5 situaciones en las que debes ir a urgencias de un oftalmólogo: puedes perder la vista
Hoy en día recibimos de 80 a 90% de la información relevante de manera visual. Nuestra vista es nuestro sentido más preciado y perderla es, según diversas encuestas, nuestro peor temor en términos de minusvalía y dependencia. Perder la visión también es el tercer evento más temido después de morir o tener que hablar en público. Por eso es tan importante cuidar de los ojos y también conocer las urgencias en que debes acudir urgentemente a consultar a un oftalmólogo y no tomar riesgos.
Por supuesto, si ha sucedido un traumatismo o golpe directamente en el ojo, si han entrado objetos extraños de metal o cristal o si los ojos han entrado en contacto con productos químicos tóxicos o corrosivos (como ácidos o alcalinos) hay que consultar a un oftalmólogo cuanto antes.
Pero hay algunas urgencias oftalmológicas que no son tan fáciles de identificar y podrían poner en peligro nuestra vista. Acudir cuanto antes al oftalmólogo para tener el tratamiento adecuado a la mayor brevedad puede prevenir la pérdida de visión u otras complicaciones graves.
La doctora Ainhoa de Federico, profesora investigadora de la Universidad de Toulouse y autora del Método Volver a ver claro, describe las 5 urgencias oftalmológicas más relevantes, cómo las puedes reconocer en ti o en personas de tu entorno, para acudir de inmediato a un oftalmólogo a que establezca el diagnóstico y tratamiento:
Glaucoma de ángulo cerrado agudo
1. Glaucoma de ángulo cerrado agudo (también llamado de ángulo estrecho). Sucede cuando el iris de una persona – al estar muy dilatada la pupila – queda muy cerca del ángulo de drenaje en el ojo. El iris queda como un “trapo recogido tapando el desagüe” y puede bloquear el ángulo de drenaje del humor acuoso, lo que provoca una elevación rápida e intensa en la presión dentro del ojo.
Las gotas para dilatar los ojos y ciertos medicamentos pueden causar ataques de glaucoma de ángulo cerrado. Las personas con hipermetropía, por la forma más aplanada de sus globos oculares, pueden tener más propensión a padecerlo, también las personas con presbicia, así como personas de etnicidad asiática o inuit.
Un iris mal entrenado a pasar de la luz a la oscuridad, y viceversa, puede también tener más dificultades, por ello es útil practicar asoleo y limitar el uso de gafas de sol a sus usos lógicos.
Los signos distintivos de un ataque de glaucoma de ángulo cerrado agudo son:
-El dolor ocular severo.
-Náuseas y vómitos (que acompañan al dolor ocular intenso)
– Aparición súbita de alteraciones visuales, a menudo bajo condiciones de poca luz.
-Visión borrosa.
-Halos alrededor de las luces.
-Enrojecimiento del ojo.
Es indispensable acudir cuanto antes a un oftalmólogo, ya que un ataque de glaucoma de ángulo cerrado agudo puede producir la pérdida parcial o total de visión de forma permanente.
Desprendimiento de retina
2. Desprendimiento de retina. Se produce cuando la retina se separa del epitelio pigmentario por algún desgarro y se acumula líquido entre esas dos capas del ojo. Las células fotosensibles se quedan sin nutrición y sin riego sanguíneo, lo que puede conducir a una pérdida de visión que, en ocasiones, puede ser irreversible.
Los golpes y traumatismos en los ojos pueden producirla, así como las cirugías complicadas de cataratas. Las personas con miopía magna, con desprendimiento en el otro ojo u otros padecimientos visuales, o con antecedentes familiares de desprendimiento de retina, pueden ser más propensas a padecerla.
La retina se mantiene más saludable cuando tiene cierta exposición a luz roja, incluso por 3 minutos una vez a la semana, preferiblemente por la mañana, lo que se puede lograr disfrutando del amanecer o de lámparas rojas con luz roja de onda larga (de 650 a 900 nanómetros) según la investigación de Glen Jeffery, del University College de Londres, quien afirma que así las mitocondrias de las células de la retina pueden producir más energía.
El desprendimiento de retina suele dar indicios tempranos.:
-Destellos de luz o súbitas luces parpadeantes (fotopsias) como estrellas o rayos de colores.
-Moscas volantes o cuerpos flotantes (miodepsias) de color negro o súbitamente muchos más que de costumbre. Pueden verse como manchas, líneas o telarañas
-Una sombra como una “cortina” en los laterales del campo visual o en el centro.
-Como una cortina gris o como una cascada de agua que cubre el campo visual.
En caso de experimentarlos consulte de inmediato a un oftalmólogo. El tratamiento es quirúrgico y su objetivo es sellar todos los desgarros y agujeros y anclar nuevamente la retina.
Celulitis orbitaria
3. La celulitis orbitaria. Generalmente es causada porque se ha extendido una infección en los tejidos adyacentes. Aunque menos frecuente, puede deberse a una infección directa o por traumatismos locales.
Puede ser causada por un foco externo de infección, como una herida, por infecciones desde los senos nasales o los dientes. También puede ser producida por picaduras de insectos, mordeduras de animales, chalazión o sinusitis. Es más común en niños.
Las complicaciones de la celulitis orbitaria incluyen pérdida de visión (del 3 al 11%) por retinopatía y neuropatía óptica isquémica a causa del aumento de presión intraorbitaria; restricción de los movimientos oculares (oftalmoplejía) secundaria a la inflamación de partes blandas de la órbita; y secuelas intracraneanas.
Los síntomas por los que se puede tener indicios de que haya celulitis orbitraria son:
-La inflamación dolorosa del párpado superior e inferior, y posiblemente la ceja y la mejilla.
-Los ojos saltones.
-La disminución en la visión.
-El dolor al mover el ojo.
-Fiebre, generalmente de 38.9°C o más.
-Sensación general de malestar.
-Dificultades para mover los ojos.
-Visión doble.
-Enrojecimiento e irritación de los ojos.
No tienen por qué estar presentes todos estos signos en sus fases tempranas. Si además se presenta dolor de cabeza y somnolencia se puede sospechar de una meningitis asociada.
El diagnóstico debe ser establecido rápidamente por un oftalmólogo y puede ser tratada con antibióticos y, también a veces, con drenaje quirúrgico.
Oclusión de la arteria de la retina
4. Oclusión de la arteria central de la retina. Ocurre cuando se bloquea esta arteria, normalmente por embolia o trombosis. Esto causa pérdida de visión repentina, indolora, unilateral y por lo general grave. La oclusión de la arteria central de la retina o de una de sus ramas puede considerarse un verdadero accidente vascular agudo que amenaza la visión.
Su incidencia se estima en 0,5-1 por mil de las visitas oftalmológicas. Es la causa más frecuente de pérdida brusca e indolora de la visión. En general es unilateral (bilateral, 3%), sin diferencias entre sexos, siendo más frecuente la obstrucción de la arteria central que de sus ramas.
Aparte de la pérdida súbita e indolora de visión en un solo ojo, que de por sí ya debería alertar de esta condición, es posible que la pupila responda poco a la luz directa, pero que se pueda observar cómo se contrae vivamente cuando se ilumina el otro ojo.
Es importantísimo acudir a un oftalmólogo de inmediato en un caso así. La presión intraocular puede disminuirse dentro de las primeras 24 horas de la oclusión para intentar desplazar el émbolo. Cuando los pacientes se presentan dentro de las primeras horas de la oclusión, algunos centros cateterizan la arteria y ponen inyecciones para disgregar el trombo cuanto antes, minimizando el daño en lo posible.
Si se presenta una oclusión de una rama de la arteria, se puede mantener una visión buena a regular, pero con la oclusión de la arteria central, la pérdida de visión a menudo es profunda, incluso con el tratamiento. Si se diagnostica y trata a tiempo la visión en el ojo no afectado, a menudo se puede proteger y se puede recuperar algo de visión en el ojo afectado. Por lo tanto es crítico en un caso así acudir cuanto antes a un oftalmólogo o a urgencias.
Iritis o uveítis
La uveítis es una forma de inflamación ocular. Afecta la capa media del tejido de la pared ocular (úvea).
La uveítis puede estar causada por trastornos autoinmunitarios como la artritis reumatoidea o la espondilitis anquilosante, infección o exposición a toxinas. También puede causarla una infección, como la enfermedad por arañazo de gato, el herpes zóster, la sífilis, la toxoplasmosis o la tuberculosis. Puede surgir como efecto secundario de un medicamento, una lesión o cirugía ocular y, muy excepcionalmente, un cáncer que afecta al ojo, como el linfoma. Sin embargo, en muchos casos, la causa se desconoce.
Las señales de advertencia de la uveítis suelen aparecer de repente y empeorar con rapidez. Estas incluyen:
-Enrojecimiento de los ojos.
-Dolor en el ojo.
-Sensibilidad a la luz.
-Visión borrosa.
-Puntos oscuros que flotan en el campo de visión (moscas volantes).
-Visión reducida.
La afección puede ocurrir en uno o ambos ojos, y puede afectar a personas de todas las edades, incluso a niños.
La uveítis puede ser grave y provocar la pérdida permanente de la visión. El diagnóstico y el tratamiento tempranos son importantes para prevenir complicaciones y preservar la visión, por eso si tienes indicios de que pudieras padecer uveítis o iritis (o alguien de tu entorno) es necesario acudir cuanto antes a una revisión oftalmológica.
Si experimentas estas condiciones o estás con alguien que las está sintiendo acude cuanto antes a un oftalmólogo para que pueda realizar los exámenes y diagnósticos pertinentes para establecer el curso de acción a seguir.
Una vez establecido el tratamiento, y pasado el periodo de convalecencia indicado por el oftalmólogo, puedes acudir a un educador o coach visual para que te apoye con buenos hábitos de cuidado de tus ojos y de mejoría de tu visión.