Almeida reivindica la "jovialidad" de Madrid y llama al "equilibrio entre la juerga y la penitencia" en el Entierro de la Sardina
Unas notas muy festivas se escuchan llegar a lo lejos en la plaza de la Villa. Sonando cada vez más cerca, la expectación va en aumento y por la calle Madrid llegan capas y sombreros, todos de color negro. A los hombres y mujeres que desfilan los acompaña una enorme sardina, que escoltada por estandartes hace su entrada a la plaza. El aspecto de funeral se mezcla con la alegría, pues se acaba el Carnaval, pero hay que enterrar a la sardina.
La escena antes descrita la protagonizan los cofrades de la Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina y de la Alegre Cofradía del Boquerón, quienes se encargan de dar sepultura a la sardina de Madrid desde tiempos que se remontan a la época de Carlos III, en el siglo XVIII. Este desfile por las calles más castizas de la capital supone el fin de las fiestas de Carnaval y da paso a la Cuaresma, momento que, según el calendario litúrgico, marca un tiempo de penitencia hasta la Pascua de Resurrección.
El alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, les ha recibido en el Patio de Cristales de la Plaza de la Villa, donde, con la sardina presente y acompañado de los portavoces municipales, ha dado un discurso con Don Carnal y Doña Cuaresma, la juerga y la penitencia, como protagonistas el día que se pasa de uno a otra. «Representan dos tendencias del alma humana que alcanzan su plenitud cuando armonizan en equilibrio. El desmadre total sin cierta dosis de temperancia lleva al caos; del mismo modo, el orden a rajatabla y sin vía de escape alguna lleva al agarrotamiento y, quizá, a un estallido de caos más incontrolado aún», ha expresado el alcalde portando su capa cofrade. Para el regidor madrileño, este balance vital se halla «intuitivamente el pueblo de Madrid con esta saludable proporción entre el carnaval y la cuaresma».
En un alegato por la defensa de las tradiciones madrileñas, Almeida ha agradecido a los cofrades que se siga manteniendo el tradicional Entierro de la Sardina: «Es en verdad una de nuestras más hilarantes costumbres que ha aportado un color vivaz a nuestra peripecia vital, tal y como D. Francisco de Goya, primer cofrade de honor de esta benemérita institución retratara con maestría al inmortalizar este rasgo del alma de Madrid, que es Villa, Corte y maravillosa patria de chirigotas, murgas y charangas«.
Citando a San Antonio de Padua, a quien rinde culto la Ermita de San Antonio de Florida, donde los cofrades se detienen cada año en su recorrido, el alcalde les ha recordado que son los protectores de la memoria de la Villa y que «las acciones hablan más que las palabras». «Lleváis décadas protegiendo y celebrando cada año nuestra identidad castiza, y lo venís haciendo desde las acciones, no desde las palabras», ha expresado con orgullo, al tiempo que les ha agradecido sus esfuerzos por «trabajar con devota obstinación en evocar cada año nuestra faceta más jovial«.
A modo de despedida, ha recordado que el cambio de los tiempos no será capaz de estas costumbres: «Aunque puedan cambiar muchas cosas en esta ciudad, siempre tendremos nuestra esencia y nuestras tradiciones bien custodiadas gracias a un puñado de risueños madrileños empeñados en atesorarla».
Para los cofrades la fiesta no termina en la plaza de la Villa, pues el fin de este cortejo tiene su fin en la Fuente del Pajarito de la Casa de Campo sobre las 21.00 horas. Bajo la luz de la luna, una gran fogata iluminará los rostros de los presentes, lo que simboliza la quema de las malas acciones y de los pensamientos negativos. Al mismo tiempo, las cenizas de la quema representan una nueva alegría, paz y concordia que brotará en la ciudad.