje de población inmunizada que necesitaremos para «controlar» la pandemia y el que necesitaremos para declarar «países libres de COVID» no es el mismo. A falta de mejores datos, todo parece indicar que efectivamente, necesitaremos hacer inmune entre un 60 y un 70% de la población para empezar a controlar la pandemia (y que las olas se vuelvan lentas y gestionables), pero solo con cifras muy altas de ciudadanos vacunados (por encima, en todo caso, del 80%) el COVID seguirá entre nosotros de forma habitual.
¿Cuándo alcanzaremos la inmunidad de grupo?
España, a diferencia de otro países, no tiene un calendario exhaustivo de todo el proceso de vacunación. No obstante, el Gobierno ha sostenido en varias ocasiones que su objetivo sería vacunar a 2,5 millones de personas en una primera etapa (hasta finales de marzo) y, ya en una segunda etapa, llegar a «mayo o junio» con «entre 15 y 20 millones de españoles vacunados».
Es decir, que según los propios planes del Gobierno español, en el mejor de los casos el país llegaría al verano con un 42% de la población vacunada. Muy lejos del 60-70% del primer umbral de inmunidad de grupo. Lejos incluso si le sumáramos ese 9,9% la prevalencia acumulada que encontró la última oleada de la encuesta de seroprevalencia del Ministerio de Sanidad (algo que, de todas formas, no es posible porque, por el momento, los protocolos de vacunación no distinguen entre personas con anticuerpo a todo el mundo sin importar si tiene anticuerpos o no).
Con esto en mente, y teniendo en cuenta que algunas de las administraciones autonómicas más proactivas no esperan llegar al 60% de la población antes de finales de año, parece claro que esos objetivos del 100% que se manejaban en los últimos meses ya se han descartado por inviables logística y sanitariamente. La pregunta ya no es cuándo alcanzaremos la inmunidad de grupo (porque hablar a un año vista en plena pandemia es virtualmente imposible), sino si podremos alcanzar los objetivos que se ha fijado el propio gobierno.
¿Cómo avanza la vacunación? ¿Llegaremos a tiempo?
A día de hoy, sólo el 1,04% de la población española ha recibido la primera dosis de la vacuna. Evidentemente, si lo comparamos con el 21,34% de Israel o el 12,9% de Emiratos Árabes Unidos es poco. Incluso si lo comparamos con el 2,02% de Dinamarca, el país líder de la Unión, que empezó a vacunar el mismo día, las cifras españolas no son todo lo buenas que esperaríamos. Sin embargo, estamos entre los diez países con mayor cantidad de personas inmunizadas. De ellos, solo tres europeos (Dinamarca, Eslovenia e Italia) nos superan.
Es más, son cifras aceptables teniendo en cuenta los problemas tradicionales de la sanidad española para vacunar y que, durante las primeras semanas, el descontrol y la falta de previsión ralentizaron el proceso. Según nuestros datos, si se mantuviera el ritmo de la semana pasada, llegaríamos a la cifra de 2,5 millones de españoles vacunados a finales de marzo. Justo en plazo.
No obstante, sobre todo si mejora de vacunas disponibles, tenemos margen de mejora. Como se puede ver en la imagen superior, al ritmo de Dinamarca tendríamos a toda la población en mayor riesgo, sanitarios en 1ª línea y ancianos, totalmente vacunados con sus dosis antes de San Valentín. Al ritmo de la última semana, para el Domingo de Resurrección no lo habremos conseguido. Y, por lo que sabemos, esas semanas podrían ser oro puro en vidas a salvar.
Lo que ofrece más dudas es el objetivo de 17,5 millones para finales de junio. Como se puede contemplar en la gráfica inferior, si queremos conseguir ese objetivo debemos aumentar de manera muy significativa nuestro ritmo de vacunación. No es algo imposible y, de hecho, sabemos que, cuando la vacuna empiece a ponerse en los centros de salud a grupos poblacionales más amplios, el ritmo debe aumentar forzosamente. Sin embargo, viendo los problemas que acarreamos desde hace semanas y lo que parece una tercera ola mucho más pronuncaida que la segunda, el reto no es trivial.
Al contrario, los análisis muestran que conseguir inmunizar al 40% de la población va a exigir un esfuerzo muy importante del sistema de salud. Aun no tenemos cifras definitivas de la campaña de la gripe, pero (si lo miramos con perspectiva histórica) es un objetivo viable. No obstante, si no se añaden más recursos, estaremos pidiéndole a la atención primaria que trabaje por encima de su capacidad real sabiendo que las olas de la pandemia seguirán llegando, con una fuerza similar, hasta fin de año.
Imagen | Hospital Clinic
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La noticia
Así vamos a dejar perder el verano: los ritmos de vacunación y las previsiones del Gobierno alejan hasta el año que viene la esperada «inmunidad de grupo»
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Jiménez y Javier Lacort
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