Ante la desaparición de las abejas hay plantas que están reproduciéndose «sin sexo». Y eso es un problema
Las relaciones de pareja no son fáciles. Bien lo saben los insectos y la Viola arvensis, una especie de violeta silvestre más conocida como «pensamiento de campo» que puede encontrarse a menudo con su explosión de flores amarillas, blancas y moradas en los márgenes de las carreteras de toda Europa. Como acaba de constatar un grupo de científicos de la Universidad de Montpellier y el CNRS de Francia, unos y otros, insectos y plantas, plantas e insectos, están inmersos en un círculo vicioso del que ambos salen mal parados. Igual que en un mal noviazgo.
Ante el declive de las poblaciones de abejorros las Viola arvensis dependen cada vez menos de ellos y producen flores más pequeñas y con menos néctar, lo que a su vez provoca que los insectos encargados de la polinización pierdan interés en ellas. Tal vez suene extraño, pero los científicos advierten de que es un fenómeno mucho más «sorprendente» de lo que pueda parecer… y también preocupante.
Pero… ¿Dónde están mis abejorros? Las abejas no pasan por su mejor momento. lo muestran con claridad los esfuerzos científicos que, a lo largo de los últimos años, han sondeado las poblaciones de estos y otros insectos polinizadores. En 2016 la organización intergubernamental IPBES publicó un informe en el que deslizaba algunas cifras tan rotundas como preocupantes: en Europa cerca del 9% de las especies de abejas y mariposas estaban amenazas y se percibía una clara caída en las poblaciones del 31% de las primeras y 37% de las segundas.
De cifras y causas. En EEUU Greenpeace habla de una disminución de las abejas melíferas del 60% entre 1947 y 2008 —de 6 millones de colmenas a 2,4— y hay estudios que señalan descensos también a lo largo de los últimos años. Igual de claras que las cifras son las causas que suelen señalarse para explicar la pérdida de polinizadores, tanto en EEUU como en otros países: insecticidas, cambios en el uso del suelo, el efecto de la agricultura sobre la diversidad de la flora o incluso el cambio climático y las sequías, que golpean también a la población de abejas.
«Actualmente no hay datos científicos que den una visión completa, pero sí hay evidencia de una disminución considerable de los polinizadores, debido sobre todo a las actividades humanas. Las abejas y mariposas son las especies sobre las que se dispone de mejores datos, lo que demuestra que una de cada 10 especies de abejas y mariposas está amenazada de extinción en Europa», advierte el Parlamento Europeo, lo que da una muestra de preocupación que genera esa tendencia: según la FAO, de las abejas depende alrededor del 76% de la producción global de alimentos y el equilibrio ecológico del 84% de las especies vegetales.
A falta de polinizadores… Buena es la autopolinización. Así lo demuestra el estudio realizado por un grupo de investigadores galos que acaba de publicarse en New Phytologist Foundation. Tras analizar en detalle ejemplares de Viola arvensis han comprobado que estas plantas parecen estar adaptándose a la cada vez menor presencia de insectos polinizadores de una forma bastante peculiar: prescindiendo de sus servicios. En vez de esperar a que lleguen los abejorros y mariposas, optan por echar mano de su polen y fertilizar sus propias semillas. El proceso se conoce como autofecundación y básicamente lleva a los pensamientos a polinizarse a sí mismas, «renunciando» así a una población de insectos amenazada.
Más que un cambio de hábitos. Cambia la forma de reproducirse y cambian las propias plantas, que como han constatado los investigadores presentan ahora una anatomía ligeramente diferente, aunque con alteraciones importantes: las nuevas Viola arvensis tenían el mismo tamaño que sus predecesoras, pero sus flores eran diferentes, más pequeñas y sobre todo con menos néctar.
Los científicos de Montpelier y el CNRS comprobaron que las flores se habían «achicado” un 10% y su producción de néctar, tan valioso para captar el interés de los polinizadores, había disminuido un 20%. Al fin y al cabo… Si los pensamientos silvestres ya no buscan atraer abejorros para reproducirse, dispersando su polen a medida que vuelan de flor en flor por los campos, ¿para qué malgastar recursos y energía en producir grandes flores, llamativas y bien surtidas de néctar?
Un ciclo vicioso. The New York Times se ha hecho eco de la investigación francesa, en la que han participado Sansón Acoca-Pidolle o Perrine Gauthier, entre otros expertos, con un titular llamativo: cómo hay flores que están «evolucionando para tener menos sexo». El gran problema es que ese fenómeno forma parte de un complicado «círculo vicioso» que puede perjudicar a los dos protagonistas de esta historia: tanto a los insectos polinizadores como a las plantas en sí.
Para las Viola arvensis la autopolinización tiene una ventaja considerable, le permite ahorrarse la espera de que llegue un insecto interesado en desperdigar su polen para reproducirse; pero también presenta ciertos hándicaps importantes: en la producción de semillas usa solo sus propios genes y le priva de la mezcla de ADN y nuevas combinaciones que fortalezcan a las futuras generaciones de plantas ante desafíos tan graves como las sequías o el acaso de las enfermedades.
En cuanto a los insectos, el cambio apreciado en las Viola arvensis agrava aún más un escenario que se les ha complicando con el paso de las décadas. Que haya flores más pequeñas les afecta de forma directa: para ellos menos néctar se traduce en menos alimento con el que saciar su hambre y puede reducir más su población.
Suma y sigue. El problema no se acaba ahí, ya que a menos insectos menos alicientes tendrán las plantas para generar flores atractivas para los polinizadores. Pierre-Oliver Cheptou, uno de los autores del estudio, reconoce a The New York Times que es poco probable que las plantas que renuncien a la reproducción con polinizadores vayan a recuperar esa capacidad. «No van a poder adaptarse, por lo que su extinción se vuelve más probable», advierte sobre las limitaciones genéticas que conlleva la autopolinización y que pueden poner en riesgo a las plantas.
Pero… ¿Cómo lo saben? Para llegar a esa conclusión los investigadores franceses han recurrido a una táctica sorprendente conocida como «resurrection ecology» y que, en este caso, ha pasado básicamente por «revivir» ejemplares de pensamientos silvestres de hace un buen puñado de años. ¿Cómo? Con ayuda de semillas recolectadas en los 90 y 2000 y que se conservaban en reservas botánicas especiales. Lo que hicieron Cheptou y sus colegas fue germinar plantas a partir de esas simientes y compararlos luego con ejemplares actuales de la misma especie cultivados bajo las mismas condiciones. Al observarlas comprobaron que la autofecundación había aumentado un 27% desde la década de 1990.
«El análisis genético de la población revela un alza del 27% en las tasas de autopolinización realizadas en el campo durante ese período», comparten los investigadores en su artículo de New Phytologist Foundation, y van un poco más allá: «Documentamos la evolución de rasgos hacia corolas más pequeñas y menos llamativas, una menor producción de néctar y un atractivo menor para abejorros, con estos cambios convergentes en las cuatro poblaciones estudiadas”.
«Bastante sorprendente». El entrecomillado es de Philip Donkerseley, de la Universidad de Lancaster, quien apunta a The Guardian que las conclusiones de sus colegas galos son reveladoras y fascinantes: «El hecho de que estas flores estén cambiando su estrategia en respuesta a la caída de la abundancia de polinizadores es bastante sorprendente. La investigación muestra una planta que deshace miles de años de evolución en respuesta a un fenómeno que existe desde hace 50 años».
El doctor Donkersley cree que las conclusiones obtenidas con los ejemplares de Viola arvensis francesas podrían ser solo una pista que lleve a los investigadores más allá. «Aunque la mayor parte del estudio se ha realizado en Europa y América del Norte, la disminución de polinizadores es un fenómeno global —añade—. Estos resultados pueden ser solo la punta del iceberg: las áreas con mayor diversidad de plantas probablemente tendrán muchos más ejemplos de plantas silvestres que cambian sus estrategias de polinización en respuesta a la falta de polinizadores».
Más escenarios . Queda trabajo aún por delante. Y caminos abiertos para futuros estudios, como apunta el experto de la Universidad de Lancaster. Otra investigación muestra de hecho que aquellas plantas incapaces de autopolinizarse estarían optando por la estrategia contraria: generar mayor cantidad de polen.
Hace meses científicos de la Universidad de Michigan publicaron otro artículo, centrado en las campanillas moradas del sur de EEUU, que mostraba que entre 2003 y 2012 las flores habían ganado tamaño, lo que podría ser otra estrategia para «triunfar» entre una población de abejas en declive. «Podrían invertir en autofecundación o en atraer polinizadores», explica una de las autoras.
Imágenes: Kieran Murphy (Unsplash) y Wikipedia
En Xataka: Las plantas no tienen oídos, pero hay indicios de que oyen cuando se acerca un insecto polinizador
–
La noticia
Ante la desaparición de las abejas hay plantas que están reproduciéndose «sin sexo». Y eso es un problema
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
.